El Hotel Chevalier de Wes Anderson, cortos que cuentan historias largas

Por Ricardo Canul

El cortometraje es un formato generalmente ignorado por la industria cinematográfica, esto se debe en ocasiones a lo poco redituable (económicamente) que es, en comparación con el largometraje. Una vez al año se le reconoce en las premiaciones importantes como los Premios Óscar y los festivales internacionales. Pero en su mayoría es relegado a la animación y a la ya olvidada antología que es como llegan de vez en vez a los grandes públicos.

Muchos de los nombres reconocidos en la industria actual experimentaron con el cortometraje en su formación técnica e inclusive trajeron algunos de esos conceptos al largometraje como Damien Chazelle (ambas películas fueron picheadas desde cortometrajes) o Alfonso Cuaron (en cortometrajes de sus días en la Unam). Sin embargo, cuando hablamos de Wes Anderson es el caso opuesto, el director texano se adentra en el cortometraje ya con experiencia en el largometraje, en su mayoría para publicidad en cortos como Castello Calvati o Come together, ambos por encargo.

Hotel Chevalier aparece como prólogo a Darjeling limited quinta película del cineasta, usando al personaje de Jack (el hermano menor) y respondiendo a algunas dudas sobre su pasado. Este cortometraje de apenas diez minutos de duración condensa el estilo del afamado director.

Desde el primer momento nos encontramos con la conocida estética del cineasta, los planos simétricos y abiertos, para mostrar escenas con una muy cuidada dirección de arte en las escenografías. El excéntrico uso del paneo de Robert Yeoman para aprovechar el espacio crea la sensación de intimidad con el espectador.

Otro de los sellos característicos de Anderson es la música, optando siempre por el folk, pop rock o música que en sí misma carga un significado muy relevante para los personajes, como en esta ocasión Wheredidyougoto(mylovely?) de Peter Sarstedt, nos habla de un personaje de alta sociedad, de la soledad y del aburrimiento que son características que podríamos relacionar con el personaje principal.

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Igual está muy presente la famosa paleta de colores pastel de Wes Anderson, recordando siempre a la nostalgia infantil, que nos transmiten ternura, calidez y tranquilidad; en este cortometraje, prevalece el color amarillo por sobre todos y remarca el diseño de vestuario que en esta ocasión corre a manos de Marc Jacobs, por encargo de Dolce and Gabbana.

Cada uno de estos detalles nos ayuda a recrear el universo de estos personajes; los objetos en la habitación del Hotel Chevalier nos cuentan sobre nuestro personaje principal, esto es remarcado por el personaje de Portman (nunca se menciona su nombre) quien curiosea alrededor de la habitación entre la colección de excéntricos artefactos de Jack, los cuales representan sus hobbies y los lugares que ha visitado.

Los diálogos son muy limitados, en su mayoría la interacción entre Jack y la chica se podría tomar a manera de interrogatorio, por lo que poco se podría entender sin la interpretación de ambos actores y la forma en la que éstos se comportan con relación al otro. Cargan cada dialogo de una intertextualidad que nos muestra un poco del pasado de su relación; la intimidad del personaje de Natalie Portman con Jack al usar su cepillo de dientes sin permiso, la indiferencia de Jack ante las preocupaciones de ésta al momento de tener sexo. Otra construcción se aprecia cuando el personaje masculino se muestra descalzo frente a las imponentes botas de su pareja, esto para hacer una interesante inversión de los roles masculino y femenino más clásicos, con algunos factores como el ramo de flores o el cabello corto de la actriz.

Estos elementos nos construyen la mística del cortometraje para entregarnos algunas líneas memorables en la carrera del cineasta, como son el legendario: I promise, i will never be your friend. No matter what. Ever. Que nos prevé un final trágico para esta pareja.

Y esto es lo que hace al cortometraje sobresalir. El aprovechar la brevedad del formato para contarnos una historia que va más allá de los diez minutos en el cuarto.

Wes Anderson nos demuestra que el cortometraje no está atado a historias breves o puramente anecdóticas sino a historias que se entienden a la brevedad con un buen uso de los recursos fílmicos. Para ahondar un poco más en el análisis de este cortometraje recomiendo muchísimo el ensayo llamado Una carta desde París de Pablo Sánchez Blasco publicado en la pagina cine divergente que pueden consultar aquí. 

Y ver nuevamente este gran cortometraje:

 

 

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