Teatro Penitenciario: Los internos que transformaron su vida con el arte

Por Mariana Beltrán

Fotos del archivo Compañía de Teatro Penitenciario

La historia del teatro penitenciario en México comienza con Juan Pablo de Tavira y Jorge Correa, un penitenciarista y un dramaturgo. Podríamos decir que es una historia que siguen escribiendo personas en centros penitenciarios y gente dedicada a las artes escénicas como Itari Marta, Arturo Morell, Thania García, Conchi León o Denise Anzures.

El teatro cambia la vida, dice la actriz Itari Martha. Hace 12 años fundó la Compañía de Teatro Penitenciario de Santa Martha Acatitla, una de las cárceles más populares del país, junto con los internos. Fue el resultado de un taller teatral que se planeó en un principio de solo cuatro sesiones.

Nadie imaginó que el proyecto duraría tanto como para surcar el agitado océano de la autogestión o que actores internos, al saberse fuera del centro penitenciario, dijeran: queremos seguir haciendo teatro. Pero así fue.

De la creación colectiva, la constancia y la afinidad surgió el impulso de estrategias que priorizan la recomposición y la reinserción social a través de la empleabilidad y la profesionalización en el teatro. Porque el teatro no es un hobby, dice Itari Marta.

—Si queríamos hacer de esto un proyecto profesional tenía que remunerarse.

Y eso hicieron, dentro de Santa Martha lograron que ser actor interno de la compañía se reconociera como un empleo. Después de mucho insistir, hasta cambiaron el reglamento interno del centro penitenciario y ciertas reglamentaciones de la Subsecretaría del Sistema Penitenciario de la ciudad de México, para que personas externas entraran a la cárcel en cada función y pagaran su boleto.

La Compañía de Teatro Penitenciario de Santa Martha Acatitla se convirtió en la primera compañía estable dentro del centro penitenciario y la única en pagar íntegramente el precio del boleto a los actores internos que participan en las obras.

Su programa es coordinado por el área de impacto social de Foro Shakespeare A.C y su efecto ha sido tal, que su modelo de autogestión se tradujo en la creación de El 77 Centro Cultural Autogestivo y sede de la compañía de teatro externa, donde personas que estuvieron privadas de la libertad pueden integrarse y seguir cobrando por su trabajo como actores. 

Las treinta personas que conforman este proyecto —entre actores, utileros y una banda de música— han presentado seis obras: Cabaret Pánico (2010 -2014), Ricardo III (2010 – 2021), El Mago Dioz (2015 – 2016), Esperando a Godot (2016 – 2019), Xolomeo y Pitbulieta (2018 – 2019) y MCBTH (2021). 

Transformar un cuerpo: la libertad en el encierro

En Veracruz, a casi seis horas de la ciudad de México, Thania García Carrión trabaja artes escénicas en contextos de encierro. Ella es profesora de teatro en un reclusorio de Veracruz. Sus influencias provienen de la danza Bharatanatyam, una corriente nacida al sur de India que combina el teatro y la danza con personas en conflicto con la ley o en situación de guerra.  

Tiene cinco años haciendo teatro con personas privadas de la libertad, se enfoca en el trabajo corporal y los ejercicios de improvisación. Cuando habla de cuerpos en contextos de encierro hace referencia a rasgos propios de un cuerpo en reposo, rígido y con «energías contenidas». 

Las miradas suelen ser directas o evasivas. El contacto físico redunda en lo brusco, porque hay personas que tienen años sin saludar de mano o dar un beso o un abrazo a alguien. No está permitido dentro de la cárcel.

—¿Cómo el teatro puede trabajar los afectos sin que se vea forzado?, pregunta la profesora de 32 años.

El desafío de estos ejercicios sensoriales, dice Thania, es saber cuándo parar pues trabajar con las emociones en contextos como la cárcel requiere de mucha contención. 

A partir del recuerdo o de la imagen, podemos evocar por ejemplo, el momento en el que una persona pisa la yerba del exterior. Es algo fuerte y bonito pero es difícil no profundizar tanto y abrir texturas sensibles.

Thania llevó a cabo estos ejercicios durante dos años con veinte personas privadas de la libertad de entre 20 a 65 años. Está segura que el teatro al igual que otras artes escénicas son una herramienta para la reinserción social y cumplen una función importante en el acompañamiento de las personas privadas de la libertad.

Opina que desde que una persona inicia su condena ya debe haber una reinserción dentro de las cárceles, pues normalmente se espera hasta que las personas la cumplan. 

—Tenemos que decir que el concepto de reinserción social existe, pero no que se está llevando a cabo al ciento por ciento.

El teatro puede crear espacios de libertad para que la gente invente un futuro y no espere por él, diría Arturo Boal, dramaturgo, pedagogo teatral brasileño e inventor del Teatro del Oprimido.

Other Articles

spot_img
spot_imgspot_img