Por Katia Rejón y Yobaín Vázquez
Ilustración: Luis Cruces
Las mujeres disfrutan ver porno. Esto resulta cada vez menos tabú, pero aún no se logra hablar de esta afición públicamente. Y antes de que esto nos resulte familiar, surge otro hecho inquietante: algunas mujeres disfrutan ver porno homosexual. Sabemos que hay muchos tipos de porno. El yaoi, por ejemplo, sería su versión más ligera, se le entiende como un subgénero del anime en el que los temas se concentran en relaciones afectivas, eróticas y sexuales entre hombres.
Tenemos frente a nosotros a Alejandra, con celular en mano observa el timeline de sus redes sociales y a nuestra pregunta ingenua o mal planteada ¿Sólo ves yaoi o también porno gay? Responde: “Primero empiezas con el anime, con el yaoi. A partir de este género te empieza a gustar también el manga, del manga pasas al fanfiction. Comienzas a shippear1, no sé, por ejemplo, dos miembros de una banda pop”. No hay reparos para consumir fantasías, van desde ver relaciones coitales explícitas hasta leer textos homoeróticos.
Monse también es fan del gay porn y no conoce a Alejandra. Las dos se caerían bien de conocerse: Monse coincide en que su primer acercamiento fue el yaoi.
“Desconocía por completo ese género. Una amiga me dio el nombre de un anime de ese estilo pero no mencionó las relaciones entre dos hombres. Cuando comencé a verlo primero me sentía súper confundida y debo admitir que me sentía un poco mal, como si estuviera rompiendo las reglas. Continué viéndolo porque mi curiosidad despertó al preguntarse qué tan diferente sería una relación homosexual a una hetero”.
Digamos que el yaoi es a la mariguana como el porno gay a las drogas duras. El primero conduce a lo segundo. Quizá sea apresurado hacer ese tipo de analogías. Será mejor ocuparnos de otros asuntos. El porno gay tiene su propia estética, de acuerdo con Alejandra y Monse los hombres son más guapos, limpios y empáticos que en el porno tradicional. Ese es el primer gancho, pero lo que atrapa a las chicas es algo que va más allá del atractivo físico: “Nos creamos historias de amor detrás de lo que para muchos sería sólo algo carnal”, explica Monse.
Pero lo carnal es algo importante, y lo es tanto que la industria del porno homosexual se basa en crear estereotipos. Los activos (los que penetran) tienden a ser musculosos, con barba y tatuajes, mucho más masculinizados e imponentes. Los pasivos (los penetrados) son delgados, con el cuerpo un poco marcado, más pequeños y con cara infantil. Son “niños bonitos”. Monse, como cualquier otras consumidora de porno, tiene sus preferencias de acuerdo a lo que ofrecen las páginas porno: “Personalmente me llaman la atención aquellos que se ven en extremo varoniles y rompen con el estándar homosexual. Son hombres que muchas mujeres desean pero son homosexuales y no se sienten inseguros por eso, todo lo contrario”.
Alejandra también tiene especial interés por el porno con historia: “En Japón hay una rama del porno homo que es sólo para mujeres. Hay historias y celebridades, los activos y pasivos favoritos. Las películas que producen duran 30 minutos y el acto sexual sólo es de 10. El resto es una historia de amor”. Monse la complementa, sin tener un diálogo directo, sobre por qué prefieren este porno por encima del que está dirigido para un público heterosexual: “Pareciera como si los que actuaran tuvieran una complicidad traviesa, erótica y tierna que normalmente no veo que demuestren muchas parejas hetero”.
Con historia o sin historia, ver porno es algo que generalmente no es bien visto. Alejandra confiesa riendo: “Las otras mujeres piensan que estamos enfermas, nos dicen: ¿cómo te pueden gustar este tipo de cosas si eres heterosexual? Pero para nosotras es como ver una película, la vemos en el desayuno y hablamos de su relación como novios en la vida real”. Además que pueden ser excluidas de eventos relacionados con estrellas porno. El 25 de septiembre del 2015 los actores Allen King y Ángel Cruz llegaron a Pride, un club nocturno de la ciudad de Mérida. Alejandra y un amiga quisieron comprar boletos para asistir al show de sus novios favoritos, pero los organizadores del evento se negaron a venderles entradas porque sólo estaba permitida la asistencia para hombres.
Todo aquello no es algo que las desanime. Al menos no a Alejandra, no se avergüenza ni esconde su gusto por el porno gay: “En mi casa saben que veo pornogay. Mi papá me dijo que si era porque soy lesbiana me iba a seguir queriendo. Yo le dije: Sí, papá, gracias; pero no: me gustan tanto los hombres que me gusta ver sexo entre ellos”. Ojalá todos pudiéramos sentirnos orgullosos del porno que vemos.
1 El shippeo son obras de ficción en las que se explora relaciones de pareja que ya existen o que desearían extistieran.