La salud mental y su representación en el cine durante la pandemia

Por Logan Johnson

Thrillers psicológicos abundan y seguirán habiendo, pero pocos ponen el dedo en el renglón de la salud mental como los tres que debutaron el año pasado: Swallow, She Dies Tomorrow y Yo, Fausto. Está por cumplirse un año de la primera cuarentena obligatoria, físicamente alejados de la sociedad. Casi de manera accidental, el 2020 también se encargó de enseñarnos, con la presencia de tres películas -que no son fáciles de borrar de la mente- cómo el confinamiento puede afectar nuestra salud mental cuando se empieza a desarrollar esa falta de interacción social y se denota la tristeza.

 

Swallow

Bajo una lente poco tradicional, Swallow de Carlo Mirabella-Davis, muestra a Hunter (Haley Bennett, en una de las mejores actuaciones femeninas del 2020) una joven que después de casarse con un hombre de clase alta, desarrolla el trastorno de pica, enfermedad mental y alimenticia de ingerir materiales y objetos que no son alimentos.

Esto se detona en medio de su monotonía por ser una ama de casa, esposa trofeo, encerrada en una rutina que llega a su punto de quiebre el día en que decide consumir compulsivamente una canica, aun a pesar de encontrarse en estado de gestación.

Poco a poco, consume objetos más y más letales que encuentra en su enorme casa, que bien podría aplicarse, tanto para su hogar como para ella misma, aquel dicho de “la jaula de oro”: su cuerpo y su entorno dejan de estar a su control.

Hunter no parece estar convencida totalmente de su embarazo, pero su esposo y la familia de este parecen más desesperados por el futuro heredero. Es vigilada como halcón por un enfermero (que entrega los dos diálogos más poderosos de la película). El estudio de personaje realizado por Mirabella-Davis con poderío y empatía, analiza las miradas frágiles y una dulzura falsa, mientras intentamos desenvolver que hay detrás de la sonrisa perfecta de Bennett:

“Lo que me encanta de Swallow es que aborda cuestiones realmente difíciles que rodean los derechos de las mujeres, el patriarcado y el control sobre los cuerpos de las mujeres. Todo eso está encapsulado en esta historia de autodescubrimiento y de una mujer lidiando con su trauma para poder vivir una vida completamente auténtica», dice la actriz.

 

She Dies Tomorrow

Otra analogía destacable es la disuelta en She Dies Tomorrow de Amy Seimetz cuyo debut en nuestro país fue durante el marco del Festival Internacional de Cine de Los Cabos 2020 en su sección After Dark.

She Dies Tomorrow podría ser la película más cercana a nuestra realidad actual: aquí, la protagonista Amy (que bien podría representar el alter ego de la directora), es una mujer que contrae alguna especie de virus que le hace creer que morirá al día siguiente. Dicha idea se expande y se contagia de forma muy ambigua entre los personajes con los que la protagonista entra en contacto… y con los que ellos entran en contacto.

La directora toma a sus personajes, aun sin profundizar tanto en cada uno, los desenvuelve entre paranoia, miedo y redención, y los arrastra al borde de la desesperación, todo bajo una óptica inesperadamente dotada de humor negro, mientras caminan en un imaginario hilo invisible a su presunto e inmediato final.

Para la directora, el canalizar sus temores existenciales dio como consecuencia el filme. “En la película, estas cosas salen a la luz”, dijo. “Los sentimientos son irracionales. Encuentro que hablar sobre las cosas específicas que causan la ansiedad, en realidad, no resuelve la ansiedad”. Aunque el resultado final definitivamente si resulta en hablar de temas bastante acordes a la llamada “nueva normalidad”: el pánico, la incertidumbre y el temor a la muerte a la vuelta de la esquina.

 

Yo, Fausto

Mientras esos filmes debutaban en Estados Unidos durante la pandemia, en México, también se presentó uno que ha pasado desapercibido para las audiencias mainstream, pero que eso parece estar a punto de cambiar con su inminente estreno.

Yo, Fausto es la cinta más convencional de las tres aquí analizadas, quizás porque no luce tan estilizada como el par de películas norteamericanas. Pero, al mismo tiempo, probablemente es la más realista. Una espiral de autodestrucción tan detallada y realista como la que presenta la historia de Julio Berthley resulta más fácil de empatizar con su protagonista, personaje que es encarnado por Christian Vázquez.

“Yo quería hacer una película muy contenida y mi interés era contar el lado oscuro de una familia mexicana y sus relaciones intrafamiliares. Esperaba una reacción en cadena que termina fragmentando su entorno. A la par, yo estaba volviendo a leer a Fausto de Goethe, y me pareció muy interesante esta cuestión del mito: de alguien que necesita algo y que el precio de obtenerlo puede ser muy caro. ¿Qué pasa si agarro esta anécdota y la desenvuelvo en un núcleo familiar?” explica el director sobre su ópera prima.

Influenciado por la tragedia alemana, Yo, Fausto narra la historia de un joven que decide dejar su vida acomodada pero asfixiante en Ciudad de México, donde su destino y su vida ya estaban decididas por su padre, todo con tal de perseguir su sueño de estudiar fotografía en Barcelona. Y, aunque logra alcanzarlo medianamente, se ve obligado a abandonar su pasión tras el embarazo de su novia española Carmen.

“Sabíamos que era una película que podía llegar a incomodar, que habla de temas que no a todos le gustan, que son incómodos para cierto sector, pero al estrenar en El Cairo, a pesar de las similitudes de la cultura de ahí con la nuestra, se vuelve una historia humana. Le puede suceder a cualquiera, en cualquier parte del mundo”, comenta al respecto el director.

De esa forma, la cinta navega entre recuerdos y realidades, a través de tres actos muy marcados el cineasta nos lleva a través de una espiral de autodestrucción reflejado en la presencia de Vázquez como el personaje del título (quien, junto a la próxima a estrenarse, Te llevo conmigo, se aleja de sus más recientes actuaciones cómicas).

Pero también hacia  sus daños colaterales, que van desde su ahora esposa (Amparo Burcia, que se roba la película junto con un pequeño papel de Arcelia Ramírez), arrastrada por Fausto a un lugar de ansiedad y depresión, vigente en nuestros días en pandemia y muy en la vena del personaje de Haley Bennett. Yo, Fausto hace una radiografía más cuidadosa y versátil en sus personajes y el tono que siguen.

“Carmen tiene una cantidad de matices que me parece interesante. Tiene una evolución. Va jugando y sabe cómo acomodarse. Va siendo víctima de las consecuencias porque esta enfermedad, más allá de afectar a la persona que la padece, también afecta de manera directa a la gente que está alrededor y Carmen es el ejemplo número uno. Es un carrusel de sentimientos y de emociones a causa de la enfermedad que ni siquiera ella padece”, agrega.

Es aquí donde entra en juego lo que me parece lo más destacable de la película: su volatilidad. Mientras en She Dies Tomorrow y Swallow reina el minimalismo, en Yo, Fausto, el director decidió hacer suyos algunos de los elementos de la historia en pro del drama y el realismo, dando como resultado una vorágine impresionante que nunca nos suelta en toda la historia, siempre haciendo presente ese eje dramático de la cinta que es la esquizofrenia.

Esta actualización, que fue respaldada por una exploración previa en el tema, entrevistando a doctores y realizando una investigación en el pabellón de esquizofrenia en un hospital psiquiátrico, es la que logra sostenernos hasta su poderoso final.

De hecho, es el mismo Julio Berthley quien analiza esta enfermedad que imprimió en la historia, más ahora que se da en pandemia y en un estado con registro de por lo menos 200 suicidios en el 2020:

“Estamos muy mal acostumbrados a malentender la salud mental. Si te duele la pierna y te duele más, inmediatamente vas con un doctor a que te revisen la pierna. ¿Y cuándo nos sentimos dañados emocionalmente? Lo dejamos pasar. Y deberíamos ir a atendernos igual que como se iría con la pierna. Aún queda este miedo social de ser señalado o de decir que voy al psicólogo”.

 

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