Lenguaje en libertad para la infancia

Zandra Pruneda
Miranfú: niños, talleres y cuentos

Ilustración: Luis Cruces Gómez


El Diccionario de Uso del Español (1966) de María Moliner define a la imaginación como sinónimo de fantasía y como la “facultad del espíritu por la que puede representarse cosas reales o inexistentes, materiales o ideales”. La imaginación es entonces propia de la dimensión espiritual del ser humano y en sus ámbitos se encuentra la representación de lo posible y lo imposible.

 

De acuerdo al filósofo y poeta Gastón Bachelard, la imaginación es una potencia humana con la que nos libramos de las primeras imágenes dadas por la percepción para deformarlas. Dice Bachelard en El aire y los sueños (1958): “Si no hay cambio de imágenes, unión inesperada de imágenes, no hay imaginación, no hay acción imaginante”. En este sentido, para Bachelard, la imaginación tiene que ver con la combinatoria, con las conexiones impensadas que generan algo nuevo: lo inesperado que sorprende.

En la novela Caperucita en Manhattan, de la escritora Carmen Martín Gaite, encontramos el personaje protagonista de Sara Allen, una niña que desarrolla una relación personal con la escritura, a la que le fascinan los anuncios luminosos que combinan imágenes con letreros.

Sara lo tiene muy claro, pues no ve “diferencia entre escribir y dibujar”, ya que como se nos anuncia en la novela, las letras y los dibujos son hermanos de padre y madre: “el padre el lápiz afilado y la madre la imaginación”.

En el caso de Sara, sus primeros contactos con la palabra y sus representaciones han sido lúdicos: cubos de letras, un mapa y tres libros de cuentos. Sara imagina en el sentido que Bachelard define: realizando combinaciones inesperadas con los cubos de letras y creando nuevas palabras; deformando las primeras imágenes, como cuando declara que Manhattan es un jamón con relleno de espinacas al centro, refiriéndose a Central Park.

Sara también inventa palabras nuevas y diferentes a las que llama “farfanías”, con las que representa significados para los que no existen significantes previos. Así es que inventa “miranfú”, palabra que tiene dos significados: va a pasar algo diferente, o me voy a llevar una sorpresa.

El personaje de Sara descubre la cualidad mágica no solo de la palabra, sino de las palabras creadas por ella misma. En la historia de Caperucita en Manhattan, Sara repite la palabra “miranfú” como una invocación para suscitar que sus deseos se hagan realidad. También la utiliza para expresar el triunfo, la ilusión, lo maravilloso, la buena suerte, lo que es un poco raro, aquello que se parece al tiempo de los sueños y finalmente, como un impulso para arrojarse a sí misma libremente, justo antes de abrir una alcantarilla para atravesar los pasadizos secretos que la llevarán a la Estatua de la Libertad.

Esto recuerda lo que dice la investigadora en literacidad Emilia Ferreiro: “Hay niños que ingresan a la lengua escrita a través de la magia (una magia cognitivamente desafiante) y niños que entran a la lengua escrita a través de un entrenamiento consistente en habilidades básicas. En general, los primeros se convierten en lectores; los otros tienen un destino incierto”.

En la Ley General de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, en México, existen veinte derechos en tres de los cuales se enuncia directamente a la libertad: VIII) Derecho a una vida libre de violencia y a la integridad personal; XIII) Derecho a la libertad de convicciones éticas, pensamiento, conciencia, religión y cultura; y XIV) Derecho a la libertad de expresión y de acceso a la información. Particularmente los derechos XIII y XIV, referidos a la libertad de pensamiento y a la libertad de expresión, se relacionan estrechamente con la imaginación.

El acceso a la información y al arte, el pensamiento crítico y el ejercicio de la creatividad, son vitales para la libertad de niñas y niños a través de la expresión de lo que que experimentan, los mundos que imaginan, lo que piensan, desean o se cuestionan.

En ese sentido es importante que desde la infancia sepamos que las palabras son para jugar. Alguien que dedicó su vida a difundir esta creencia, dictando clases y conferencias para niñas y niños en diferentes ciudades de su país, y publicando numerosos cuentos, fue el escritor italiano Gianni Rodari. Una de sus obras más conocidas es la Gramática de la fantasía (1973), en donde comparte técnicas para componer historias, dentro de las cuales la más conocida es la del “binomio fantástico”, que consiste en unir dos palabras pertenecientes a campos semánticos diferentes para crear conceptos e historias inesperadas.

El trabajo pedagógico de Rodari continúa siendo revolucionario, porque insistió en pensar en las infancias como lectores inteligentes y como usuarios creativos de la palabra, agentes de su propia voz inventiva, libres de un destino incierto.

Crear farfanías es uno de esos juegos infalibles que disfrutan niñas, niños y adultos. La siguiente es una colección de palabras nuevas y diferentes, recientemente creadas por un grupo de niñas y niños en el último taller realizado por el colectivo de arte Miranfú: niños, talleres y cuentos, en el asentamiento de El Roble, en Mérida, Yucatán.

Hxiw: Dinosaurio que come todo el día plantas y agua. Dariela
Fiñígb: Mata de árbol con un fruto de sabor a juguito de manzana verde.
El fruto a veces sale como una muñeca, pero una muñeca
chiquitita. María Canul.
Arbojo: Árbol rojo. Jonathan Notario.
Riquisimucho: Algo que te gusta mucho. Daniel Tun.
Dse: Luces que ya no existen. Dariela Domínguez
Solrova: Cuando es un robo de mentiritas. Jade Fuentes

Usando muchas piezas de cartón perforadas, que fueron pintadas a mano con las letras del alfabeto y uniéndolas con estambre, estas invenciones existen ahora libres de ser leídas y repetidas. Nombran ideas, seres, sentimientos, situaciones, objetos que no existían o que no habían encontrado una palabra para existir.

Estos juegos de lenguaje e imaginación permiten un acercamiento lúdico y libre con las palabras. Lúdico, porque sus partes se relacionan como piezas de juego para componer nuevas imágenes; y libre, porque las combinaciones de esas piezas son múltiples. La palabra, tanto en su forma oral, como en su figuración a través de la escritura, es una manera directa de expresar lo imaginado: ya sea lo que inventamos o lo que interpretamos.

Tal como nos invita a pensar el personaje de Sara Allen en su búsqueda de libertad, las letras son para jugar, el espacio para explorar y tener aventuras, y la vida para vivir historias, con palabras propias, nuestras, en la medida de nuestra imaginación.

Un pensamiento que imagina es un pensamiento libre, y en la expresión de lo imaginado se ejerce la libertad. Como bien dice Gianni Rodari: “Todos los usos de las palabras para todos. No para que todos seamos artistas sino para que nadie sea esclavo”.

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