La escuela del bosque: Una escuela que no enseña a guardar silencio sino a alzar la voz

Por Katia Rejón

 

Entre el bosque mesófilo de las montañas de Xalapa, Veracruz, está Tlalnecapam, una escuela conocida como la escuela en el bosque y un referente de la educación a nivel preescolar y primaria con conciencia ambiental. Fundada en 1982 este plantel está por cumplir 40 años, durante los cuales se ha transformado muchas veces. 

La escuela del bosque es distinta a esas escuelas donde niñas y niños permanecen sentados, en los que se espera que no cuestionen sino que se alineen a la disciplina de las autoridades escolares. Es así desde el inicio, pues nace precisamente de una inquietud de la joven maestra Patricia Santín que hace cuatro décadas, cuando iniciaba sus estudios en la ciudad de México, intuyó que algo no funcionaba en la idea estándar de la educación

—Era una intuición muy profunda de que en las escuelas se puede hacer mucho más de lo que generalmente se hace. Así empiezan las cosas: vas haciendo una visión de lo que puede ser, empiezas a leer, a interesarte, a apasionarte por un tema y tus ideas se asientan en un lugar. Varias personas no queremos esa educación porque están en juego muchas cosas.

Una de esas personas es Juan Morales-Trejo, biólogo, divulgador científico y maestro de primaria. Habla de la importancia de estar abiertas y abiertos a las cosas que se pueden lograr con los estudiantes en un aula, pero también lo que pueden lograr sin esa guía. Así como la manera en la que se piensa la educación, el aula, las y los estudiantes, es necesario repensar el papel que tiene la figura de el maestro o la maestra como alguien que facilita los conocimientos sin dejar de reconocer que la niñez también participa en ese intercambio con sus propios conocimientos.

—En la educación tradicional, la maestra o maestro es la figura de autoridad, quien habla, decide y mueve; y las niñas y los niños son el mero recipiente que memoriza. Cuando empecé a colaborar en la clase fue en comunidades rurales a través del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe). Esa experiencia cambió muchas cosas que yo traía por dentro de una educación totalmente tradicional para pasar a una totalmente activa, donde no te enseñan a “guardar silencio” sino a ser más crítico y levantar la voz, que es una de las razones que dan existencia a la escuela. 

Esto que suena a una utopía, es una alternativa real en esta escuela de Xalapa, donde los huertos son atendidos y cuidados por estudiantes de primaria y kinder. La naturaleza -plantas y animales- son el corazón de la escuela donde no hay cemento sino tierra de la que crecen flores, árboles, frutas y verduras con los que preparan alimentos para la misma comunidad estudiantil. Los baños tienen sistemas para que los residuos se vayan a cultivos, no se gasta agua para jalarle al inodoro sino que se riegan plantas y se abona la tierra. 

Tlalnecapam es un ente en sí mismo, un escenario dinámico donde se cuida, se experimenta y construye de manera colectiva. Sobre eso, Patricia explica:

Tuvimos la fortuna de contar con este espacio e imaginarlo desde cero. Queríamos llenarlo de vida, nutriéndose de toda la actividad de las niñas y niños, de sus inquietudes y de las nuestras también. Y la prioridad era estar en un ambiente natural, definitivamente. Que los niños estuvieran en la tierra, en el pasto, cuidando las plantas o algún animal.  

Además de la sensibilidad por la naturaleza, en Tlalnecapam también es importante educar con perspectiva de género, hablar de violencia, derechos humanos y comunidad.  Por ejemplo, aunque está incorporada a la Secretaría de Educación de Veracruz y tienen que cumplir con los lineamientos del sistema educativo tradicional como los consejos técnicos, también implementa otro tipo de acciones. Tienen un “gobierno interior” en donde los niños también tienen la posibilidad de proponer, discutir o decidir ciertas cosas que le competen como si prefieren comprar una pelota o un juego de mesa. 

—Nos informamos, nos estamos actualizando, seguimos aprendiendo y sin embargo, no dejamos de ser la escuela y la escuela es la que propone algo. Formar una comunidad es compleja pero eso nos permite, después de una semana de trabajo intenso, sentarnos a platicar un poco, dice Juan.

Al preguntarles cómo les gustaría ver a las personas egresadas de la escuela, responden que lo importante no es configurar a un tipo de persona, sino educar para la libertad y el pensamiento crítico. 

—Personas que han sido impulsadas para pensar cada cosa que hacen. Desde por qué gastan tanto un lápiz, hasta por qué no deben lastimar a un compañero o por qué deben terminar una tarea. Todo eso permea en la vida escolar. Es lo que tú dejas que suceda y pase dentro de la escuela: si permiten que se equivoquen o si el error no está permitido; si das chance a que hablen entre ellos, de temas que en otros espacios serían un tabú como el género, la ciencia, la religión, todo eso de alguna manera les va mostrando el camino de un libre pensamiento. Tenemos que hacer esos espacios donde quepan ese tipo de ideas que no caen igual en todos los niños porque también depende de las familias. Saber que son personas comprometidas con la vida, con eso me doy por satisfecha, dice Patricia. 

Se han enterado de que muchos ex estudiantes han estudiado carreras o forman parte de acciones que tienen que ver con la defensa del medioambiente. Algunas veces les han compartido que después de las prácticas de campo en la escuela, les surge el interés y el amor por la naturaleza. Juan añade:

Imagínate qué cosa más poderosa puedes tener si tienes la libertad de pensar y decidir. Y asumes la responsabilidad que conlleva esa libertad. Hay que educar también para darles esperanza, que salgan con muchas herramientas. Eso está bien lindo y también me hace reflexionar en en que es un privilegio que deberían de tener más personas.

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