Por Fabrizio Moguel Alcocer
Cuando me invitaron a participar en este número de Memorias, se incluía la interesante oportunidad de hablar sobre Xibalbá (20??), una película mexicana que fue valorada como la producción que “rescataría la cultura maya” y “llevaría a Yucatán al cine” hacía año y medio. Después de aceptar la oferta, se hizo evidente que la tarea no sería nada fácil: tras buscar copias físicas o digitales en algún servicio de streaming, fue imposible encontrar la obra —incluso en el inframundo de internet—. Sin embargo, no quise desaprovechar la posibilidad de aproximarme a la relación entre lo maya y el cine como expresión cultural o como industria, si se quiere (y sí que se quiere). A falta de una verdadera crítica, valdrá la pena (o eso quiero creer) pasar revista a lo que pude encontrar en línea sobre esta producción.
Xibalbá fue proyectada en la primera edición del Festival Internacional de Cine de Mérida y Yucatán (FICMY), donde, de acuerdo con diversos medios como el Diario de Yucatán, SIPSE y La Jornada, recibió el Jaguar de Oro, aunque, a diferencia de lo que pensamos muchos, éste no era el máximo premio del evento. Según un comunicado del IMCINE, la sección donde se otorgó dicho reconocimiento consistía en “una competencia de carpetas de producción en la que el proyecto ganador entrará a la Plataforma de la segunda edición”. La cinta, sin embargo, no formó parte de la programación de la edición del FICMY de 2016. Así que, sin encontrar más información en sitios noticiosos, no quedó otra opción que consultar la página de la película dentro del gran crisol de críticos y electrocardiograma de los estrenos: Facebook.
Paréntesis de datos curiosos: el perfil de Facebook revela que, (a) cual telenovela, Xibalbá tendría su propia canción, y (b) en algún momento llamaron a sus seguidores #Xibalbos.
Las últimas actualizaciones de los perfiles oficiales en redes sociales, congelados desde marzo del año pasado, conducían a una campaña de crowdfunding en Kickstarter. La descripción del proyecto reza “Sci Fi, horror and Mayan mythology together in a spectacular movie filmed on real Mayan locations of the Yucatan peninsula in México. We can’t go wrong…”. Sí les fue mal.
La financiación colectiva sólo recaudó el 1.35% de su meta de 68,000 dólares, truncando el proceso de re-edición, la inserción de nuevos monstruos y otras correcciones de posproducción. El plan de realizar una premier en el parque Xcaret posterior a agosto de 2015, según anuncia la campaña fallida, sería el último indicio de vida de la película hasta inicios de abril de 2016, cuando VMI Worldwide, una financiera y productora estadunidense, anunció que su presidente sería productor ejecutivo de la cinta. Después, la única fuente pareciera ser un par de comentarios del director Joaquín Rodríguez en el tráiler compartido en su presunto canal de YouTube. Gracias a VMI, Xibalbá finalmente será distribuida, aunque renombrada, pues el título original era difícil de pronunciar para los “americanos”, comenta el director.
Ahora, habría que tener el cuidado de no confundir el nuevo nombre, Curse of the Mayans, con Curse of the Maya (2004) que, según IMDb, corresponde a una B-movie. Esta película, que (¿des?)afortunadamente sí puede verse en línea, contiene vísceras, desnudos gratuitos y una familia (bebé incluido) de zombis-maya de la frontera norte. Aquí surge la duda de si Xibalbá realmente se encuentra lejos de este ejemplo de cine de explotación porque, además de tener nombres casi idénticos, ambas películas extraen con gran libertad elementos del Popol Vuh y los transfiguran en historias que poco o nada tienen que ver con lo maya (sea antiguo o contemporáneo), pero que funcionan para la creación de un producto de entretenimiento rentable.
Cuando Rodríguez comenta en su video que “Xibalbá no pretende nada más que entretener al público” y que cree firmemente “que el uso de nuestra riqueza cultural y las maravillosas historias que hay en cada civilización prehispánica, son una fuente estupenda de material para hacer cine de calidad mundial”, no puede negársele que tiene la libertad de producir el espectáculo que desee, pero tampoco puede aceptarse su afirmación de que lo que nos presenta es valioso en tanto que escapa del esquema de las producciones nacionales, ancladas en tópicos ya conocidos (que vienen de problemáticas vigentes), y por lo tanto debería tener el respaldo del público mexicano.
Con Xibalbá tenemos una producción de cine nacional diferente a las que imperan (siempre en un lugar marginal) en nuestras salas, pero no parece que tengamos un ejemplo de creatividad. La cinta ni siquiera es la primera en reducir lo maya a sinónimo de antiguo (¿muerto?), oculto y apocalíptico (vaya aprovechamiento de “nuestra” riqueza) y su contenido se basa en ideas ya trabajadas e incluso desechadas en otras películas, pero sí innova al presentarlas en un desfile audiovisual de una calidad formal quizás decente. Dos décadas después de Independence Day (1996) y una después de Apocalypto (2006), en una época de superhéroes y secuelas, Xibalbá podría destacar por su singularidad e incluso apelar a construir cierto revival. Sin embargo, llega demasiado tarde para la ola milenarista del 2012 y el retraso de la posproducción la deja en una situación aún más desfavorable tras el lanzamiento de una secuela estrenada hace unos meses: Independence Day: Resurgence (2016) (las similitudes entre esta posible saga y parte de la trama conocida de Xibalbá es indiscutible). Además, si se tiene en cuenta que la sinópsis que proporciona el sitio web de VMI parece revelar casi toda la trama, no queda mucho que no haya sido revelado en el tráiler.
La vida de la película parecería reducirse a una cantidad significativa de notas en las que se puede observar una imprecisión brutal. Por ejemplo, está la vacilación en la descripción de la trama, donde algunos sitios dicen que lo que busca el arqueólogo Alan Green y su equipo de buzos es la biblioteca perdida de los mayas, mientras otros indican que se trata de una librería (calco del inglés que lleva a un significado erróneo, a no ser que los mayas hayan practicado la compra-venta de libros). También están los medios que renombran a la protagonista o la confunden con la directora del festival donde se estrenó la cinta y, sobre todo, las confusiones sobre lo que implica el fenómeno de producción-premiación-(no)distribución de esta película. Lo peligroso de estas imprecisiones es que sugieren cierto descuido de la producción.
Por otro lado, la ciencia ficción no tiene que trabajar con precisiones científicas, pero tampoco debería prescindir de una lógica interna. Sí, podemos otorgarle a Xibalbá la ya infértil licencia de vincular lo maya con lo extraterrestre; sin ver la película, es incierto saber si esta lógica se mantiene y no tendría ningún sentido valorarla en este ámbito. Lo que sí podemos recalcar es que una obra así no es inocua. No dudo de las buenas intenciones del director, pero en un contexto donde aún existe discriminación hacia lo(s) maya(s), el contenido (y quizás el reconocimiento) de Xibalbá se antoja ridículo, innecesario e incluso indeseable. Tal vez sí existe un malinchismo, pero el desdén hacia esta película podría venir de que, a pesar de que no es una producción internacional, detenta una postura casi colonialista al imponer una relación asimétrica en la que una parte, mediante la extracción, se beneficia en detrimento de la otra.
El director probablemente sabe que cintas más agresivas y de menor calidad han devenido clásicos e incluso éxitos taquilleros, lo cual evidencia que la recepción siempre es incierta y el juego de la distribución cinematográfica se basa en mecanismos oscuros y quizás poco democráticos. Pero esto no significa que sea justo exculparse y, así como señala a los distribuidores y al público nacional, el director también tendría que hacerse responsable de las tribulaciones que ha sufrido su obra; el discurso del talento latente ignorado por instituciones y minimizado por un público que le da la espalda también funciona como justificación a la aparente falta de originalidad.
Por último, no olvidemos que sí hubo un reconocimiento por parte del FICMY, institución que apoyó a esta obra que no conserva tradiciones culturales ni innova tanto como promete. Pero bueno, ésta opinión sólo se basa en lo que he conocido hasta ahora sobre Xibalbá; la aprobación o descalificación de la cinta nunca fue la pretensión de este texto, una crítica que no fue a una película que tampoco será (al menos no con ese título).