Lectores diversos: personas que leen con las manos y los oídos

Por Yobáin Vázquez Bailón

Ilustración de Luis Cruces Gómez


“La gente se imagina al ciego encerrado en un mundo negro, pero el mundo del ciego no es la noche que la gente supone”. Así dice Borges para admitir que todavía le era posible distinguir colores, pero también hace referencia a que su ceguera parcial nunca lo condenó a dejar lo que más le apasionaba: leer. Borges nunca se ha equivocado. La discapacidad visual no es aquella noche o mundo oscuro que priva a las personas de seguir conociendo historias, personajes y geografías mediante la lectura.

Esta es la ilustración de una joven morena de cabello corto a lo afro, tiene lentes oscuros color rojo quemado y una playera sin mangas. Está sentada al frente de un teclado luminoso. Sus manos están sobre el tablero del cual salen objetos como una torre, un hongo, llaves, una pelota de futbol, un globo, una botella de vino, plantas, una mochila, una baguette, una casa, entre otras cosas. Ella toca los bordes de estos objetos que salen de entre sus dedos. Su propia silueta está iluminada con el mismo tono que el teclado, son líneas muy delgadas que hacen el contorno de su cabello, de su cara y de sus hombros.

 

De acuerdo con el INEGI (2014) la discapacidad visual es la segunda más frecuente en México. En Yucatán, el dato es similar, y además se puede hacer una precisión: alrededor de 27, 793 personas tiene discapacidad visual. ¿Alguna vez nos hemos detenido a pensar cómo le hacen estas personas para leer, ya no digamos literatura, sino medios de comunicación y redes sociales? Es conocidísimo que Borges contaba con amigos que le leían en su casa, pero si viviera hoy, ¿tendría amigos que le leyeran los WhatsApps?

Pocas veces nos damos cuenta de la importancia de leer, siendo que todo el día estamos descifrando letras. Si en este momento, en vez de coronavirus, se desatara una pandemia como la de Ensayo sobre la ceguera de Saramago, muchos estaríamos perdidos.

Necesitamos entender, entonces, que si a nosotros nos parece de lo más natural leer desde un anuncio hasta un meme, otras personas pueden batallar. Para las personas con discapacidad visual, el lenguaje que les facilita leer es el sistema Braille, y para ello utilizan el tacto.

Gracias al Instituto para la Inclusión de las Personas con Discapacidad del Estado de Yucatán (IIPEDEY) pude entrevistar a María Jesús Hercila Ayuso, licenciada en periodismo y con maestría en comunicación organizacional. Su discapacidad visual es de nacimiento y desde muy chica aprendió a leer en Braille. Entre sus lecturas favoritas cuenta a García Márquez, Camus, Saramago y Kafka. Ella me cuenta en qué consiste el Braille:

—Fue inventado por Luis Braille con 6 puntos que son los generadores, 3 puntos hacia la izquierda y 3 hacia la derecha en forma vertical u horizontal dependiendo de cómo se le facilite a la persona aprenderlo. A través de esos puntos se hacen todas las combinaciones posibles para tener las letras del alfabeto y los números, toda la simbología: mayúsculas, minúsculas, puntos.

Aprender Braille es relativamente accesible, pensando sobre todo en las personas que viven en las ciudades. En Mérida, pueden acudir al Centro de Atención Integral a la Discapacidad Visual en Yucatán (CAIDIVY). Sin embargo, una cosa es aprenderlo y otra enfrentarse a problemas muy específicos. De acuerdo con el reportaje de Reyna Paz Avendaño para el periódico Crónica, “la producción de libros en Braille y su distribución en librerías es escasa a pesar de que las cifras de personas ciegas y con baja visión en México rebasa los cuatro millones”. En el mismo reportaje se afirma que solo existen 4 talleres de imprentas de Braille en el país, todas ellas ubicadas en la Ciudad de México.

María Jesús Hercila coincide en que no existen muchos libros en Braille accesibles. Esta escasez también se explica debido a que un libro en Braille ocupa más hojas que un libro impreso en tinta. Aunado a esto, el Braille se va relegando por el uso de otras herramientas que simplifican la vida cotidiana de las personas con discapacidad visual. A estas herramientas se les conoce como tiflotecnología, lo que María Jesús define:

—Son todas las herramientas que digitalmente le permiten a una persona con discapacidad visual tener información: una computadora, un teléfono, lo que sea, cualquier dispositivo tecnológico; a través de aplicaciones que ya sean prediseñadas para una persona con discapacidad visual. Hay aplicaciones que no son diseñadas para personas con discapacidad visual, por ejemplo el WhatsApp, pero a través de lectores de pantalla pueden ser accesibles.

Resulta preocupante que una aplicación como WhatsApp no atienda a usuarios con discapacidad. Habla sobre la poca importancia que los desarrolladores tecnológicos le dan al tema de la inclusión a pesar de que existen herramientas como la tiflotecnología, que no se ha involucrado lo suficiente con otras innovaciones. Para leer libros, las personas con discapacidad visual recurren a aparatos extras, por ejemplo, lo que se conoce como línea Braille, que hace la conversión de las letras al alfabeto Braille; o hay impresoras en Braille y tablets, pero todos estos dispositivos son caros y no todos pueden costeárselos. María Jesús Hercila cuenta que lo más común y económico es usar lectores de pantalla:

—Lo que hace un lector de pantalla, como dice su nombre, te lee la pantalla de la computadora. Si la computadora tiene un documento que dice: Libro Ensayo sobre la ceguera, José Saramago, quinta edición; el lector te va a leer eso. Las personas pueden leer libros, navegar en internet, esos son los pros. Los contras, no toda la información está en digital, hay muchísimo, pero no todo, y no todos los formatos puede leer. Ejemplo, no puede leer una imagen, si el libro tiene ilustraciones que no tengan descripción, el lector cuando pase el cursor por esa parte te va a decir: gráfico, imagen, pero no va a decir nada más, y menos te va a decir si hay un texto dentro de esa imagen.

La predilección por lectores de pantalla desplaza al Braille por la falta de material disponible. Reyna Paz Avendaño ofrece unas cifras poco esperanzadoras: “lamentablemente de las siete mil 427 bibliotecas públicas que existen en el país, solo 100 cuentan con libros en Braille”. Aquí en Mérida, la Biblioteca Central Estatal “Manuel Cepeda Pereza” es una de las pocas que tiene este tipo de libros. De acuerdo con información solicitada al coordinador de la biblioteca, Luis Solís Vázquez, cuentan con una sección con 264 libros en Braille con temas como literatura general, infantil, derechos humanos, Constitución Política, entre otros.

En Yucatán solo hay otra biblioteca que cuenta con una sala con sección de Braille y se encuentra en Progreso, muy próxima a la ciudad de Mérida. Esto habla sobre la centralización de los recursos y materiales con los que cuenta la población con discapacidad visual. Luis Solís Vázquez tiene claro que las Bibliotecas Públicas se enfrentan a estos retos y lo ideal es trabajar en coordinación con otras dependencias:

—En los municipios considero que el problema se debe canalizar también a las áreas educativas o del DIF para que también conozcan otras alternativas de atención para personas con discapacidad visual. En los municipios de Tizimín, Progreso y Tekax se cuenta con Bibliotecas Públicas con una pequeña colección de libros en Braille, como es el caso de la Biblioteca Modelo de Tizimín, enfrente de su edificio se ubica la Escuela de Educación Especial y la consultan frecuentemente según informan.

Es por eso que el sentido de la audición es una forma socorrida para leer, tal como le hacía Borges. Otro ejemplo de ello es Valeria Guzmán, poeta y cantautora de Guadalajara, ella perdió la vista entre los 13 y 16 años debido a una enfermedad congénita. En entrevista con Marco Islas Espinoza para el diario Crónica Jalisco, reconoce la importancia de lectores en voz alta y grabadas.

—Cuando entré a la preparatoria comencé a reconectar con el mundo académico, así que había gente que me leía cosas. Además, iba a una cosa que estaba acá en Guadalajara y ya casi no se usa y se llamaba Fonocultura, donde iban voluntarios y leían libros.

En la experiencia de María Jesús Hercila, los voluntarios son muy apreciados pero se requiere de paciencia y disponibilidad de horario. Es por eso que, aunque la idea romántica de las personas que le leían a Borges es muy bonita, no todos tienen esa suerte y lo que más les funciona es el uso de audiolibros. Luis Solís Vázquez comenta que estos materiales también son frecuentados por las personas de la tercera edad, población a la que tampoco se toma en cuenta sus necesidades. Una de las páginas recomendadas es Sonolibro, pero al acceder al sitio se puede notar falta de lecturas contemporáneas o variedad de temas. Uno de los reclamos de Valeria Guzmán era precisamente ese:

—Te prestaban los audiolibros, pero luego no había nada más, además llegaban lecturas de Uruguay y Argentina, pero era frustrante porque yo tenía otras inquietudes de lectura y algunos textos me parecían infantiles… Y no quiero herir susceptibilidades, pero cuando yo podía leer podía escoger qué leer.

Entonces se vuelve a la misma respuesta para solventar estos problemas: la tecnología. María Jesús Hercila explica que lo mejor es transformar los libros digitales en audiolibro, aunque es necesario cuidar que si tiene imágenes incluya también descripción o si es un libro escaneado y cuenta con figuras o anotaciones con pluma, primero se debe pasar por un programa corrector. Esto hace pensar en el privilegio que significa para muchos leer con tan solo abrir un libro y pasar las páginas.

Es indiscutible que vivimos en una sociedad que no toma en cuenta las necesidades de las personas con discapacidad. Mucho de esto se debe a que si no tenemos un caso cercano o le pasa a uno, es difícil conocer estas situaciones y ser empáticos. María Jesús comenta que uno de los prejuicios que se tiene de las personas con discapacidad visual es que para enseñar cualquier cosa funcional para su vida cotidiana va a ser complicado o que no van a poder. Estamos muy lejos de ser incluyentes con ellos, no estamos dispuestos ni siquiera a conocer su sistema Braille, como bien menciona:

—No mucha gente aprende Braille, realmente lo aprende quien tiene familiares con discapacidad visual y lo aprende porque tiene que ayudar a su familiar, por ejemplo, mi mamá sabe Braille, pero otro familiar lejano no lo sabe. Una persona que no tiene una situación familiar con discapacidad visual dirá: el inglés me va a servir para abrirme campo en lo profesional, para que pueda viajar, ¿pero el Braille para qué me va a servir?

Todavía recién el 20 de marzo de 2020, el medio de noticias Haz Ruido reportó que un joven con discapacidad visual detectó un letrero con signos en Braille afuera del Consejo de la Judicatura, al leerlo descubrió que en vez de decir: “Poder Judicial de la Federación”, indicaba: “Sanitarios Caballeros”. Esto evidencia la poca seriedad de las instituciones para ser incluyentes y de verdad comprometerse con acciones tan sencillas como colocar bien un letrero.

Las Bibliotecas Públicas tienen una enorme responsabilidad para con sus usuarios con discapacidad visual. Luis Solís Vázquez afirma que todas las personas que acuden al acervo en Braille son gente que ya sabe leer en este sistema. Anualmente reciben la visita de la Escuela de Educación Especial para hacer un recorrido y utilizan el material disponible con la ayuda de sus maestros. Estas visitas guiadas están abiertas a todos los niveles educativos y hacen una dinámica que sirve para entender la importancia del sistema Braille:

—Se les explica sobre éste y se les hace conciencia y sensibiliza sobre la inclusión con los usuarios con discapacidad visual. Se hace un sencillo ejercicio en el que cierran sus ojos y se les da a cada uno un libro en Braille, para que por medio del tacto sientan la tipografía realzada.

Queda mucho por hacer, pero se puede empezar por conocer las inquietudes y problemas que tienen las personas con discapacidad visual, tomarlas en cuenta, visibilizar su lucha, reconocer que son personas creativas, independientes y capaces de resolver los retos que se les presentan. Pero sobre todo, conocer sus sueños y aspiraciones. Cuando escucho a María Jesús Hercila hablar sobre lo que le gustaría hacer en un futuro, descubro que es una mujer que tiene toda la intención de cambiar las cosas:

—Mi sueño es especializarme, no se ha podido porque los cursos son muy costosos, pero yo me quisiera especializar. Yo quisiera viajar y tomar cursos de especialización en tiflotecnología. Escuché que una persona con discapacidad visual trabaja en Apple, se llama Daniela Rubio, cuando lo escuché dije: ¿por qué María Jesús no puede trabajarle a Google para Android?, sería mi sueño porque haría todo más accesible en las aplicaciones.

Con esto queda claro: el mundo de las personas con discapacidad visual no es la noche que nosotros suponemos. Es un mundo mucho más amplio y lleno de posibilidades.

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