Jats’uts Meyah, la hermosa labor de la partería en el Siglo XXI

Por Katia Rejón

Fotos de Allie M. Jordan & Amanda Strickland

Aunque posiblemente no haya algo más antiguo que la reproducción, de un tiempo para acá al menos el 96% de las mexicanas tienen partos en hospitales de segundo nivel. Antes de eso estuvo la partería, una práctica ancestral que sigue sin tener reconocimiento o el espacio que se merece en el sistema de salud. 

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la partería abarca desde la atención de las mujeres durante el embarazo, hasta el parto y el puerperio, así como la atención al recién nacido. Las parteras trabajan tomando medidas para prevenir problemas de salud en el embarazo, detección de anomalías y la aplicación de medidas de emergencia en ausencia de ayuda médica.

La antropóloga Amanda Stickland refleja su preocupación por la pérdida de ésta práctica al mismo tiempo que honra a las parteras a través de la historia de Bacila Tzek Uc, la última partera de Yaxhachén en el documental Jats’uts Meyah (hermosa labor, en maya).


Amanda nunca olvidará el día que conoció a Bacila. Estaba con su amiga fotógrafa Allie Jordan con quien llevaba un proyecto comunitario llamado Ko’ox Boon. Un médico participante del proyecto le dijo que tenía que conocer a alguien.

—Ella es como se ve en las fotos. Desde el primer día comenzamos a tener una relación cercana. Cuando iba al pueblo, iba con ella. Un día me pidió que escribiera su historia pero luego dije: no, tú tienes que contar tu historia. Así surgió la idea.

Dice que las primeras raíces del documental vienen desde el 2011 cuando llegó a Yaxhachén a trabajar como arqueóloga y se enamoró de la maya viva. Siguió haciendo trabajos como arqueóloga con tal de seguir visitando la comunidad.

—Tienes que tener mucha confianza para llevar una cámara a un parto. La mujer que está en la escena del parto, Reyna, tiene mi misma edad y la siento como mi hermana. Todos sus hijos estaban en el programa Ko’ox Boon. A través de los años evolucionó y para mí el documental es resultado de todo ese tiempo.

Tardaron tres años en conseguir financiamiento para lo que al principio pensaban sería un cortometraje. Sin embargo, en la primera semana de filmación grabaron un parto en una hamaca, y el contenido fue creciendo hasta que tuvieron 57 horas que convirtieron en un largometraje de poco más de una hora. Prácticamente todo el documental está en maya y aunque habla de Bacila, la partera que ha recibido miles de bebés sin ninguna complicación, también hay escenas de la vida cotidiana de la comunidad y sobre todo una valoración del trabajo doméstico de las mujeres.

—Quise hacer algo que muestre el trabajo de las mujeres. Hay una parte que me encanta, cuando le preguntamos a un señor ¿quién trabaja más el hombre o la mujer? Y él dice: la mujer, porque ella trabaja todos los días.

En cámara no aparecen expertos o investigadores hablando detrás de un escritorio o con el librero de fondo sobre la partería y para Amanda esto era muy importante. En el documental aparecen palabras clave con su definición redactada a partir de las conversaciones con las personas de la comunidad.

—Para mí, es colonial, patriarcal, no necesitan que alguien les explique. Yo edité el documental y tuve mucha parte en la escritura de la historia pero tomé tantas precauciones para usar su voz. Llevo ocho años con ellos y ellos mostrando con tanto orgullo su cultura.

La partería en el siglo XXI

En las fotos, Bacila aparece como una mujer maya llena de vida. En el documental, es todavía más carismática: hace un bebé con masa y juega a que lo arrulla, se tapa la cara apenada, dice que está feliz porque por fin hay agua. La partería es la forma en la que se ha ganado la vida en las últimas décadas pero ella en sí misma es un personaje.

—Es una persona muy compleja que te enseña además otras cosas de la vida. Si yo te llevo a conocerla, en diez minutos tienes las manos agarradas con ella y ya le estás contando tu vida. En enero tuvo una cirugía de cadera, y yo estaba muy preocupada. No quiero que muera, tengo un temor porque quiero que siga viviendo para seguir enseñando esto que está comenzando, pero ahora ya en abril otra vez está dando sobadas.

Es la última partera porque las personas de la comunidad creen que es una labor ilegal. Pero al mismo tiempo, saben que Bacila es tan chingona que nunca sucederá nada malo y que nadie puede hacerle nada.

En un país donde la violencia obstétrica es común, tanto como la discriminación y falta de atención de calidad a la población indígena y la saturación de los servicios médicos, sumado a la medicación excesiva del parto y cesáreas que pudieron ser evitadas, la idea de tener un parto natural en tu hamaca, en la comodidad de tu casa, se antoja gloriosa.

Reyna, otra mujer protagonista en el documental tiene su cuarto bebé y el tercero recibido por Bacila. Sólo uno de sus hijos fue parido en hospital y el ambiente, dice, es muy distinto. El costo también es mucho menor a los partos en hospitales: Bacila cobra 700 pesos.

—Comenzamos a grabar como a las ocho en la mañana y el parto fue a las cinco. Mientras tanto, las demás están preparando el cacao, hirviendo la gallina. Nos dieron una lista de cosas para comprar en la tienda y cuando ves lo que necesitan para el parto es como…: una vela para quemar el cordón umbilical, cartón, es tan sencillo. Lo más importante es la sobada que se hace cada dos semanas durante el embarazo para que esté en posición cuando llegue el parto. A las mujeres que tienen bebés así (de nalgas) les cortan, les hacen cesárea cuando no tendrían que tener ese problema en primer lugar. Sólo diez por ciento de los partos son con partera, cuando en México hay una población indígena tan enorme. Si la llevas a un hospital cuando quiere tenerlo en su casa, estás quitando su identidad y poder.

Estreno

 

Jats’uts Meyah, producida también por el yucateco Óscar Estrada, se estrena el 20 de mayo a través de Vimeo, en el cumpleaños 92 de Bacila. 

—Decidimos hacerlo de manera rebelde, como la vida de Bacila. El camino tradicional para llegar al cine no tiene sus puertas abiertas para mujeres directoras, protagonistas indígenas, pero nosotras tenemos una ventaja muy loca y es el apoyo de la gente. Vamos a llegar a muchas vistas y así tal vez podamos captar la atención de alguien como Netflix.

Con el dinero recaudado, además de repartirlo entre los creadores y Bacila, piensan crear un fondo para hacer más películas.

Para Amanda y para Bacila es muy importante compartir ese conocimiento y colaborar. Por eso, dice que la piel se le pone de gallina al contar que a partir del documental han recibido mensajes de parteras de otras partes del mundo que quieren venir a Yucatán a que Bacila las capacite.

—Para mí éste documental es gran cosa pero solo está abriendo algo, estamos hablando de esto muchísimo.

 

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