Volver al mar: La intuición, el riesgo y los cierres de Ange Cano

Por Katia Rejón 

Fotografías de Kelly Gómez

Ange Cano lleva una gorra con garzas alzando el vuelo y un traje de baño de plantas tropicales. Abre la puerta de una casa de verano que rentó en Chuburná Puerto, una de las playas de la costa yucateca, donde los manglares todavía enmarcan la carretera pequeña. Sus dos perritas la siguen y una de ellas chapotea en su minúscula piscina. Nos sentamos en la terraza que da al mar donde en los últimos días Ange ha pasado las tardes trabajando en sus recuerdos para escribir un libro sobre el mar.

—Crecí en Mérida pero los recuerdos de mi infancia son, en su mayoría, en la playa. Siento que es parte de la vivencia yucateca venir todas las vacaciones a la playa, dice mientras nos sentamos frente a las olas.

En su perfil de instagram, Ange tiene más de 250 mil seguidores y se describe como creativa. Siempre creativa. Estudió artes visuales en lo que era la Escuela Superior de Artes de Yucatán que recientemente cambió su nombre a Universidad de las Artes de Yucatán. Ha experimentado con la foto, el diseño y la escritura. Creó la tienda en línea Solita, una marca de ropa “que alza la voz y acompaña” y una serie de viñetas en la que aparece una chica que ama el mar, se muestra vulnerable y se echa porras. Esa chica que se hace bolita, llora y se abraza con brazos de hule es Ange. 

La intuición 

La historia de Ange con su marca inicia cuando termina la universidad en el 2017. En ese entonces estaba más clavada en la fotografía pero al mismo tiempo le inquietaba el diseño de las playeras que utilizaba. Quería usar ropa que expresara lo que quería decir. Trabajó seis meses dando clases de natación y lo que ahorró en ese lapso fue su primera inversión en un taller de serigrafía.

—En ese tiempo estaba muy sobres en querer compartir mis playeras. Si llegaba Mon Laferte, trataba de meterme hasta adelante en el concierto para lanzar una playera. En una de esas una artista la usaba en algún lado y pegaba. Y funcionó: en un video Mon Laferte sale cantando con una playera de México te amo. La usó Yuya también para el mundial de fútbol, la hermana de Julieta Venegas me respondió un mensaje y le di hasta la totebag que traía, para Julieta. Empezó a funcionar mi estrategia. Es estarlo buscando, obviamente mil personas te van a dejar en visto pero habrá algunas que te respondan.

Pero la Ange que comenzó a hacer playeras en la casa de sus papás con el pesar de su mamá por el olor de la serigrafía, ya no es la misma que atravesó medio país para volver a ver el mar. En 2018 se mudó a la Ciudad de México y ahora, cuando mira para atrás, ve el camino que ha recorrido hasta Solita.

De la Ciudad de México le gustó ser completamente anónima, la libertad creativa que le daba no ser juzgada por nadie. Pero también las cosas nuevas que se le presentaron y que a fuerzas tuvo que probar. 

—Algo tan sencillo como la comida empezó a abrirme la cabeza. Aquí, cuando vivía con mi mamá, si había chiles rellenos yo no quería probarlos, decía: prefiero burritas. Estando ahí ves un mundo de posibilidades y aunque no quieras tienes que comer lo que hay. 

Las ventas de las playeras incrementaron y Ange sintió que necesitaba un lugar más grande para que tanto ella como su negocio crecieran. Había ahorrado dinero pero no tenía un plan, decidió mudarse y en septiembre les anunció a sus papás que se iba a la capital. En octubre ya había rentado una casa. 

—Todo fue muy intuitivo. Yo estudié artes visuales, no marketing ni nada. Cuando vi que ya no me daba ni para el siguiente mes de renta le dije a mi novio, con quien vivía, que me ayudara. 

Comenzaron a hacer gráficas de barras de ganancias y a estudiar las estadísticas de venta, aunque ella no estaba familiarizada con esas metodologías. Tenía dinero destinado para poner una tienda física, pero tras la pandemia decidieron invertir lo ahorrado en una página y en la marca de Solita.  

El riesgo

La marca ha ido cambiando junto con su creadora porque para Ange ha sido imposible separarla de su personalidad. Sí hay un trabajo de curaduría de qué cosas siente que resonarán con las demás personas pero se ha dado la libertad de hablar de lucha social, de cuánto extraña el mar y las ganas de llorar en días tristes. 

En esta búsqueda del proceso y la esencia que mejor le funcionaba, decidió que la tienda virtual de Solita abriera cada dos meses. Durante mucho tiempo Solita fue, literalmente, Ange llevando sola el negocio. Ella imprimía todo a mano y trabajaba tanto que incluso tuvo que ir a fisioterapia para atenderse la muñeca. 

—En la Ciudad de México hay una zona de serigrafía, una colonia donde todo lo que compras está relacionado a la impresión. Llegó un punto en el que yo estaba en la banqueta de esa colonia llorando de la carga, de la presión. Esas crisis las comparto en mis redes y me llegan mensajes de personas que me dicen “contrátame, yo te ayudo”. Pero no es tan fácil. Ese dinero me daba para mi vida y contratar a alguien más es una responsabilidad muy cabrona. No es una empresa grande. 

Ahora ha podido delegar la impresión de las playeras pero la autenticidad de la marca hace que no pueda desprenderse por completo. Dice que hay gente que piensa que lo que hace es vender o subirse “a la moda” del feminismo. Pero aclara que para ella las cosas que crea siempre están atravesadas por sus propias vivencias, y aunque acompaña otras luchas como la de la comunidad LGBT no crea diseños de ese tema porque no lo vive

El secreto no tan secreto de Ange ha sido creer en sí misma y ser determinada en su trabajo. Desde el principio creyó en lo que valía su idea. 

—Cuando les dije a mis papás que iba a dejar las clases de natación para imprimir playeras ellos pensaron que me refería a impresiones en masa. No entendían muy bien que iba a imprimir mis diseños hasta que lo vieron, y tardaron mucho en creerlo. Pero a mí nunca se me pasó por la cabeza que no iba a poder.

Los cierres

Fue hasta este proyecto, escribir un libro sobre el mar, que conoció el síndrome de la impostora. Durante muchos años ha escrito diarios o bitácoras pero esta es la primera vez que está a punto de escribir algo para que se publique. 

Ha pasado media hora de entrevista y el sol comienza a ponerse frente a nosotras. Ange dice que ella quería rentar una casa en la playa de Chelem, a unos kilómetros de Chuburná, donde estamos. Era en Chelem a donde iba con su familia cuando era chavita y ese sentimiento que le regresa como olas es de lo que quiere escribir. 

He estado intentando llevármelo con mucha calma. Pensaba que una vez aquí iba a comenzar a escribir pero me di cuenta de que no me dan ganas de escribir sino de vivir. Estoy enfocada en la experiencia, llevo bitácoras de los días pero quiero sentirlo todo para que una vez que llegue a México comience a escribir.  

No sabe los detalles del libro pero sabe que quiere escribir sobre su relación con el mar y con su abuela, de la infancia, y mezclar la memoria con lo fantástico. Le pregunto si durante su viaje a Yucatán se dio cuenta de algo que no había contemplado antes de venir y dice que estando aquí se dio cuenta de que escribir sobre el mar —sobre sus recuerdos en el mar— era una forma de despedirse de ellos.

Me estoy despidiendo de una etapa que ha estado mucho tiempo en mi cabeza y no lo sabía hasta que estuve en casa de mi abuelo que ya no se parece a la de mi infancia. He estado tratando de recrear cosas como hacer trampas en la playa, intenté hacerlo con mi primito pero no entendía para qué. Me decía ¿qué tal si alguien se cae? Te topas con otra realidad, con otra generación. Tan sencillo como que ya no hay raíces de palmera ni se puede escarbar tan profundo como antes. Tan sencillo como que ya no hay playa. Muchas cosas han cambiado y te topas con eso de golpe.  

Para conocer, apoyar y comprar el trabajo de Ange Cano puedes entrar a https://angecano.com/ 

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