“En el cine, lo técnico se superó; pero estamos olvidando contar buenas historias”: Felipe Martínez

Por Josué Tello Torres

Felipe Martínez nació en Cali, Colombia en 1988, pero desde hace dos años vive en México después de que el cine lo llevara a realizar una estadía en Cuba. “Desde pequeño estuve muy ligado a las computadoras y todo pintaba para que fuera ingeniero en sistemas, sin embargo terminé estudiando publicidad y nunca ejercí”, narra el colorista quien se vio atraído por la labor que la tecnología sacó a la luz, pero que existe desde los inicios del séptimo arte. Bajo esta premisa, Felipe Martínez, que radica en Monterrey, nos habla sobre las dificultades que enfrentan el cine Latinoamericano, la labor del colorista y los proyectos audiovisuales independientes.

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¿Por qué decidiste entrar a la industria del cine?

Por cosas un poco de la vida, amigos y demás me vi un poco atraído por el cine; hasta que finalmente, después de un curso en Cuba, me atrajo la post-producción y me involucré en un área en específico que es la corrección de color.

¿Qué te atrajo de la corrección de color?

Estuve ligado con la estética desde que estudié publicidad, aunque no lo ejercí. Empecé como editor y me di cuenta de que también hay diversas sub-áreas, por así decirlo, en la postproducción. Una de ellas es la finalización, donde se realiza la corrección de color, los textos, los gráficos, animaciones. Al editar me concentraba en cómo iba a terminar el proyecto y me tardaba mucho editando, pensado en cómo se vería con este efecto y si le pongo este otro, etcétera. Ahí descubrí que me gustaba más el proceso de finalizar el producto que la edición. En el taller en Cuba llevamos un pequeño curso de corrección de color. Se me abrieron los ojos y dije: guau esto es lo que yo quiero ser.

¿Existe alguna escuela que contemple en su plan de estudios la corrección de color?

No hay una escuela, no hay una formación o universidad de corrección de color. Descubrí esta área de manera práctica y luego comencé a buscar material teórico.

Platícame un poco de la historia de la corrección de color.

La gente piensa que es algo nuevo, pero se hace desde que se inicio el cine. Lo que pasa es que antes era con procesos químicos, y se hacía al momento de revelar la película. Ahora, en la era del cine digital, algunos editores hacen corrección de color sin saber que esto se llamaba así, por eso se piensa que es nuevo o se ignora por completo.

¿El cine influyó para que vinieras a vivir a México?

En cuba conocí a varios mexicanos… No había terminado los estudios en Cali, no me sentía con la fuerza para moverme de país, no había salido de Colombia, salvo para el viaje a Cuba. A través de los eventos de cine en otros lugares, empecé a hacerme de la idea de que irme del país no era tan difícil. Fue así como en junio de 2014 llegué a un evento en Durango. Perdí el vuelo de regreso a Colombia y no hice nada para recuperarlo ni cambiar la fecha. Con ropa para una semana y poco dinero comencé esta aventura en México.

¿Cómo te ha tratado la gente?

Muy bien, México es como mi segunda casa. Ya me hice de buenos amigos, y estas relaciones van en aumentando conforme pasan los años. En cada evento de cine o un nuevo llamado de película o corto, se incremento la red de conocidos. Me hacen sentir como en casa, como en Colombia. Incluso a veces un poquito mejor. Les digo a mis amigos: no le vayan a decir a nadie pero extraño más los tacos que las arepas.

¿Qué te parecen los proyectos de cine independiente en México?

Algo bonito que tiene este trabajo es que te permite ver muchos proyectos en crudo, yo he estado ligado con el mercado de cortometrajes y he podido ver más de 100 cortos de los 3 – 4 años que llevo tratando de convertirme en el mejor colorista todos los días.

¿Cuál es la situación del cine Latinoamericano?

La parte técnica está casi superada comparando la situación que se vivía hace unos 5 años. Ha ayudado la democratización del cine, acceder a los equipos más fácil y relativamente más económico; pero nos hemos quedado con las historias que en Colombia les llamamos rurales; esa famosa fórmula que te hace llegar a festivales importantes, y como todos queremos llegar, me incluyo, caemos en lo ya establecido: temas de niños, en el campo, no siempre denuncia social. Ya no exploramos otros temas, tal vez otras narrativas o el modo de contar otras historias.

Consideras que la misma industria ha fomentado las fórmulas

Existe parte de responsabilidad. Queremos llegar a Cannes a Rotterdam y estos festivales tienen guías para la elección de sus películas. Vemos el cortometraje que gano el año pasado y queremos hacer eso para ganar en Cannes. Estamos enfocándonos más en llegar a los festivales que en lo que queremos contar. Es el principal problema que pude tener el cine el Latinoamérica. Hablaba con una distribuidora de Francia, una amiga, y me decía que veía muchos cortos en los festivales y que le daba pena ver los de Latinoamérica porque tenían mucho potencial pero se quedaban con las mismas historias rurales o de siempre. En el cine la parte técnica está superada, pero se está olvidando contar buenas historias.

¿Cómo se superan las fórmulas?

Arriesgando. Para que se hagan películas, se necesita de una demanda [del público], así se construye una industria. Hace unos años cuando salió No se aceptan devoluciones (2013), fue criticada por la elite del cine: esta película no es posible, no es cine de arte, se decía; pero es una película que recaudó millones de pesos en taquillas. Mi familia fue a ver esa película: mi abuela, mi mamá, mi papá, mi hermana y yo: cinco en una sala de cine y todos disfrutamos la película de principio a fin. No es un película de cine de arte, no es una película que va a ganar Cannes, no es una película que va a ganar Róterdam, Saunders o cualquier otro festival de cine clase A; sin embargo fue una película que logró juntar 4 generaciones en una sala de cine.

Algo similar hay En Colombia con un director [Dago García] que hace películas que lanza cada 25 de diciembre. Son películas de humor barato, son películas que están dirigidas a la población media baja con chistes fáciles, con chiste tradicional, machista, en fin. Él ha dicho: hago este cine porque quiero hacer dinero. Y la gente paga por sus películas. Pero en el último año ha apoyado producciones de cine independiente y dice: ten este dinero porque me gusta lo que estás haciendo, porque tú no tienes lana para hacerlo y yo tengo lana para apoyarte. Entonces esta es otra manera de hacer una industria: el cine comercial apoyando al independiente. Lo que falta, respondiendo a tu pregunta, es saber utilizar los recursos para explorar nuevas narrativas y no hacer más de lo mismo.

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¿Cuáles son las diferencias entre hacer cine en Latinoamérica y los países de primer mundo?

En Latinoamérica es más difícil hacer cine que en Estados Unidos o Canadá. Allí hay una industria más formal y que cuenta con sindicatos, gremios, tarifas estandarizadas. Si entras en el medio vas a tener trabajo siempre, pero si nos venimos a este lado [Latinoamérica], agregando que haces cine independiente, es difícil. Si no te promocionas no vendes, sino haces contactos no es imposible que puedas vivir de esto, no hay trabajo siempre. Aunque los que hacen una labor más técnica la tenemos un poco más fácil, me explico: los que dominamos una herramienta, como lo que hago que es la corrección del color, es posible que tengamos más oportunidad de trabajo que quienes se dedican a ser guionistas. Un amigo de Colombia me un día me dijo: ya nadie te quiere contratar para hacer un guión. Un fotógrafo casi siempre tiene trabajo, [los directores de cine] quieren tener un buen fotógrafo en su película.

Ahora que ya no es necesario usar químicos para revelar una película y que mencionas lo de dominar una herramienta ¿Qué tan difícil es aprender y dominar los programas de corrección de color?

La herramienta se aprende rápido. Doy talleres de corrección de color con un programa que se llama DaVinci que es gratuita, bueno tiene una versión muy completa no pirata. Hay quienes dicen: cualquiera puede hacer tu trabajo, es muy sencillo, y yo les respondo: pues sí, es sencillo. Estoy de acuerdo en que si todos quieren ser coloristas lo pueden ser. Toda la información que se necesita para aprender está en internet; solamente hay que sentarse, buscarla, leer, aunque la mayoría está en inglés. Sin embargo, aunque tengamos la herramienta y la sepamos usar, existe un ingrediente importante y es tener un gusto o enamoramiento con el color. La herramienta la puedes dominar en dos semanas, tres semanas, uno o dos meses, hacer un primer proyecto grande: video clip o corto, pero necesitas tener gusto, paciencia porque son muchas horas frente a la maquina, un poco de sentido de la estética y haber visto muchas películas.

¿Qué temas se abordan en el taller?

Es un taller intensivo de introducción a la corrección de color con DaVinci, donde se aborda toda la parte teórica en dos sesiones, y luego toda la parte de la interfaz y practica en el resto de las sesiones. Este taller se oferta al público interesado y que suelen ser diseñadores gráficos, fotógrafos, editores y personas del medio audiovisual preocupada por la imagen, por el tratamiento de la imagen digital.

A parte de impartir talleres, tienes una empresa audiovisual que se llama We make color, ¿Quiénes la integran?

Cuando inicié el proyecto me vi a la necesidad de tener como un gerente de marca en México, para promocionar los servicios, de eso se encarga Erika Oregel; tengo un socio que se acaba de ir a Francia a estudiar -lo conocí en cuba y vi mucho talento en él y empezamos a trabajar juntos como hace año y medio- él está manejando las cosas allá, mi mano derecha como colorista. Tengo un socio que es fotógrafo, se llama Carlos, él vive en León Guanajuato, lugar donde llegué a vivir inicialmente, él hace poco de conseguir clientes y esas cosas. En la red de colaboradores hay varios pero de base somos estos. De repente llega un proyecto que no podemos asumir por alguna razón geográfica o presupuestal y contactamos con una persona ideal en esa parte del mundo y se hace el proyecto, todo gracias a la red que hemos ido construyendo a lo largo de estos años.

¿En qué proyectos estás trabajando ahora?

Vamos a hacer un proyecto en Monterrey, con una beca del CONACINE. Esos chicos van a hacer una especie de cadáver exquisito en súper 8 con varios directores y me hablaron para hacer el director de postproducción, para prever todos los problemas que podamos tener y claro, hacer la corrección de color. Además de la corrección de color de la película Los hijos del jaguar. En eso se trabaja ahora, y también en hacer crecer We make color a través de un programa especial que lanzamos el mes pasado para estudiantes que tiene proyectos audiovisuales y que quieran aplicar para una corrección de color en su película. La dinámica ofrece un 50 por ciento de descuento en la corrección.

¿Por qué vieron el interés en apoyar a los jóvenes con esta dinámica?

No hay nada más triste que ver proyectos académicos que se quedan en el cajón, ¿sabes? Digamos catalogados como académicos y por eso no se les presta la importancia de vida, y muchas veces hay joyas ahí. Lo que buscamos con este programa es rescatarlos, es necesario para el cine.

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