Ser friki feminista, la inspiración para revolucionar los mundos

Por Jimena de los Santos

Ilustración Luis Cruces

Era 1997, aproximadamente julio-agosto (yo debía estar por entrar a sexto año de primaria), de los pocos años en que la familia tuvo recursos para estar la “temporada” en el Puerto, específicamente en Chuburná.

Confesaré aquí que le tengo un profundo respeto al mar y por esos días se estrenaba en México la nueva temporada de Sailor Moon S, misma que era transmitida justo a la hora en que mis papás salían a nadar; por todo lo anterior, yo prefería quedarme en la casa a ver televisión.

En una ocasión mis papás me contaron la “historia” de una niña a la que rescataron de ahogarse, se quedó a jugar con ellos y cuando les preguntó si tenían una hija, respondieron que sí, pero que prefería quedarse a ver caricaturas en vez de salir a nadar, a lo que la pequeña, sorprendida, les dijo “yo nunca haría algo así”. 

Me imagino que mis papás me creyeron lo suficientemente ingenua como para morder el anzuelo, pero nada ni nadie logró que ese verano me perdiera los nuevos episodios de Sailor Moon. 

Ser friki condensa un amplio universo de gustos y actividades, el anime o manga es una fracción de lo que me apasiona tanto. También es una cuestión de compromiso y vaya que esa pequeña Jimena lo tenía, aunque apenas estaba por darme cuenta que había algo “peculiar” en mis gustos; no fue sino hasta que empecé a vivir las burlas de mis compañeras y compañeros de clase por mis “aficiones infantiles”. 

No podría dar una fecha exacta de cuándo me percibí como friki feminista. Sé que la primera vez que me enuncié como feminista fue alrededor de 2005, cuando en la universidad tuve mi primer contacto con sus diversas historias, aproximaciones teóricas y la práctica. En esa época el panorama era muy diferente al actual, no existían las redes de ahora y el acceso a la información era mucho más limitado. En términos personales mi acercamiento al feminismo me dio las herramientas para mirar de una forma distinta a la que me habían enseñado; esto también influyó en mis percepciones como consumidora friki.

En ese sentido, ser friki feminista, al menos para mi, es más bien un posicionamiento que va tranformando nuestra forma de mirar, de crear y al que vamos llegando de forma paulatina. Esto viene de la mano con el hecho de que muchas hemos experimentado, en grupos frikis mixtos, situaciones de misoginia, acoso y esto ha demandado la necesidad de crear espacios por y para nosotras.

Así, el día de hoy hay una numerosa cantidad de espacios que reúnen a gamers, desarrolladoras, ilustradoras, roleras, escritoras, aficionadas e investigadoras de la cultura friki. Y cada vez aparecen más.

Específicamente para mi, ser friki feminista me ha llevado, tal y como me ocurrió con la literatura, a buscar historias hechas por mujeres, y a la vez, a ser más crítica de lo que consumo. En ese proceso, tuve que darme una pausa, porque me resultó sumamente conflictiva la misoginia internalizada presente en una buena parte del anime/manga, ya sea, por ejemplo, en forma en que puede invisibilizar a los personajes femeninos, o bien, la sexualización de los mismos. Durante un tiempo creí que no habría nada más allá de eso; sin embargo, ahora se que me desesperé algo pronto, solo hacía falta navegar más profundo.

Desde mi experiencia como friki feminista, más de una vez viví el escrutinio tras autoproclamarme como tal. Pareciera que hay una lista de contenidos (historietas, manga, cine, series, anime, videojuegos), que una debe consumir para recibir el reconocimiento de ser friki. Así como constantemente las mujeres estamos bajo verificación para comprobar que merecemos ocupar el espacio en el que estamos. Y amix, no va por ahí. 

Esto significa que, en mi caso, y estoy segura que en el de muchas otras mujeres y niñas, viví doble estigma: por ser friki y ser por mujer friki. Podría mencionar un tercero: ser friki feminista, lo que implica que no voy a evitar ser crítica con los contenidos que consumo, o al menos analizarlos desde el feminismo. 

Una vez en la preparatoria, en una escuela mucho más grande y con mayor diversidad, encontré una comunidad más amplia, donde mis gustos eran compartidos.

Uno de mis primeros recuerdos en la vida tiene que ver con mi ser friki, antes de que supiera la existencia del término; estoy segura, que habrán varixs lectorxs que también lo tengan. Sábado en la mañana, lo primero que veo y escucho, sintonizado en Caritele, es una suave balada que recita “sueño que sonriente vienes hasta mí, tus largos cabellos brillan como el sol…”. 

Hasta hoy, creo que no hay canción que me haga sentir lo mismo que el opening de Queen Milennia, también conocida como la Princesa de los Mil Años. Y debo decirlo, las primeras personajas femeninas que me enseñaron sobre lo revolucionario que pueden ser nuestras historias, fueron las protagonistas de los animes. Aunque Queen Milennia fue creada por Leiji Matsumoto, la mayor parte de los contenidos de anime que consumí en mis primeros años, fueron hechos por mujeres. 

Soy una consumidora principalmente de shōjo (niña),  mahō shōjo (niña mágica, por ejemplo Card Captor Sakura) y josei (se traduce como “femenino” y alude a contenidos dirigidos a adultas), categorías que si bien abarcan una variedad de temas y géneros (fantasía, ciencia ficción, comedia, romance, realismo), su principal característica es que están dirigidas a un público femenino. 

Usualmente toca temas relacionados con la amistad, la vida cotidiana y el romance; en caso de tener elementos mágicos, como en el mahō shōjo, la o las protagonistas utilizan artefactos mágicos, van y vienen hacia otros mundos o realidades alternas y, si bien hay partes de acción y batallas, no hay contenido violento. 

Lo anterior no exenta a cualquier persona de ser fanática, lectora y creadora de las tres, por ejemplo, el fandom de Sailor Moon es sumamente extenso y no se ajusta a una sola definición. Sin embargo, me he encontrado con personas que consideran a estos géneros “menores”, prácticamente como todo lo asociado con “lo femenino”; creo que tampoco es casualidad que buena parte de sus autoras sean mujeres. 

Como lectora dedicada a la literatura latinoamericana, encuentro similitudes entre estas posturas y las que han estado presentes en la historia literaria cuando se trata de textos escritos por mujeres. Como friki feminista, puedo decir que fueron Sailor Moon y Guerreras Mágicas mi primer acercamiento con la sororidad; aunque en ese tiempo yo no conocía su nombre, ellas me llevaron, un episodio tras otro, a entender lo que esta práctica significaba, entre otras cosas valorar su propia voz, pero también las de las demás, ser amigas y solidarias sin rivalizar, apreciarse en sus diferencias y ser empáticas.

Mi experiencia como friki feminista tampoco sería la misma sin las mujeres que trabajaron en la difusión, traducción, ilustración y edición de anime/manga en México. Trabajos como el de Gabriela Maya, Adalisa Zárate, Aurea d Freniere y Romy Villamil me motivaron a acercarme a ciertas historias. Pero también, a saber que las mujeres podemos escribir, opinar y publicar sobre nuestros gustos, crear historias para inspirar a otras niñas y mujeres (aquí debo mencionar a La saga shojo, escrita y editada por Adalisa Zárate, Adriana Pasos y Yoshie Kiyota); o bien, que trayectorias de mujeres como Naoko Takeuchi o Chiho Saitō merecían ser reconocidas. 

En revistas que ellas editaron, como Musicanime, Animanga y Conexión Manga, encontré reseñas sobre Shojo Kakumei Utena, que años después tendría la oportunidad de leer/ver y que impactaría mi vida hasta ahora.

En el camino de este mundo friki me he encontrado a amigas muy queridas. Con la talentosa Tania Ramírez vi Paradise Kiss y Ouran High School Host Club; actualmente ella y Addy Rosales tienen un podcast llamado El Ojo Felino. Recientemente platicamos sobre la masculinidad en las películas de Makoto Shinkai y Hayao Miyazaki, porque pensamos que ser friki no te impide tener una mirada crítica hacia lo que consumes. 

Cindy Santos y yo nos hicimos amigas gracias a Utena, ahora ambas estamos en una colectiva, junto con otras muy admiradas mujeres, que busca preservar y hacer tangible la memoria de las mujeres en la historia de Yucatán. Pienso que en cada una de nosotras hay una semilla plantada por autoras, ilustradoras, editoras, difusoras, mangakas, directoras, traductoras y programadoras. 

También, gracias a esas niñas y mujeres, escritas y dibujadas por mujeres que llevaron su imaginación a territorios inesperados, aprendí que estamos aquí para revolucionar el mundo.

*Nota de la autora: Si están en busca de un relato más preciso, por favor, consulten la tesis de Nadiezhda Camacho Quiroz, considero que es referencia necesaria si quieren profundizar en los aspectos históricos y sociológicos del mundo friki en México y Yucatán.

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