Donde la playa desapareció: los altibajos del combate a la erosión costera en Yucatán

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Texto y fotos de Lilia Balam

La playa. Si a Lourdes Magaña, comerciante de Mérida, Yucatán, le preguntan por sus recuerdos más felices de la infancia, esa es su respuesta automática. La enorme extensión de arena blanca en la que se sentaba a esperar las puestas de sol en verano y jugaba con sus hermanas y hermanos voleibol o sóftbol. 

A finales de 1970 su familia, pese a contar con pocos recursos económicos, se las ingeniaba para rentar una casa cerca de la calle 12 de Chicxulub, comunidad perteneciente al municipio costero de Progreso, en esta entidad al sureste de México, para pasar las vacaciones veraniegas.

“Solo íbamos a la casa a dormir. Nos despertábamos temprano para ir a la playa a ver el amanecer. Yo jugaba horas en la arena, hacía la casita con la que soñaba, echaba a volar mi imaginación. Ahí aprendí a nadar. No usaba bloqueador y a la fecha tengo la nariz despellejada, como con cicatrices. Pero no me importaba. Pasábamos toda la tarde-noche ahí”, cuenta con nostalgia. 

Este año regresó al lugar más alegre de su niñez, pero no pudo rescatar sus recuerdos. Ya no hay playa. El mar embiste directamente a las casas. “El cambio es brutal”, añade.

Se podría pensar que todo es fruto de la percepción de Lourdes, pero no es así. La playa donde desemboca la calle 12, localizada al este del muelle de Chicxulub, es uno de los focos rojos de erosión costera en Yucatán: pasó de tener 14 metros de extensión de arena en el 2006, a solo cuatro metros en el 2023, de acuerdo con el profesor del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav), Jorge Euán. 

Ninguno de los especialistas, pescadores ni vacacionistas consultados por Causa Natura Media para realizar este reportaje sabe con certeza cuándo comenzó, pero todos coinciden en que en los últimos 40 años el mar se “comió” las playas de la costa norte de Yucatán, y que esa problemática no sólo genera daños materiales: también amenaza a la biodiversidad y al tejido social del estado. Además, coinciden en que han visto varias propuestas para solucionar la problemática, pero no resultados.

La playa donde desemboca la calle 12 de Chicxulub, en Progreso, perdió 10 metros en 17 años. Foto: Lilia Balam.

Un fenómeno natural se volvió un problema

Aunque no lo parezca, la playa es un ecosistema frágil e inestable, pues en ella se conjugan los ciclos de las mareas, de corrientes marinas y de sedimentos, como la arena. Uno de  estos ciclos es el de erosión-depositación, que puede ser anual o semianual: normalmente, las playas se desgastan durante los inviernos o en temporadas de tormentas y huracanes, pues los nortes, lluvias y vientos, así como los oleajes fuertes y cortos, se llevan los sedimentos mar adentro.

Pero en verano o en épocas de calma, cuando las olas son menos grandes y rompen con frecuencias más largas, la arena regresa desde el fondo del mar, permitiendo que la playa se recupere. Este proceso puede ser rápido o lento, dependiendo de la fuerza de los fenómenos meteorológicos que hayan impactado en la zona. 

En el caso de las playas yucatecas, los sedimentos llegan desde el lado este hacia el oeste, de acuerdo con el jefe del Departamento de Recursos del Mar del Cinvestav, Alejandro Souza.

Sin embargo, en las últimas cuatro décadas, la arena no ha regresado a ciertos puntos de la costa de Yucatán: las playas solo se han desgastado. Y si bien factores naturales como el cambio climático influyen en este hecho, lo cierto es que las acciones humanas son las que están impidiendo que ese proceso natural ocurra.

Los focos rojos

Algunos estudios señalan que, en promedio, en toda la península de Yucatán se perdieron 19 metros de playa de 1980 a 2019. En 2007 el Cinvestav estudió cómo se encontraban las líneas de costa de la entidad y detectó que en 27% de toda la franja costera había viviendas separadas por menos de 10 metros del mar.

La Tarjeta de Reporte para la Costa Yucateca, elaborada por el Laboratorio Nacional de Resiliencia Costera (Lanresc), en el 2017, precisa que el tramo del municipio Dzilam de Bravo al de Hunucmá se encuentra en malas condiciones en términos de erosión costera, en específico, las playas de Telchac y Progreso. 

Esto lo confirman especialistas del Cinvestav, la Unidad Académica Sisal de la Unam y la Uady, quienes analizaron imágenes satelitales capturadas en distintos años con herramientas como Google Earth, para comparar las extensiones de las playas y medir el avance del mar. 

Así detectaron “focos rojos” de erosión dentro de la franja costera que se encuentra en peores condiciones. 

Por ejemplo, el profesor del Cinvestav, Jorge Euán, identificó retrocesos de hasta seis metros por año en varios puntos de Telchac. También considera focos rojos a las tres comisarías costeras de Progreso: Chelem, Chuburná y Chicxulub. La primera ha generado preocupación, pues ahí se han implementado diversas medidas para combatir la erosión sin que alguna rinda frutos.

Tal es el caso de la calle 12, que estaba plagada de espigones que no fueron efectivos. En el 2005 esa zona ya no tenía nada de sedimento, así que las estructuras fueron retiradas y se realizó un relleno de arena de entre 10 y 12 metros. Pero el remedio solo duró 5 años: desde el 2011 el sitio no ha vuelto a tener playa.

Chicxulub es otro punto crítico para Euán, quien señaló específicamente el sitio donde Lourdes Magaña construía sus recuerdos felices de la infancia: la calle 12, que perdió medio metro por año. 

Chuburná, también es considerada una zona crítica. Estimaciones del investigador Alec Torres, de la Unidad Académica Sisal, indican que en la Laguna de la Carbonera el retroceso es de aproximadamente seis metros por año. 

Si bien, en Yucatán toda la línea costera tiene un perfil similar: los oleajes y las corrientes son constantes en todas las playas, no todas están erosionadas.

¿Cómo llegamos a esto?

Algunos investigadores, como Torres y Souza, señalan la ampliación del Muelle, realizada a finales de 1980, como una de las causas de la erosión en la costa norte de Yucatán, pues la intervención no fue planeada adecuadamente y modificó el oleaje en la zona.

Otra son los puertos de abrigo (los lugares donde se resguardan las embarcaciones): los académicos indican que en Yucatán fueron construidos excavando en los humedales de las ciénagas y para conectarlos con el mar se abrieron entradas que, naturalmente, se llenaban de arena.

Para evitar eso, se instalaron escolleras, unos muros de palos y piedras, que detienen el transporte sedimentario. Dado que en la entidad la arena se mueve de este a oeste, las escolleras propiciaron la formación de playones en el lado este de los puertos de abrigo, y, al impedir el flujo del sedimento, erosionaron las playas localizadas en la zona oeste.  

Otro factor crucial son los espolones, geotubos y otros “remedios” temporales, que de acuerdo con Appendini, tuvieron su “boom” a finales de los 80, cuando ante los primeros vistazos de erosión en la costa norte, las personas propietarias de viviendas frente al mar entraron en pánico y comenzaron a tomar medidas improvisadas para mitigar la erosión en sus terrenos, sin saber que eso estaba agravando el problema.

Las mencionadas estructuras sirven para retener arena, por lo cual suelen ser efectivas para mantener la playa. Pero eso significa interrumpir el flujo de sedimentos en la costa. Y el remedio se transforma en la enfermedad. 

“Vieron que detenían un poco la erosión. Entonces todo se llenó de espolones. La gente solita creó un problema de erosión, porque pones uno y en 24 horas te erosiona aguas abajo. Eso pasa cuando la gente percibe un peligro y toma acciones que no tienen bases ingenieriles. He visto casos donde las personas colocan espolones para protegerse, pero lo hacen en el lugar equivocado y acaban incrementando la erosión de su propio terreno”, sostuvo el académico.

Actualmente, para realizar cualquier tipo de intervención en el mar se requieren permisos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Sin embargo, se ha detectado un número alarmante de ese tipo de obras instaladas sin autorización. Pese a eso, menos de la mitad han sido retiradas.

La falta de planeación y el boom inmobiliario son consideradas causas primordiales del grave problema de erosión, pues la evidencia indica que justo donde las playas están más desgastadas es donde se erigen todos los condominios y casas veraniegas. 

Las regulaciones de construcción en la costa son relativamente nuevas. De hecho, fue en julio del 2007 cuando se promulgó el Programa de Ordenamiento Ecológico del Territorio Costero del Estado de Yucatán (Poetcy), mismo que fue reformado en el 2014. 

Gracias a ese reglamento, ahora está prohibido realizar construcciones a menos de 20 metros de manglar o a menos de 40 metros de un cuerpo de agua. Tampoco se puede edificar en la primera duna, ni destruir la vegetación rastrera que la caracteriza.

Además, se exige realizar una Manifestación de Impacto Ambiental (MIA), previo a cualquier tipo de obra, y dependiendo del tamaño del terreno, de la ubicación y del uso de suelo, se solicita conservar un porcentaje del área sin construir.

Sin embargo, hace 60 años el panorama no era el mismo. En el “afán de estar frente al mar” la ciudadanía edificó sobre la duna, y para construir bardas o piscinas quitó la vegetación rastrera que la caracteriza, la cual además de amortiguar inundaciones, proteger a la costa de oleajes y vientos y ser hogar de distintas especies animales, tiene la función de retener y fijar la arena, explicó Brito.

“Si la gente no respeta el sistema natural, hay consecuencias”, sostuvo Appendini, quien agregó que también se comenzaron a construir accesos rectos a la playa, lo cual favorece las inundaciones. 

Desafortunadamente, no todo se debe a acciones pasadas. Tanto Appendini como Brito aseguraron que a la fecha, se siguen detectando casos de incumplimiento de los parámetros del Poetcy, que vulneran la primera duna, los mangles, cuerpos de agua, la flora o la fauna costera. 

El académico de la UNAM ha detectado casos de grandes complejos construidos frente al mar, y no descartó que existan redes de corrupción que permiten la realización de obras que no cuentan con los permisos correspondientes.


Viviendas de Chelem, Progreso, ya presentan graves afectaciones por la erosión costera. Foto: Lilia Balam.

Otra de las causas de la erosión es el calentamiento global, que no solo incide por el derretimiento de glaciares y el aumento del nivel del mar, sino que también genera tormentas y huracanes más fuertes, propiciando vientos y oleajes más agresivos, los cuales desgastan la playa de manera frecuente, sin darle tiempo de recuperarse.

Un factor que no se ha analizado a profundidad, pero podría estar vinculado es la escasez de arena es la posibilidad de que las fuentes de sedimentación estén mermadas, de acuerdo con el doctor Euán.

*Puedes leer el reportaje completo y originalmente publicado en Causa Natura Media.