¿Y cómo es el mundo que se imagina la infancia?

Por Katia Rejón

Fotos: Jade, Jonathan, Ángel, Dariel y Fátima. Niñxs de El Roble

En algún lugar de México hay un niño de 11 años llamado, pongámosle, Matías. Mientras comemos hamburguesas con su familia en una tarde de marzo, él empieza a hablar de un fuego nórdico y sus propiedades fantásticas. Su mamá se levanta riendo de la mesa como diciendo: ahí vas otra vez. Cuando vuelve a sentarse, toma nota de la frase más ocurrente de Matías y la pone junto a otras tarjetas donde tiene escrito otros “datos curiosos” como: 

“¿Sabían que antes solo había agua y agua con chía?”

Matías. Febrero 2021

Ese día, Matías le había hecho un funeral a una cebolla. De alguna forma, la idea de un pequeño féretro y ritual a una verdura me refrescó de un día pesado, adulto. Matías, pienso, tiene suerte de que sus ideas, sus emociones, sus inventos estén en tarjetas que su mamá guarda con amor y en historias que son parte de nuestra sobremesa.

En la foto aparece la cabeza de un perrito y las manos de Dariel parándole las orejas

¿Te sientes escuchada?

“En mi familia pues sí, ahí sí. Porque siento que comunicarse igual explica cosas”

Constanza. Abril 2021

De acuerdo con la UNESCO, la participación infantil se trata de garantizar que la infancia esté en condiciones de formarse un juicio propio, así como de expresar libremente su opinión sobre las situaciones que les afecten, teniéndose en cuenta su edad y madurez. Es imposible, aclara, que al cumplir la mayoría de edad las personas se conviertan repentinamente en adultos responsables y participativos si no tienen ninguna experiencia previa. La participación es un derecho y una responsabilidad, pero se puede concebir como algo dinámico, circular, flexible y adaptable al contexto y circunstancias. 

Xixili Fernández es defensora de los derechos de la niñez y la crianza respetuosa, además de ser madre. Ella explica que la niñez debe tener un lugar en la construcción del mundo y de la sociedad, y que el primer lugar donde sucede -o no- esa participación es en la familia. La Ley General de Niñas, Niños y Adolescentes reconoce al menos 20 derechos para las infancias, la participación es el más complejo y difícil de garantizar. 

—No solo por el adultocentrismo, sino también por la falta de cultura democrática. Si no hay ni siquiera participación ciudadana adulta, ¿cómo va a haber infantil? Tenemos unos planes de ley maravillosos y normas increíbles pero que no se cumplen: todos los consejos de participación ciudadana son una farsa y esta figura de “los niños difusores” es una réplica, además, del discurso adulto. Los formatos de participación infantil están hechos en formato adulto: poner a una niña en un podium con micrófono y una audiencia de 50 personas para dar su opinión es absurdo, dice Xixili.  

Aparece la foto de una niña haciendo el saludo de paz con ambas manos

 

Una razón, apunta, es que las infancias no son capitalistas.

—Sobre todo las primeras infancias. Es un estado de conciencia, una manera de vivir en la que los valores no son los valores capitalistas. Y nosotros moldeamos a nuestros hijos en eso.

Jonathan, Enoc y Ángel dicen que no quieren ser ricos cuando sean grandes. Aunque reconocen el dinero como una necesidad, no es algo que deseen tener:

—El dinero no vale nada, nomás es pleito, dice Enoc.

Xixili cuenta que durante su trabajo en una comunidad maya chiapaneca aprendió que a las infancias se les protege mucho, y a partir de los seis años comienzan a formar parte de las tareas de la casa.

—Ayudan a desgranar el elote y algunas personas podrán decir “ay, es trabajo infantil”, pero no: es participar de tu familia. Va todo ligado, es importante que tengan un espacio de acción porque la participación no es solo hablar, es ser vista y tener una función en la familia.

Niñxs de El Roble mientras dibujan, aparece una casita con árboles

 

¿Cuál es el lugar de las niñas y los niños?

“La imaginación, donde todos seamos felices”.

Tadeo. Abril 2021

Tadeo, Mirza, Javi, Constanza, Jonathan y Enoc describen su mundo ideal como un amplio sitio verde, lleno de árboles y rodeados de animales, con comida y cosas diferentes. Por eso sus lugares favoritos son los parques y los zoológicos. 

Enoc, uno de los niños que vive en El Roble, dice que es más feliz en “la invasión” que en su casa de antes “porque aquí hay matas, hay sombras, hay luz. Antes era igual pero no me gustaba: no había aire, no había agua, no había peces”. 

El borrego de Jonathan

 

En noviembre de 2020, un niño de 15 años en Nuevo León ganó un amparo contra su vecina que le prohibía manejar bicicleta en un parque. El juez Édgar Ulises Rentería Cabañez le respondió a Gonzalo con un lenguaje ameno y cercano que ordenaría «a las autoridades responsables por no poder andar en bici, te cuiden y vigilen para que puedas disfrutar libremente de esa actividad por los parques». El hecho llamó la atención pues lxs niñxs y adolescentes luchando por sus derechos no es una noticia común. Además, la resolución judicial se realizó de manera clara y sensible. 

—Los parques son lo único que hay para las infancias. No hay transporte público para las infancias, en primera no puedes subir una carriola a un solo autobús. Las banquetas o las escarpas no puedes caminar tampoco. Ni siquiera una niña pequeña puede caminar bien porque está llena de baches y agujeros. Los espacios que hay para la niñez son privados. Las infancias se viven en las casas, dice Xixi.

En la última década, los espacios “childfree” han comenzado a popularizarse. Existen cientos de restaurantes y hoteles, casas en renta o departamentos, que prohíben la entrada a niñas y niños.

La terapeuta Regina Carrillo explica que es importante fomentar la conciencia en los y las cuidadores de que primero está la salud y seguridad de la niñez, y hay espacios que no son seguros para ellxs. Sin embargo, esto no quiere decir que deba haber espacios “libres de niños”. 

—Las infancias son personas. Y tienen tanto derecho a ocupar un espacio como tú. Tenemos que aprender a convivir y el problema es que no sabemos convivir con las infancias. La ciudad no está hecha para ellxs.

Todo el mundo recuerda con nostalgia esos días felices en los cuales niñas y niños salían a las calles a jugar. Xixi cuenta que en la colonia donde vive ahora ya no es posible salir a jugar con los vecinos porque los coches han invadido las calles. Ella recuerda su infancia en otro país comiendo pipas de girasol, pateando la pelota y tomando transporte público a los 10 años.

—Me movía sola por la ciudad porque había cierta infraestructura y eso te da autonomía, responsabilidad. ¿Y los adolescentes a dónde van? Al centro comercial. Está bien difícil el espacio público.

Erika Ancona es artista, mamá y tiene una compañía de teatro para infancias. Al preguntarle sobre si los espacios culturales son accesibles para las infancias, responde que hasta ahora no conoce un espacio dedicado completamente a ellos. 

—La seguridad es un tema que como mamá y como artista me ha tenido con los pelos de punta a la hora de la función, ya que las gradas de algunos espacios se mueven, son muy altas, están en mal estado, hace mucho calor y no cuentan con salidas de emergencia. 

Agrega que la mayoría de la oferta cultural está en el centro de la ciudad y en los fraccionamientos, colonias y periferias difícilmente hay un centro cultural cuya oferta sea económicamente accesible. 

Fátima cargando a su gatito Pelusa, atrás está un perrito que también se llama Pelusa

 

¿Qué significa ser niñx?

“Que puedo disfrutar más de la vida”

Jonathan. Abril 2021

El universo de las niñas y los niños entrevistados está conformado en gran medida por lo que viven en sus casas, en la escuela y lo significativo que resulta el juego con sus amigxs. La mayoría dice que no quiere ser grande y relaciona esa etapa de la vida con trabajo y responsabilidades.

Pero esa no es la realidad de todxs. Conocimos a niñas trabajadoras y otra entrevistada, la creadora escénica Jazmín Alhelí, también lo menciona en sus recorridos por el espacio público para hacer teatro. Desde hace un tiempo ha experimentado lo que llama “juego libre” en el cual cruza dinámicas teatrales con los juegos populares. Pues la relación entre juego y cultura, para las infancias, es muy estrecha.

— En las avenidas, los semáforos, puentes, sitios turísticos, ferias, tianguis o camiones veo a las infancias trabajadoras. Pienso en cómo puedo proveerles de herramientas escénicas que les potencialice lo que ya hacen a diario. El teatro para mí, en este momento, ha cobrado sentido en la carretera, en la brecha, en el parque, en el estacionamiento, en donde sea que haya una infancia dispuesta a jugar conmigo unos minutos.

Jazmín dice que, en números y mapas, ha crecido la oferta cultural para las infancias en Mérida, Tecoh, Kimbilá, Kanasín, Dzitya, Izamal, Umán y Sotuta pero eso no quiere decir que su derecho a la cultura esté garantizado por completo. 

A. en primer plano, tocando la cámara

 

Lo que tienen en común todas las respuestas es la necesidad de que se vea a las infancias como personas capaces de incidir, transformar y construir el mundo en el que viven. Desde las artes y la educación hay pasos dados pero la niñez, como las personas adultas, también viven en desigualdad.

—Estuve trabajando en la comisaría de San José Tzal y lo primero que vimos en el diagnóstico es que había cero actividades de inclusión infanto-juvenil. Saliendo del periférico está más grueso: sus padres están trabajando y no hay ninguna actividad. No hay deporte. 

Aclara que la necesidad de movimiento es parte importante para esta etapa y uno de los errores de la escuela tradicional, que lleva dos siglos vigente, es precisamente esa falta de juego. 

—Muchos aprenden más en movimiento, necesitan el juego. El derecho al juego es algo que se ve de tercera categoría. Al adulto que juega no se le ve como serio. Y eso es terrible. 

Erika dice que antes de ser mamá, veía el mundo de otra manera y ahora, por la experiencia con sus tres pequeños, siempre está atenta a cómo es el espacio de juego. Coincide en que las escuelas públicas están diseñadas para adultos, pues tienen colores serios, espacios sin juegos, sin árboles, sin un área que funcione para descansar y regresar motivados después del recreo. 

—Imagínate, escuelas con murales de colores que solo con verlos sientas ganas de estar ahí, escuelas con espacios llenos de árboles para sentarse a leer, con un huerto, salones con sillas cómodas y por supuesto con áreas en las que todos y todas puedan moverse con libertad. ¡Sería  increíble!

Niños de El Roble platicando entre ellos

 

¿Qué extrañas en la pandemia?

“La escuela, porque ahí sí nos explican lo que tenemos que hacer. En las clases en línea solo te ponen la tarea y si no entiendes, no te explica el maestro”

Jonathan. Abril 2021

El mes pasado, el INEGI dio a conocer que 5 millones de niñas y niños no se inscribieron al ciclo escolar por motivos de la pandemia. Si la escuela no era el lugar ideal, las pantallas (algunos de los entrevistados toman clases en el celular de sus mamás), menos. La mayoría de la niñez entrevistada dijo que extraña a la escuela porque era el lugar en el que socializaban y jugaban con otrxs niñxs. Los más grandes, añaden que de todas formas no están aprendiendo. 

—Y mira que yo cambiaría el sistema educativo completamente, eso de meter a los niños en un salón, tantas horas frente a un pizarrón… pero lamentablemente, para una gran parte de la población es el único espacio de seguridad, norma, disciplina, socialización y de vida sin violencia a pesar de los pesares. Y se los estamos quitando, los estamos dejando en su casa, o están solos o en trabajo infantil o están viviendo violencia, opina Xixi.

Javi, de ocho años, dice que la escuela en línea es aburrida:

Estar sentado todo el tiempo en la pantalla, no poder ir al recreo. Ahí puedo ver a mis amigos, conversar, jugar, puedo hacer muchas cosas que en las clases en línea no puedo hacer.

Mientras tanto, en la comunidad científica surgen dudas de cómo el aislamiento afectará neuronal y socialmente a las infancias. Xixi opina que las soluciones estandarizadas no funcionan para todo el mundo, y así como no se pueden abrir las escuelas en todas partes, tampoco se deberían mantener cerradas en todas partes. 

El mundo que imaginan las niñas y los niños claramente es muy distinto al que hemos construido las personas adultas. Pensar en ellas y ellos desde el presente y no solo como los seres humanos, ciudadanos, talentos que serán algún día es el primer paso para que el derecho más difícil, la participación, sea garantizada.



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