Los personajes de Sofía Olmos: entrevista a una actriz que rompió la cuarta y otras paredes

 

Por Katia Rejón

Ilustración de Elo Draws

Antes que cualquier cosa, Sofía Olmos es una mujer que hace lo que le gusta: es actriz, gestora cultural y trabaja en la Jefatura de Programación Escénica de la Secretaría de Cultura de Jalisco. Fue una de las coordinadoras del primer festival de artistas con discapacidad que se hizo en el país en 2019, Trazando Posibilidades, una iniciativa de la British Council México y Cultura Jalisco.

En la ilustración aparece Sofía Olmos. Tiene el cabello corto y rizado, está sonriendo mientras mira hacia un lado. Lleva una camisa color durazno y el cuello color azul. Sus manos están una sobre otra hacia el frente, como asentadas en una mesa y detrás de ella hay un telón abierto, sutilmente inclinado hacia atrás como una ventana desde donde ella sale a mirar el mundo.

—No tengo ningún poder especial. Hago las cosas que me gustan, las disfruto y creo que todo el mundo debería tener ese derecho, tenga o no discapacidad, dice desde una casa en Guadalajara.

En Trazando Posibilidades, artistas con discapacidad de varios estados del país y del mundo se reunieron en Guadalajara para hablar sobre las políticas culturales y la representación en el sector creativo. La sola programación contrariaba a quienes tenemos (o teníamos) una idea minúscula y vergonzosamente desinformada sobre el tema: el monólogo de una persona tartamuda, una mujer en silla de ruedas haciendo danza aérea, y un grupo de performance con Lengua de Señas.

—Acabo de cumplir 38 años y a mi mamá le dijeron que no viviría más de 3 porque era diferente. No había ninguna razón para decirlo, pero era lo que se creía cuando nací. Mis papás me enseñaron que ser distinta me hacía igual a todos y nunca me pusieron límites. Era “pues hazle”.

Hace unos años dio una función del monólogo Un tutú muy apretado en un municipio de Jalisco donde había por lo menos dos personas pequeñas, como ella. Uno era un niño; la otra, una joven en situación de calle que vendía chicles. A ambos les insistió en que tenían que estar en la función.

—Tienes que estar aquí, le dijimos. Ella contestaba: “no, que los chicles”. Te los compro todos, no importa. Si vienes, te los compro todos. Pero ven y veme hacer estas cosas. Te espero hoy. Di la función y al final la muchacha estaba… y yo sí, si yo puedo sí se puede.

Sofía Olmos es una persona muy expresiva. La mitad de lo que cuenta, lo dice también con las manos, con los gestos y el suspenso de la gente que no tiene que terminar una oración, porque con la primera parte te ha dejado claro todo lo que sigue.

Y lo que sigue es que la joven que vendía chicles, ese día, por casualidad, se vio representada en un escenario y algo le cambió en la mirada. Pero Sofía no supo nunca —porque no pudieron contestarle— cuál era la población de las personas de talla baja en el municipio al que fue a dar la función. Ni de las personas sordas, o ciegas o con discapacidad motriz.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2018, de las personas de 5 años o más que habitan en el país, 7.7 millones tienen discapacidad, las cuales representan al 6.7 por ciento de los mexicanos. En el 44.4% de los casos, la discapacidad es causada por una enfermedad y más del 50% de las personas con discapacidad son adultos mayores.

—La representatividad es algo que debería lucharse desde muchos aspectos. Yo soy la menor de tres hermanos y fui la única diferente. Nadie era como yo en el colegio ni en la universidad, entonces mi concepción era esa: todos son así, excepto yo. Y cuando me topaba a alguien como yo en la calle, para mí era el shock.

Al principio, Sofía no iba con la bandera de la discapacidad hacia el teatro. Fue hasta hace 5 años que comenzó, como ella dice, a hacerse algunas preguntas.

— ¿Pero qué hubiera pasado si desde pequeña hubiera visto a una profesora como yo, o una investigadora como yo, o una gimnasta como yo?

En el 2013 montó la obra Escondites, que hablaba sobre un niño con Asperger. Al final de una función, un joven se acercó a saludar y tomarse una foto con los actores.

—Nos dijo: “Hola. Foto. Foto lista.” Y se fue, pero el papá se quedó con nosotros y no podía ni hablar. Nos dijo: “es que acaban de hacer una obra sobre mi hijo, es la primera vez que veo a mi hijo en el teatro”. Para todo el equipo fue un momento muy especial y dijimos: sí, por él hacemos estas cosas.

***

De unos años para acá, en México ha habido ciertos avances en materia de políticas culturales, aunque estamos muy lejos de comprender a las discapacidades y de habitar en un país de verdadera inclusión. Para Sofía, la punta de lanza en las artes fue la compañía teatral Seña y Verbo, fundada en 1993 e integrada por actores sordos y oyentes que presentan obras con Lengua de Señas Mexicana (LSM).

Ahora hay por lo menos tres compañías en Guadalajara, con puestas en escena que hablan de la discapacidad en la dramaturgia y la visibilizan en el formato. Sin embargo, esa es la mitad del camino, ¿cómo acercar a los públicos con discapacidad a esas obras que hablan sobre ellos?

—En Escondites nos preguntábamos: ¿cómo le digo a la población con Asperger que estoy haciendo una obra para ellos? ¿Han salido de su casa? ¿Alguna vez han ido al teatro? Porque acompañada de la representatividad debe haber toda una estructura de protocolos para que entonces se pueda dar esa representatividad.

Recientemente, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura de la Ciudad de México comenzó a aplicar el protocolo universal para funciones relajadas. Se trata de un modelo de espectáculos dirigido a personas con discapacidad intelectual que requieren de ciertas condiciones para disfrutar de una presentación artística: sin oscuridad completa, ni luces estroboscópicas o volumen alto. También tienen la libertad de salir y entrar sin ningún impedimento y no tener que permanecer en silencio durante toda la obra.

Hay muchas necesidades todavía en materia de cultura a nivel nacional: sensibilización de las personas que ocupan puestos de toma de decisión sobre inclusión, plazas en la cultura para personas con discapacidad, redes con acompañantes de personas con discapacidad, más palcos diseñados para personas en silla de ruedas, convocatorias con formatos accesibles, personal capacitado en los espacios culturales para hablar LSM, etcétera.

Pero para Sofía Olmos ninguna solución está en la gratuidad.

—La gratuidad y el Teletón (que sí ayuda a personas que no tienen otra opción pero es muy sucio en muchos aspectos), lo hacían siempre del 2 al 3 de diciembre, pero nunca mencionaban al Día Mundial de la Discapacidad que se conmemora el 3 de diciembre. Además, nunca explicaron por qué lo hacían, ¿para qué tengo el DIF? ¿Una empresa privada hace lo que el DIF no está haciendo? Y los eventos gratuitos… yo estoy en contra de los eventos gratuitos porque le ha hecho mucho daño al arte y no debería ser.

El Consulado Británico también tiene un manual llamado “A puertas abiertas” con claves para crear espacios accesibles. Da un panorama mundial de cómo están varios países del mundo en cuanto a políticas culturales inclusivas, es una «radiografía estadística del panorama de la discapacidad en el mundo», como dice la misma introducción. En el apartado de México explica que el principal tipo de discapacidad en el país es la discapacidad motriz (37.3% de la población). Le siguen: la visual (14%), intelectual (9.5%), auditiva (5.3 %) y psicosocial (4.6%). Que casi en el 20% de los hogares mexicanos hay por lo menos una persona con discapacidad y que los principales problemas que enfrentan son: Desempleo (27.5%), discriminación (20.4%) y falta de autosuficiencia (15.7%).

En cuanto a derechos culturales, establece que las personas con discapacidad tienen derecho a: material cultural, programas de televisión, películas, teatro y otras actividades culturales en formatos accesibles. Así como acceso a lugares «en donde se ofrezcan representaciones o servicios culturales tales como teatros, museos, cines, bibliotecas y servicios turísticos y, en la medida de lo posible, tengan acceso a monumentos y lugares de importancia cultural nacional». 

—Desde el espectador, seguimos con la idea de que con poner una rampa es suficiente. Pero incluso la misma rampa debe tener ciertas características. En la investigación que hicimos para adaptar espacios en Trazando Posibilidades, tuvimos asesoría de una persona en silla de ruedas del Reino Unido y nos abrió los ojos a cosas que jamás habíamos contemplado.

Sofía Olmos es una actriz que ha viajado y comparado cómo viven las personas con discapacidad en otros lugares. En Estados Unidos los sitios incluyentes son comunes precisamente porque de no tenerlos, los dueños podrían ser demandados por personas con discapacidad que también tienen poder adquisitivo y un sentido muy claro de sus derechos ciudadanos.

Estados Unidos, Italia y Reino Unido son países de avanzada en temas de discapacidad. Sofía cuenta que participó en una convocatoria de Europa en la que la oferta no era de actor ni actriz, sino de producción y puestos de gestión para un festival que buscaba a personas con discapacidad para capacitarlas en estos puestos.

Para Trazando Posibilidades invitaron a la compañía Drag Syndrome, jóvenes con síndrome de Down que hacen drag con una postura firme sobre su sexualidad.

—El director [al conocer el panorama de México] me decía: “Pero si es un derecho, no entiendo por qué ahorita lo están dialogando”. Así como es un derecho la educación, el vestido, la alimentación, lo son las cosas que alimentan a la persona cívica que es el derecho a la cultura, el acceso a sistemas de salud pública que tomen en cuenta las necesidades y no solo lo que la gente sin discapacidad cree que necesitamos.

***

Sofía Olmos es una profesional que conoce la historia y el panorama de la discapacidad. Sabe que hablar del tema es hablar de un mundo conformado por submundos distintos y complejos, que la discriminación por discapacidad es algo muy complicado de resolver. De cualquier forma, insiste:

La discapacidad es una condición que todas las personas vamos a generar en algún momento de nuestras vidas: en la vejez, cuando falte la vista o el oído. Y sin embargo, no hay políticas públicas para la discapacidad. Vemos calles, edificios y casas maravillosamente diseñadas pero que ni de locos pensaron en las personas con discapacidad, aunque quien los diseñó eventualmente generará una discapacidad.

Hace un tiempo, Sofía encontró un libro llamado Fenómenos. Enanos y gigantes que hicieron historia de Eduardo Garnier. Los primeros que redactaron y documentaron la existencia de personas de baja estatura fueron los pigmeos y los mayas de la Península de Yucatán. Estos últimos, de acuerdo con la publicación, tenían rangos de sacerdotes porque los creían en contacto con los dioses.

—Una vez fui a Campeche y casi lloro porque había una columna donde estaba grabado un enano bailando y la explicación de la placa decía que era un prisionero que bailaba con cascabeles en los pies, para la persona que lo hizo prisionero. Traía un tocado en la cabeza. En otras épocas los enanos eran la mascota real de la Corte. Mientras más raros y más pequeños, más caros porque lo podían presumir como algo exótico. La diferencia siempre es un tema, siempre se va a hablar de lo que es diferente.

Con esta carga histórica, Sofía recuerda que decir “enano” para los seres humanos es un insulto. El nombre correcto puede ser personas de talla baja, persona pequeña o acondroplasia, nombre científico de la condición física. Pero sobre todas estas diferencias, lo importante no es la condición o la discapacidad sino la defensa de la dignidad simplemente por ser una persona. Sin dejar de hacer evidente que hay caminos distintos para comunicarnos entre todos.

Sofía es una hablante de LSM aunque no es sorda, ni tiene amigos ni familiares sordos. En las clases descubrió que hay otra manera de decir las cosas y de conocer su cuerpo. Habla una lengua que está hecha sobre todo para personas con discapacidad auditiva y para familiares de discapacidad auditiva, pero sabe que en la medida de que más hablantes haya, menos aislados estarán los no oyentes.

—Algo que nunca se debe de olvidar es que no son fenómenos. No es el sordo, la enana, no. Es una persona y como tal sueña, ama, llora, le duele, sí escucha, no es tonto, sabe cuándo es objeto de burla, sabe cuándo la tratan con respeto. Lo único que pedimos todos es respeto. Estamos sobrepasados en ese tema, y veo de forma optimista que existan manuales y nos estemos haciendo preguntas.

Entonces, además de ser gestora en el primer festival de personas con discapacidad en el país, una persona muy expresiva, una profesional que conoce el panorama de la discapacidad, una hablante de LSM, Sofía Olmos es una teatrera que emprendió una búsqueda para hacer lo que quería hacer, y en el camino cambió algunas cosas.

 

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