Por Josué Tello Torres
Es el verano del 2023 y SP Distribuciones anunció que los libros de la Editorial Tránsito comenzarán a circular en México. Esta noticia fue el pretexto para entrevistar a Sol, en una plática a destiempo: mensajes de texto, audios e intercambio de correos durante algunos días porque ella cuida a su bebé que nació hace unos meses y yo a la mía de un par de años y, como se dice desde el silencio de la mirada cómplice, no hay prisa en responder o preguntar.
“Son como los veranos de la infancia: plácidos y cada día muy largos», recuerda la editora nacida en Madrid en 1986; y esta imagen que describe da pie a sus respuestas sobre cómo se acercó a la literatura, de la suerte que tuvo porque desde niña encontró un lugar cautivador entre los libros y que en la charla continuará con frases al viento construidas con anáforas.
Los libros de Tránsito Editorial son reconocibles a la distancia en los estantes de las librerías. Si están exhibidos en conjunto, en acomodo por editorial, despliegan su encanto: armonía cromática con nombres de las autoras en minúscula, el título del libro en mayúscula y el imagotipo, la silueta de dos rostros unidos que crean una suerte de círculo-conexión, hacen uno voltee a ver, se acerque y los tome.
Si están de frente, sobre la mesa de novedades, la belleza del diseño editorial se pronuncia aún más porque bajo el nombre del libro y de la autora destaca un collage compuesto por fotografías, un collage pequeño que matiza lo monocromático del libro. El diseño de colección y de cubierta de la editorial corre a cargo de la artista Donna, la menor de las Salama.
El catálogo lo componen 37 títulos, de los cuales 15 tienen por lo menos una reimpresión; 34 autoras de 12 nacionalidades distintas; 11 traductoras que han trasladado obras del francés, inglés, italiano y alemán al español; 5 años recién cumplidos y uno se pregunta “¿Cómo logró esto Tránsito si 3 de esos años fueron en medio de una pandemia y una crisis de papel en Europa?” Y la respuesta uno la puede leer implícita en su sitio web, donde se lee que “para nosotras, un libro es un lugar, el mejor lugar por el que extraviarse y adentrarse en lo desconocido”. Adentrarse a lo desconocido y salir airosas.
Leí que fundar una editorial era un sueño recurrente en ti y, en el mundo de las letras, muchos y muchas quieren ser escritoras; pero en tu caso no solamente querías ser editora, también aspirabas a montar una editorial, ¿recuerdas a qué edad o qué fue lo que detonó ese interés?
—Creo que cuando era muy jovencita era para mí como un pensamiento idílico, algo abstracto, crear una especie de café-librería o una editorial, en todo caso algo con libros físicos. Fue cuando me metí ya en la industria y pasé un tiempo trabajando en Penguin [Random House] cuando me di cuenta de que no me gustaba nada trabajar con libros que no supiese defender bien, en los que no creyese, y entonces volvió a mí con fuerza la idea primigenia, crear una editorial independiente cuyo criterio fuese mi mirada.
En algunas entrevistas has mencionado tu formación visual en la fotografía, ¿cómo nació esa afición?
—Mi madre es pintora, así que desde niña crecí apreciando mucho todo lo visual, la ilustración, la fotografía. Luego, jovencita, descubrí a fotógrafas que me cautivaron mucho, como Nan Goldin o Rinko Kawauchi, y ahí empecé a hacer cursos de fotografía documental. Me empezó a obsesionar ser capaz de narrar con imágenes. Sigo tomando fotos, pero de forma mucho más anecdótica y tan solo por gusto, me deshice de la ambición de crear algo bueno, ¡qué placer!
De alguna manera eso se ve reflejada en la tipografía, el lenguaje cromático y la ilustración de cada edición en Tránsito, ¿cómo fue el proceso para tomar la decisión del diseño de la colección y de cubierta en un principio?
—La idea, desde el principio, era crear una línea editorial minimalista. El uso de un color plano (en lugar de una fotografía, por ejemplo) que enmarca una pequeña ilustración está ahí desde el principio y creemos que ayuda a percibir la cubierta en conjunto de una forma más limpia. Esto mismo nos llevó a escoger una tipografía sencilla, sin serifa ni adornos de ningún tipo.
Cuando pienso en Tránsito también me imagino una red colaborativa que dialoga, escucha, recomienda, crece; empecé a imaginarlas de esta manera con la reedición de ‘La cresta de Ilión‘, porque meses después sucedieron las ediciones de ‘Basura‘ y ‘Entre los rotos‘, ¿escuchaste alguna recomendación de Cristina Rivera Garza o cómo fue tu acercamiento a Sylvia Aguilar Zéleny y Alaíde Ventura Medina?
—Efectivamente, muchas veces una autora lleva a otra. La mano que cura de Lina María Parra Ochoa ha llegado gracias a Lorena Salazar, autora de Esta herida llena de peces, y Basura llegó gracias a Entre los rotos de Alaíde Ventura Medina. Sylvia Aguilar Zéleny es profesora de escritura creativa de la Universidad de Texas y coordina CasaOctavia, una residencia para mujeres e integrantes de la comunidad LGBTQTTI, donde Alaíde escribió su libro. Es realmente bello el tejido que se va componiendo y esta forma de sumar libros gracias muchas veces a autoras que han comprendido muy bien el espíritu de la editorial y que me recomiendan otros libros.
¿Cómo es la relación que guardas con las autoras? ¿Cómo llevas ese proceso de acompañamiento que va desde la edición hasta la promoción del libro?
—Empezamos recién a publicar 10 títulos al año, hasta ahora habían sido menos porque, si no, no era capaz de hacer el acompañamiento adecuado al libro y a su autora. Establezco normalmente un trato muy cercano con ellas, atravesado por la honestidad y el cariño. Yo me entrego completamente a cada libro, puesto que cada título es una apuesta para mí, y trato de hacer que las autoras confíen en mí y que sientan que somos un equipo.
Hay editoriales que tienen traductoras que también se convierten en emblemas en el catálogo, pienso en Marian Ochoa de Eribe en Impedimenta o Selma Ancira en Galaxia Gutenberg, en Tránsito ¿cómo te relacionas con las traductoras, cuáles son las formas de trabajo tanto en cuestiones de edición, sugerencias, visiones literarias?
—Estudié Traducción precisamente y para mí es fundamental volver a enamorarme del texto cuando leo la traducción que me llega. Ha sido y es un honor trabajar con dos profesionales cuya obra traducida había leído ya y admiraba: Raquel Vicedo —que además de traductora es editora y hoy en día trabaja conmigo en Tránsito y que nos ha traducido a Caroline Lamarche y a Alda Merini— y Regina López Muñoz, que nos ha traducido a Marie Darrieussecq y a Chantal Akerman. También trabajo con Laura Salas, otra gran profesional. Confío plenamente en ellas.
Otro rasgo característico es la línea editorial y esa red que se teje a través de la memoria, la ficción y el ensayo “que habla de las mujeres o de lo femenino”, retomo esta última frase de una respuesta que compartiste en una entrevista en 2021, ¿cómo es el proceso de elección, búsqueda y lectura para armar el plan editorial de publicación de cada temporada del año?
—La verdad es que siempre ha sido muy intuitivo. Sigo eligiendo y contratando los libros que encuentro que me emocionan a título personal. Quizá por ello he publicado demasiadas rarezas, libros muy poco comerciales en algunos casos. En ese sentido sí va habiendo cada vez más estrategia en mis procesos: trato de que haya un equilibro en el plan entre traducciones y textos en habla hispana, entre libros raros y exigentes, con otros que pueden alcanzar un público mucho más amplio. Este equilibrio exige mucha creatividad y yo solo estoy aprendiéndolo, practicándolo.
¿Consideras que hay algún título o títulos representativos en su catálogo?
—Las madres no, de la autora vasca Katixa Agirre, es una novela con tintes de ensayo sobre los claroscuros de la maternidad y la defensa de la infancia que se ha convertido en ícono de Tránsito por su contundencia y calidad. También un rescate que hicimos: Marranadas, de Marie Darrieussecq, una fábula feroz y brutal que denuncia los arquetipos masculinos del poder y que se ha convertido ya en clásico de la literatura contemporánea.
¿Te has quedado con ganas de publicar a alguna autora? ¿Cómo es la competencia con otras editoriales tanto independientes como transnacionales por la puja de derechos de publicación?
—Sí, hubo un caso, por ejemplo, de una autora italiana cuya obra estaba a punto de firmar. Luego vino Frankfurt y una editorial independiente más grande ofreció un anticipo mucho más alto. Para mí es clave saber en qué liga juego y saber apartarme y decir, si ese es el caso: ya está, este libro no es para mí, habrá otros.
Hace un par de meses SP Distribuciones anunció que Tránsito llegará a las librerías de México, ¿cómo se concretó la distribución de su catálogo? ¿Qué títulos serán los primeros que podremos encontrar los y las lectoras en México?
—Todo lo referente a México acaba de comenzar. He estado años con ganas de desembarcar allá, pero no era el momento, no quería crecer demasiado deprisa porque creo que puede ser un error que juegue en mi contra. No tenemos un plan fijo, vamos a ir viendo cómo reacciona el público lector allá a los libros de Tránsito. Pero obviamente tenemos muchísima ilusión de empezar a llegar por fin a un país como es México, importantísimo para el sector editorial en español y a título personal también para mí (por ello la literatura mexicana está muy presente en el catálogo, a través de Cristina Rivera Garza, Jazmina Barrera, Alaíde Ventura Medina y Sylvia Aguilar Zéleny).
Por último, ¿qué consideras que Tránsito ha aportado al mundo editorial?
—Buena literatura, libros con los cuales identificarse, pararse a pensar, procesar o pasar un buen rato. Una mirada sobre el mundo que une y teje vínculos entre personas afines.