El bordado, el arte de estar presente

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Por: Nery Chi

“No hay nada más peligroso que una aguja. Te puede sacar la emoción y hacerte ver muchas cosas que tienes pero no quieres ver”. Esa fue una de las frases que más me sorprendieron de Elena Martínez cuando platicamos sobre el bordado. Hablar de esta práctica puede traer recuerdos a algunas personas sobre aquellas tardes en casa de la abuelita. En mi caso, cuando intentaba no enredar mis dedos entre los hilos; y en el caso de mi prima, trataba de minimizar su estrés cuando deshilaba la aguja.

 

Elena Martínez es una apasionada de las artes y cuenta con un espacio cultural llamado Desbordada. Este espacio nació hace tres años y se ganó su nombre porque “se desborda” de cultura. Su amor por la costura nació de su familia.

Su abuela hacía camisones, lencería para novias, sábanas nupciales, entre otras cosas. Recuerda con afecto cómo antes solía ir con su mamá al puerto de Progreso para conseguir telas. Su juventud, en los años 70, fue una oportunidad de explotar su creatividad, pues los almacenes de ropa no eran tan abundantes como ahora, y era común que cada quien se hiciera sus prendas.

Aunque el arte bordado puede llegar a ser popular entre los turistas, muy poca gente quiere dedicarse a eso por completo. Las dos razones principales son la desvalorización del trabajo y la falta de tiempo.

Muchas veces las prendas bordadas tienden a ser regateadas con tal de que se vendan. Y como cuenta Elena, en este mundo donde la mayoría estamos concentrados en el futuro, no muchos se quieren sentar a “perder” horas en contar una historia a través del bordado.

—De repente puedes estar sentada haciendo un bordado y te pierdes en ese proceso meditativo. No copiando un bordado, sino haciendo desde tus emociones ese enjambre, esa filigrana de bordado. Ahí es cuando te vas a perder, de pronto piensas “híjole, ya me duele la espalda, ya tengo cuatro, cinco horas que se me han ido» o alzas la mirada y ves que ya anocheció. Hay máquinas que hacen el trabajo de una o diez bordadoras por minuto. Eso ha desalentado al ser humano bordador, hombre o mujer. También la prisa por vivir. Queremos el factor inmediato. El bordado es tiempo presente.

El bordado suele asociarse a personas mayores, pero algunas personas jóvenes toman la iniciativa de seguir con éstas prácticas. Es el caso de Georgina, quien comparte sus bordados, tanto propios como por encargo, en su página de Instagram.

Ella también creció rodeada de bordados pues su abuelita, su tía y su mamá le enseñaban cuando lo pedía. Incluso ha tomado cursos con ellas y piensa en lo bonito de su historia familiar: tres generaciones que se conectaron por esa herencia textil.

—Es como algo terapéutico, como algo que te reconecta. Los hilos que estás bordando afuera te reconectan con tus hilos de adentro.

Aunque le gustaría dedicarse por completo al bordado, también está de acuerdo que no suele ser redituable. Tal como Elena, sabe que a veces con tal de vender, estos trabajos se venden muy baratos, sin tomar en cuenta, más que el material, el tiempo invertido en él. Elena da su opinión al respecto:

—Si tu vas a un almacén donde tienen la etiqueta del precio, no vas a ir con la gerencia a decir que te lo rebajen, ¿no? Pero hay gente que lo hace con un producto donde la bordadora o el bordador ha dejado el alma entera, su tiempo presente. Eso no tiene precio. Se está comprando el tiempo de una persona y merece respeto.

Además, Georgina cuenta que es más fácil pintar encima de algo que ya pintaste, a bordar encima de algo que ya bordaste. Aunque se podría costurar encima si una puntada te sale mal, no es lo ideal.

 

—Recuerdo las tardes en casa de mi abuela, si algo me salía mal, se lo daba a ella y se encargaba de deshilar mi error y tenía que comenzar de nuevo. Su paciencia lo hacía parecer sencillo, pero hoy siendo mayor, puedo notar que no lo es.

Cada puntada tiene su nivel de dificultad, pero ambas entrevistadas mencionaron una en común que muy pocas personas dominan ahora. El Xmanikté. Según Georgina, la puntada no es muy conocida y no muchos valoran el trabajo que requiere hacer este tipo de puntada.

El Xmanikté también fue el punto de interés de Silvia Carrillo, por eso hizo que fuera la obra principal de su exposición de fotografías con el mismo nombre.

Ahí retrata el Xmanikté y otras puntadas tradicionales, así como las historias de sus 8 bordadoras y 1 bordador. El proyecto también incluyó mucha investigación por su parte y la de su socia, pues antes de empezar, sólo conocían el punto de cruz, una de las puntadas más conocidas. Entre esa investigación, encontraron la leyenda en torno al Xmanikté.

—La leyenda dice que el bordado simula a la serpiente a la espalda, como la geometría de una serpiente. Eso hacía que a muchas mujeres les diera miedo bordarla, tenías que hacer un canto para que las serpientes no vinieran a buscarte en sueños y demás. Este tipo de bordado es muy caro porque es muy difícil, muy tardado, utilizan mucho hilo y muy poca gente lo sabe hacer.

Georgina también cuenta la relación que encontró entre el tipo de puntada y la arquitectura maya en un viaje que hizo a Uxmal. En uno de los vestigios vio el patrón del Xmanikté y luego leyó que en la arquitectura maya, esa es la representación de la serpiente. En palabras de Elena, eso es algo que piensa que hay que decirle a los bordadores para que no se desanimen.

 

Es precioso pensar que los movimientos en tus manos están siendo los mismos que hicieron mis ancestros, la gente de mi etnia que no conocí y que quizá vivieron siglos atrás. Pensar que hoy, estoy recreando sus movimientos es algo rico culturalmente.

Tanto para Silvia, Elena y Georgina, sus futuros siempre tienen al bordado presente. Elena presentará su libro Retrospectiva de una aguja mostrando dos décadas de su trabajo. Georgina planea seguir bordando aunque no se dedique por completo a eso. Silvia espera que en un futuro se pueda hacer un cortometraje sobre todo lo que conlleva el Xmanikté.

En cuánto a mí, platicando con mi abuela sobre los recuerdos de cuando intentaba aprender el bordado, me dice lo bonito que es bordar poemas, y me anima a darle una oportunidad más.