Me alegra que la madre de Jennette McCurdy haya muerto

Por Matilda Ro

El 9 de agosto de este año se publicó I’m Glad My Mom Died, un libro autobiográfico de Jennette McCurdy, a quien recordamos por su papel de Sam Puckett en iCarly. En estas memorias narra sus experiencias viviendo con una madre narcisista y mentalmente inestable y cómo esto la afectó durante toda su infancia hasta mucho tiempo después del fallecimiento de su progenitora.

La familia de Jennette estaba conformada por su madre, Debra McCurdy, su padrastro y tres hermanos mayores. Radicaban en Garden Grove, California, y eran miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, a quienes se les conoce como “mormones”. Una característica de este movimiento religioso es la educación en casa y este fue el motivo por el cual les cuatro hijes de la familia no asistieron a escuelas públicas hasta que fueron mayores de edad.

En la primera parte del libro, se relata la dinámica familiar: Era su madre quien, con actitudes violentas, lideraba a los demás integrantes. Debra peleaba con su esposo, manipulaba emocionalmente a sus hijes y ejercía una dominación extrema sobre cada situación que se les presentaba. 

Cuando Jennette tenía 3 años, Debra fue diagnosticada con cáncer y durante ese tiempo documentó su proceso con la enfermedad. Dicho material se utilizaría años después como forma de manipulación emocional. Durante la hora de comida, con la familia reunida en la mesa, Debra proyectaba los videos y expresaba cuán agradecidos debían estar porque siguiera viva.

Jennette comenzó a actuar desde los 10 años, no por decisión propia sino porque su madre quiso ser actriz y no pudo lograrlo. El hecho de que Debra no cumpliera su sueño fue decisivo en la vida de su hija ya que volcó en ella toda esta frustración. Durante años Debra la llevó a castings, controló su peso, sus relaciones y la convirtió en el principal sustento del hogar.

Uno de los grandes trabajos que hizo Jennette para televisión fue su papel como Sam en iCarly de Nickelodeon. Durante esta etapa, muy al contrario de lo que veíamos en el programa, las cosas empeoraron para ella. Debra estaba obsesionada con el cuerpo de su hija, quería evitar a toda costa que se desarrollara por lo que comenzó a interferir con su alimentación para evitar que su busto y sus caderas crecieran. Le reiteraba constantemente que una vez que perdiera su figura “infantil” dejaría de recibir papeles y el sueño de ambas no se realizaría.

El programa estuvo cinco años en emisión, de 2007 a 2012, y fue una época oscura para Jennette. En este momento aparece “El Creador”, a quien podemos identificar como el productor del programa en ese entonces, Dan Schneider. Jennette menciona que este hombre aprovechó sus vulnerabilidades para ejercer control sobre ella. Deja entrever que hubo situaciones de abuso pero no llega realmente a confirmarlas. Al finalizar la relación laboral, Nickelodeon le ofreció $300,000 USD para que evitara hablar de lo que sucedió durante esos años. 

El 20 de diciembre de 2013, Debra McCurdy falleció después de dos años luchando contra el cáncer. Para Jennette supuso un fuerte golpe porque había llegado a depender tanto de ella que en ese entonces no sabía quién era sin su madre al lado. En este proceso de redescubrirse a sí misma desarrolló problemas de alcoholismo y abuso de sustancias pero también encontró la forma de liberarse: contar su historia.

Es importante destacar que Jennette ya estaba entablando conversaciones sobre los abusos sufridos desde antes de publicar el libro. En 2019, escribió y dirigió un cortometraje titulado Strong Independet Woman donde aborda el tema de la bulimia y la anorexia, enfermedades que padeció desde los 11 años. Sobre esto también  profundizó ese mismo año en este artículo para The Huffington Post.

En 2020 realizó una puesta en escena, que lleva el mismo nombre del libro. Con la dinámica de one-women show, poniendo su cuerpo, y a modo de monólogo, manifiesta cómo la muerte de su madre pasó de ser lo peor a lo mejor que le había pasado. Este show se pausó por la llegada de la epidemia por Covid-19. Pero en ese mismo año, y aprovechando la virtualidad, lanzó el podcast Empty Inside en el que cada semana invita a una persona para platicar sobre comedia, películas, desórdenes mentales, religión, entre otros.

Me alegra que mi madre haya muerto

El título del libro, además de polémico, ha traído a la luz una conversación pendiente en el tema de las maternidades.

Hace tiempo que venimos reivindicando el estereotipo de la madre abnegada, la que lo da todo por sus hijes hasta el punto de olvidarse de ella. Hemos roto con la idea de una maternidad perfecta e idealizada. No existe la madre buena: estamos viendo a mujeres reales, cansadas, hartas y negándose a cumplir las expectativas que el sistema patriarcal les impone. Ahora les llamamos “malas madres” a las mujeres rebeldes, que están ejerciendo su maternidad sin culpa y reivindicado su propio espacio en lo familiar y en lo laboral. 

Pero al hablar de estas mujeres revolucionando la idea de maternidad, abriendo conversación sobre los trabajos de cuidado, la crianza feminista, la desigualdad social y profesional cuando maternan también debemos hablar de que existen madres que arruinan la vida de sus hijes. Como Jennete lo deja claro en su libro: hay madres que son crueles, egoístas y violentas.

Las madres narcisistas son mujeres cuyo vínculo con sus hijes se forma a través del control. Pueden amarlos pero también les perciben como rivales, obstáculos o molestias. No logran verlos como hijes sinocomo una extensión de ellas mismas. Les imponen su voluntad a través de la manipulación, la culpa y la vergüenza.

Quizás llegaron a la maternidad por motivos ajenos a su voluntad, lo que provoca el desapego emocional. O también han sido madres por decisión propia pero su estilo de crianza boicotea cualquier intento de independencia porque quieren toda la atención para ellas.

En sus memorias, Jennette cuenta que su madre, con la excusa de prevenir cualquier aparición de enfermedades en su cuerpo, entraba con ella a la ducha hasta que cumplió 12 años. Tampoco le permitía tener amigas porque ninguna compartía sus valores religiosos. Ahora Jennette reconoce que esa era la forma de su madre para seguir ejerciendo control sobre ella. 

La maternidad narcisista es compleja y dañina para les hijes. En la historia de Jennette podemos identificar que sus trastornos depresivos y ansiosos fueron derivados de la inseguridad y baja autoestima generada por su relación con Debra. Esto escaló hasta detonar en su adicción al alcohol y problemas alimenticios. 

El narcisismo varía en grado y tipo, de acuerdo con la personalidad y los valores de cada persona. Hay madres narcisistas que no tienen interés en sus hijes; otras que están demasiado involucradas. Algunas actúan agresivas, mientras que otras son cariñosas. En todos los casos, son les hijes quienes tienen que vivir con las consecuencias de estas relaciones.

Sanar la herida

En una sociedad en la cual la maternidad es el pilar de las relaciones, es difícil que les hijes prioricen su bienestar ante su madre. Sobre todo, después de años de vivir en una relación tóxica. Les hijes estarán acostumbrados a no hacerlas enfadar, a procurar su felicidad y tranquilidad. Por lo que no denuncian la violencia y el abuso que viven. 

Es por ello que necesitamos hablar de este tema para concientizar a la sociedad y señalar que las madres narcisistas existen. Necesitamos abrir espacios de diálogo y reflexión para mostrarles a les hijes de esas madres que no están solos. 

Y por esta razón, la historia de Jennette ha resultado tan importante. Ha utilizado su posición como figura pública para señalar que existen madres que violentan. Hablar sobre sus experiencias conviviendo con una madre narcisista ha sido la forma en la está sanando. Pero también comienza una conversación para que se identifique la violencia que ejercen las madres a sus hijes. 

Les sobrevivientes de las madres narcisistas tienen que enfrentarse a las consecuencias de su trauma para sanar la herida. Hay que afrontar los sentimientos de vergüenza y liberarse de los efectos de la codependencia. Hay terapeutas especializados en estos casos, los cuales se han preparado para acompañar y guiarles en el camino de sanación. 

Reemplazar la negativa voz materna internalizada por la voz auténtica y personal puede no ser suficiente. En esos casos se debe poner distancia, asumir que la decepción a la madre (eso que tanto angustia) es la única manera de salir de ahí.

La historia de Jennette McCurdy, contada con franqueza refrescante y humor negro, es la exploración del abuso, el abuso emocional, psicológico y físico que vivió. Pero también es una historia inspiradora de resiliencia, independencia y alegría. Es también enfrentarse al hecho de que la muerte de su madre fue tan dolorosa como liberadora porque al fin ha podido priorizarse y ocupar el lugar que merece. Ha logrado asumir proyectos propios, vivir y respirar con total autonomía. Y viendo el resultado, después de tantos años de lucha interna, a mí también me alegra que su madre haya muerto. 

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