Dayana Maldonado, la artista venezolana que quiere cambiar al mundo a través del collage

Por Iván Reyes (Venezuela)
Ilustración: Rocío Rojas (Perú)

Dayana Maldonado es venezolana. Tiene 25 años, es artista, vive en Caracas y ama el mango. Es su fruta favorita. Tan importante es el mango para Dayana, que siente un poco de miedo si llega a mudarse a un país donde esta fruta llegase a ser muy costosa. En Caracas, y en buena parte de Venezuela, el mango está al alcance de todos y de forma gratuita. Cuando es temporada de mangos, basta con pasarse por algún árbol que esté cargado y agitar un poco las ramas para que caiga esta fruta que enloquece a propios y extraños del trópico. A Dayana también le gusta El Ávila, esa montaña imponente que se ha convertido en el elemento más identificativo de Caracas y que marca el norte de la ciudad. Siempre que te pierdas en Caracas, miras al norte y allí estará la montaña.

Dayana tiene el cabello oscuro y largo y los ojos un tanto achinados. Su piel morena se encuentra mezclada con varios tatuajes que saltan a la vista. Su rostro, además, está acompañado de dos perforaciones expandidas en sus orejas. Es una persona con un tono de voz calmado. Le gusta pasar el tiempo con su gata y dos perras.

La venezolana estudió ciencias audiovisuales y fotografía. Desde pequeña siempre demostró iniciativa por el arte. Pintaba, hacía manualidades e incluso intervenía sus juguetes. En el colegio personalizaba sus cuadernos de estudio, algo que ella define como su primer acercamiento al collage, actividad que ahora realiza a diario y que representa su principal pasión y fuente de ingresos.

 

¿Por qué elegir el collage como herramienta de expresión artística?

Porque me hace plenamente feliz el momento de crear. Porque es económico. No tengo que comprar pinceles y pintura para hacer un cuadro. Los elementos del collage los tienes diariamente. Sirve para reutilizar algo que normalmente se bota. Por eso es una de las formas que siempre he utilizado para expresarme artísticamente.

Siempre me he sentido muy a gusto y muy en paz cuando me pongo a recortar cosas. Es como si entrara en una cápsula. A veces siento que lo elegí por naturaleza. Que era lo que me gustaba hacer desde pequeña y con eso me casé para siempre. No hago collage digital porque siento que yo influyo más con materiales que pueda palpar. Es una experiencia desde que eliges los materiales hasta que está listo.

¿Qué otras actividades relacionadas con el arte te gustan?

Me gusta mucho pintar, aunque no lo hago tanto. Siento que lo que más me gusta hacer es el collage. El dibujo me resulta más complejo y suelo quedar inconforme con el proceso porque no lo practico tanto. A veces siento que el día tiene que tener más horas porque siento que no puedo hacer todo lo que me gusta hacer. Es algo que me gustaría desarrollar más adelante.

También me gusta mucho el tatuaje y siempre me he visualizado haciendo tatuajes, pero experimentar el collage en la piel. Pero no he podido llevarlo a cabo porque todo el dinero que pude hacer en 2020 lo usaba para comida y para tratar de sobrellevar este caos. Los primeros meses de pandemia fueron muy fuertes y siento que todavía no me recupero mentalmente de ese momento. Paró mi ritmo de hacer y crear, y de vender. No tenía cerebro ni dinero para eso, sino para comprar comida y medicina.

¿Qué sentiste la primera vez que vendiste una de tus piezas?

Fue increíble. Pero yo sentía que era algo que la gente no iba a comprarme. Lo que yo hacía lo guardaba para mí. Yo lo podía mostrar en redes sociales, pero no con motivo de venderlo. Yo quedé desempleada mientras estaba en la universidad y eso fue un caos. Me pagaba la universidad y por eso es que estaba trabajando. Sentí que el desempleo era un hueco en el que caí, pero que tenía que tratar de resolver.

Traté de invertir algo de dinero comprando obleas, arequipe y helados para venderlos en la calle, pero eso no funcionó. Siento que las personas que venden en la calle tienen un don y lo hacen de una forma increíble. Yo sentía que no estaba cómoda con eso. Tampoco quería parar de estudiar. Pero unos panas que conocían lo que yo hacía me dijeron que intentara poner mis collages en venta. Yo no sentía la seguridad de vender algo así. Sentía que arriesgarme iba a desanimarme porque siento que la gente es muy cruel. Pero al mismo tiempo no tenía nada que perder.

Hice algunos cuadros de El Ávila, que los veo ahora y, en lugar de criticarlos, los veo como una evidencia de lo mucho que he evolucionado. Y es bastante gratificante. No tenía nada de recursos y entonces busqué algunos materiales para la base. Entonces conseguí madera de una carpintería. Los limpié lo más que pude y les pinté el borde de negro. Hice cinco cuadros de El Ávila y subí esas fotos a Twitter. Me acosté a dormir y en la mañana fue una locura la cantidad de gente escribiéndome.

La gente reaccionó de manera positiva. Pude vender todos los cuadros y pagarme el semestre de la universidad. De no haber sido por una situación de aprietos, yo jamás me hubiese atrevido a poner en venta algo que yo hacía. Fue donde todo empezó y es bastante chévere acordarse de eso.

¿Cuál es el material que más usas para la elaboración de tus piezas?

El material que más uso son los billetes devaluados. Yo empecé a guardarlos y mi familia también me dio un montón de billetes. Cuando los empecé a usar en mis collages era un toque diferente. También usaba tickets de metro. Pero siento que a la gente le gusta el tema de los billetes. Además, es una forma de demostrar que nos podemos construir una y otra vez.

También es una forma de darle un fresquito a la gente y demostrar que todo se puede transformar. Me gusta mucho trabajar con cartón y plástico, especialmente por el tema ambiental. Es una manera de ser conscientes y de reinventarse. Tengo una bolsa repleta de basura que estoy pendiente de que no me boten porque la puedo usar para trabajar.

Normalmente haces arte con paisajes caraqueños. ¿Cuál es tu lugar favorito en Caracas?

La zona del centro. Yo iba mucho a los museos y aunque veía las mismas obras todo el tiempo, era algo que me hacía sentir bien. Caracas me ha inspirado demasiado. Sus contrastes, sus edificios frente a un caserío, su peligro y su prestigio, si se quiere. Caracas tiene mucho contraste. Siempre represento las torres del Parque Central, porque me parecen increíbles. Hay arte en las autopistas, en el metro. Caracas es demasiado mágica si la ves desde el alma y el corazón.

¿Por cuánto tiempo pensaste que estarías haciendo collages?

Siento que es algo que yo nunca voy a dejar de hacer. Podrá pasar el tiempo, se podrán acabar los billetes en Venezuela, pero siento que es algo para toda la vida. Con todas las cosas. Con un ticket de metro, con una tarjeta, con un libro roto: con cualquier cosa se puede hacer collage. Y eso es lo bello del collage, que es infinito. No hay una excusa para no hacerlo. Es accesible para todo el mundo y es algo que nunca voy a dejar de hacer.

¿Con qué material nunca has trabajado y te gustaría trabajar?

He usado monedas, pero todavía creo que no sé usarlas como me gustaría. Quiero usar la moneda como collage, pero no sé cómo hacerlo porque las monedas son plateadas. Me gustaría hacer algo con eso y con el collage. Es algo que haré en algún momento.

¿Cuál es el material más complejo para hacer un collage?

El plástico. Es complicado porque el pegamento nunca se seca por completo. Es difícil que el plástico se pegue de verdad a otra superficie. Me ha costado mucho trabajarlo, pero esa es la meta: utilizarlo porque es uno de los materiales más contaminantes que abundan.

¿Las personas tienen algún paisaje que te piden para tus collages? ¿Cuál es?

La gente suele pedir las composiciones de El Ávila. Eso me ha ayudado mucho a evolucionar y a hacerlo un poco más real. Mis collages al principio eran la forma de la montaña y algunos cuadritos que simulaban los edificios. Ahorita me atrevo a hacer los edificios como son y que se entienda que son las estructuras. El Ávila mueve mucho los sentimientos de la gente.

¿Cómo te ves de aquí a cinco años?

Me veo con mi marca. Muy exitosa. Estoy haciendo franelas también. Buscando migrar el collage a lo textil para que la gente tenga alguna pieza de arte andante. Quiero que eso evolucione mucho. Me gustaría hacer camisas ecológicas y que tengan collage. Me gustaría estampar en formatos grandes para hacer tapetes, por ejemplo.

Nunca he salido de Venezuela y me gustaría mucho conocer algún país. Me gustaría también conocer algunos lugares de Venezuela y tener poder adquisitivo para poder hacer ciertas cosas. Quiero exponer, quiero que mi trabajo lo vean otros venezolanos por el mundo y gente de otros lugares, para que puedan, a través del arte, sentir lo que uno siente y lo que vale nuestro país. Me veo en un mundo sin covid, viajando. Viajar debe sentirse increíble, siento que es liberador. Me veo viajando con mi arte y me veo feliz.

¿Cuál es el lugar soñado donde te gustaría exponer tus piezas?

Yo siento que el hecho de exponer una pieza física en un lugar fuera de Venezuela es ya un sueño. No importa donde sea: si es en Nueva York, en Madrid, en Argentina. Donde sea. Yo siento que eso sería un “sueñazo”. Lo imagino y es increíble. Estar en ese momento parada, viendo mis piezas en un lugar ajeno. En un lugar donde vas a representar a un país, a un montón de personas. Me gustaría tanto. ¿Te imaginas exponer acá en la Galería de Arte Nacional? Yo no quiero morirme para que me expongan en ningún lado. Yo quiero vivir todo eso.

Esta entrevista fue publicada originalmente en Distintas Latitudes. Medio con el que Memorias de Nómada forma parte de la Coalición Latam

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