Los hombres que tejen y bordan en Yucatán

Por Angela Caamal España

Brandon Pech es un artesano de Acanceh, Yucatán, tiene 22 años y se especializa en bordar con la técnica de xokbil chuuy (punto de cruz o hilo contado). Este trabajo forma parte de una de las principales actividades económicas en el estado y permite generar ingresos a las y los artesanos. 

Al ser relacionado con las actividades “femeninas”, Brandon ha recibido críticas y alabanzas por igual. Seas hombre, mujer, persona trans o no binarie, cualquiera puede bordar con la técnica de nuestras ancestras, la identidad de género no debería ser un impedimento o una imposición para aprender y realizar el xokbil chuuy o cualquier otra actividad artística.

A pesar de que el bordado no es una actividad  exclusiva de las mujeres, los estereotipos alrededor de este oficio siguen siendo reproducidos y asignados según “el género”. Por ser hombre, Brandon ha sido reconocido en redes sociales por las actividades artesanales que ha llevado a cabo con paciencia, perseverancia y valentía. 

Estamos viviendo en un tiempo innovador en donde los prejuicios, los estereotipos y las etiquetas las debemos dejar en casa para poder salir adelante porque ya nuestra generación es muy diferente. Las mujeres también han luchado por hacer “labores de hombre» y así nosotros los hombres hacemos “labores de mujeres”. O sea, quitar esos estereotipos, quitar esas etiquetas para poder salir adelante simplemente como personas.

Esto no sucede solo en Yucatán: En los Juegos Olímpicos del 2020 vimos a Tom Daley tejiendo en las gradas, fue un momento  inusual,  porque se sigue pensando que tejer o bordar son elementos sustanciales de lo “femenino.” Tom Daley fue captado haciendo una actividad que le relaja en un evento multideportivo que ve todo el mundo y Brandon, desde su comunidad, borda porque le gusta y representa una manera de autofinanciamiento. 

El bordado es una actividad económica alternativa que durante mucho tiempo ha significado un medio para acceder a un ingreso extra para solventar sus necesidades, una parte de la producción es diseñada y consumida por las y los propios artesanos. La comercialización del bordado ha sido un problema para ellos puesto que el regateo se hace presente entre los posibles compradores. La mayoría de ellos son personas que tienen sus propios negocios de reventa y terminan inflando los precios por mucho más de lo que lo compran. Mientras que las y los artesanos acceden, por desconocimiento del proceso de cobranza, al regateo con tal de conseguir al menos una retribución económica por su trabajo, como es el caso de las artesanas de San José Oriente, Hoctún.

APRENDIENDO NUEVAS HABILIDADES

—Aprendí hace tres años, recuerda Brandon. En un viaje, un compañero me dijo que estaba aprendiendo y practicando el xokbil chuuy. Me llamó la atención y, como bailo jarana, utilizo paliacates. La verdad es que me salen caros y me preguntaba ¿por qué comprar si yo lo puedo hacer? Nunca pensé que sería difícil, pero con el entusiasmo y la astucia pude lograrlo. Mucha gente me negó la oportunidad, pero gracias a ese compañero supe qué se trata este arte y cómo elaborarlo.

Es muy común que todavía existan ideas de que los hombres no pueden bordar. En las comunidades aún se tiene naturalizado los prejuicios y estereotipos de qué puede hacer cada quién.

Brandon comenta que otra forma de aprender, que le sirvió mucho, fue la observación. Él observaba y le decían cómo debe de ir la posición de la cruz, la combinación de los colores. Su compañero y amigo de viaje le dijo que buscara en internet los patrones y de ahí mismo comenzó a pintarlos en el canevá (tela gruesa con agujeros bien notables que se emplea para bordar). Aproximadamente, Brandon tarda de 3 a 7 días en el bordado y puede plasmar flores, letras,  puede grabar cualquier otra cosa, pero lo más vistoso son las flores.

A la par, aprendió el tallado en lek ‒una jícara que se obtiene de una planta, cuyo fruto seco es cortado, ahuecado y limpiado para transformarlo comúnmente como recipiente‒  donde nuestras abuelas o mamás ponen las tortillas calientitas. Considera que también es una actividad que se ha ido perdiendo porque los campesinos dejaron de cosecharlo, incluso menciona que solo cuatro personas, incluyéndole, siguen haciéndolo. 

Brando opina que al lek se le debería de dar otra utilidad, aparte de ser tortillero, también es posible convertirlo en floreros, servilletero, alcancía y contenedor para guardar accesorios. 

—Lo tallo, tengo la maquinita donde yo hago el detallado y así fui dándole otra técnica, innovando. Yo mismo busco qué hacer y crear nuevas cosas para que el turista o quién venga, lo compre y tenga salida. El diseño del lek algunos son inventados, pero en la mayoría me guío de los diseños de flores que ya hay o le hago mejoras y cambios.

Para Brandon es importante preservar y enseñar el bordado y el lek a las nuevas generaciones. El joven propone que esto sólo es posible si entre la colectividad de artesanos provenientes de Acanceh se formará un comité para que estas dos actividades sean representativas en el municipio y sean enseñadas a aquellas personas que quieran aprender, ya que para él, las actividades que practica significan una fortaleza porque como joven se siente muy orgulloso. En el proceso y al terminar a veces no cree que con sus propias manos haya producido esas artesanías y quisiera que los demás sientan lo mismo que él.

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