Los hombres que están aprendiendo a disfrutar en comunidad

Por Matilda Ro y Yobaín Vázquez

Fotografías de Kelly Gómez

Ulises y su hermano tenían ocho años cuando se despertaban a las cinco de la mañana a pedalear en bicicleta durante 7 kilómetros hacia el monte para escorar (acomodar) hojas de henequén. Durante la jornada, ellos se encargaban de juntar cuarenta hojas en un rollo para que los adultos amarraran y cargaran los paquetes. 

Así empezaban sus mañanas antes de irse a la escuela. Ulises recuerda que fue muy cansado pero ahora, a sus 33 años, le gusta el trabajo rudo y chapea por gusto. Tiene un hijo, pero no lo pone a escorar hojas de henequén, quiere que las manos de su hijo hagan cosas que pueda hacer un niño y no un trabajador.

Niñes rescatando plantas de guano; al fondo, hombres chapeando

—Estoy aquí por él. A él le gusta el arte, todo lo que tenga que ver con manualidades. Hasta en Youtube ve cosas para hacer pulseras, lo que sea. Le gusta estar aquí y yo digo: Está bien, te voy a apoyar.

“Aquí” es el Centro Comunitario Iin Ki Kalante, un espacio cultural independiente ubicado en el municipio de Tecoh, en Yucatán, dirigido por los artistas visuales Ángel Avilés y Patricia Uh. Iin Ki Kalante en maya significa “voy a cuidarlo” y nace de una historia familiar: Cuando era niña, la mamá de Ángel fue adoptada, sus padres eran dueños de ese terreno donde ahora Ángel y Paty coordinan actividades para fomentar la unión de las familias a través del arte.

Mano y pie de niñes que ayuden en la actividad de limpieza

El hijo de Ulises es uno de los tantos niños, niñas y adolescentes que asisten cada miércoles al Convite Cultural, un espacio de convivencia comunitaria donde es más común ver a madres acompañando a sus hijos e hijas. Los padres no se sienten motivados por las actividades de recreación y descanso. Sólo han logrado convocarlos a través de lo que ellos mejor conocen: el trabajo. 

Los hombres que se reunieron esa mañana calurosa de julio fueron citados para ayudar a chapear una parte del terreno con la intención de extender el espacio del centro cultural. Asistieron porque todos coinciden que es la forma para retribuir a Iin Ki Kalante lo que hace por sus familias. 

—No cobran las clases, sería injusto que uno no aporte algo, menciona Ulises mientras blande la coa para cortar la hierba.

Ángel chapeando con machete

Los hombres de las comunidades se involucran en las actividades de sus hijos

—Jairo. El más grandote, el más guapo— responde, entre risas, Blanca Cahuich, a la pregunta de quién es su marido—. Como papá nadie nace aprendiendo, pero veo una mejora con sus hijos, como que ya se involucra más con ellos.

Los padres en su mayoría son hombres jóvenes, a ojos de su esposas también son los más guapos. Trabajan de lunes a sábado y descansan los domingos. Se les inculcó desde pequeños el trabajo, pero en familia están aprendiendo la importancia de procurar un tiempo para sí mismos y para sus hijas e hijos. Las infancias les están enseñando que también es posible soñar, disfrutar y tener hobbies.

—Lo que vivimos con nuestros papás era trabajo, trabajo, trabajo. No se interesaban en tus sueños, en lo que quieres, en lo que te gusta. Acá en el centro cultural, nuestros hijos despiertan la curiosidad por muchas cosas: pintura, literatura, teatro. Y le platican a su papá todo lo que hacen.

Blanca afirma que su esposo Jairo siempre ha estado al pendiente de sus visitas a Iin Ki Kalante pero debido a los horarios de su trabajo no había podido asistir. Esta vez, para que les acompañara al centro cultural, Blanca no tuvo que insistir mucho: «Vamos porque es por los niños” y él fue.

Limberth Avilés cuenta que a su hijo le gusta mucho pintar mientras él chapea. Como los otros padres de la comunidad, aprendió a chapear observando a su papá, Don Miguel Avilés. La jardinería es una actividad que comparte con sus otros dos hermanos y ahora puede hacerlo con su hijo, gracias al espacio que genera el centro cultural. 

Ha notado que el vínculo entre las familias del municipio es un poco más cercano. Ese día los padres se reunieron a limpiar por sus hijos pero en la ciudad esta dinámica es complicada. En la ciudad, los padres consideran más fácil pagarle a alguien que vaya a realizar esa labor, algo impensable para las familias en Tecoh; porque no les sobra el dinero pero también porque chapear, arreglar o limpiar es algo que hacen por sí mismos.

Niñas ofreciendo sandía a los padres mientras chapean

La convivencia sin alcohol

En 2022, Sensata UX Research realizó una encuesta a 24,000 hombres de América Latina. Mostró que el 14% de los hombres considera que el alcohol es necesario para divertirse y es una parte fundamental de su vida social. ¿Pero qué pasa con los hombres que no toman ni jaiboles?

Don Miguel Avilés fue agricultor cuando era un joven. Tenía 16 años y junto a su padre plantaban y cosechaban elote, sandía, melones y pepino mientras vivió en Tecoh. Ahora radica en Mérida, durante el ocaso del henequén, muchos campesinos tuvieron que buscar nuevas opciones de trabajo; Don Miguel fue uno de ellos, ya estaba casado con Doña Paulita y era padre de tres varones, cuando viajó a la ciudad para dedicarse al oficio de albañilería.

Hace 35 años Don Miguel dejó de tomar alcohol e intenta reunirse todas las semanas con sus amigos para beber “chocho”, una bebida refrescante que sustituye a la cerveza. Su base es el café soluble; se le agrega agua mineral y, si lo quieren tomar dulce, refresco de toronja. Algunos le ponen té embotellado, chamoy o chile piquín. Todo es al gusto. 

Don Miguel con cubeta de Chocho

Mientras los padres de Iin Ki Kalante chapeaban y convivían con sus familias, en un espacio apartado comenzaban a llegar los amigos de Don Miguel: Ignacio y Teo. Se sentaron alrededor de una mesa pequeña, bajo la sombra de un árbol de flamboyan y allí platicaron sus vivencias. En estas reuniones los hombres que llevan más tiempo sobrios les comparten sus experiencias, les alertan si están cometiendo un error, en sus acciones diarias o con sus familias, y generan un vínculo de amistad que se basa en ejemplo y apoyo mutuo.

El primer contacto que uno tiene con el alcohol, es visual. ¿Por qué? Porque desde pequeño ves a tus tíos y tus papás tomando vino, tomando cerveza. Y pues uno desconoce y lo primero que piensa es «Ah, ya que yo esté grande voy a probarlo. Voy a tomar». Es visual el primer contacto y hasta que uno lo prueba pues uno ya se vuelve alcohólico, comenta Ignacio.

Ignacio tiene 38 años, comenzó a beber desde los 12 porque trabajaba en la cantina de su tío. Teo también comenzó a beber alcohol desde muy joven, su esposa e hijos vivieron ese proceso con él, y es algo que le apena mucho porque ha sido difícil recuperar la confianza de su familia.

Para Ignacio, cuando las personas toman alcohol viven en una «ficción». No se enteran ni perciben los problemas que le causan a sus familias, la falta de trabajo o la escacez de dinero. Cuando están sobrios todo es real, tienen que enfrentar y resolver esos problemas “en seco”. Es por eso que cuando dejan de beber alcohol, los primeros en notar el cambio son la familia.

Incluso la convivencia entre hombres ha cambiado. Teo dice que antes no podía entablar una charla con las personas con que se reunía a tomar, todo giraba en torno a beber alcohol. No había pláticas como las que ahora puede tener con sus amigos.

Teo, Ignacio y Miguel  reunidos para tomar Chocho

Yo, por ejemplo, de todos mis amigos te puedo decir que son muy contados las personas que me llevo ahora con las que yo tomé, todos los demás me dejaron de hablar o ya no los frecuento porque no tomo. Y es lo que uno pues gana cuando deja de tomar, ahí ves quien realmente fue amigo y respeta que tú no tomes, cuenta Ignacio.

Para este momento, los niños, niñas y jóvenes de Iin Ki Kalante, entre risas y juegos, disfrutan de un descanso en la piscina, mientras esperan a que se sirva el almuerzo. Los hombres que aprendieron a beber mientras miraban a otros hombres hacerlo, observan la escena que se desarrolla cerca de ellos. 

—Yo le llamaría disfrutar a lo que los niños están haciendo ahora, agrega Teo, mientras señala hacia la alberca. Los niños tienen la misma edad que estos hombres cuando comenzaron a beber alcohol.

Otras formas de chapear

Cada que un hombre agarra la coa para desyerbar los hijos los observan. Este trabajo no se inculca ahora como un deber sino como una manera de entablar un contacto con la tierra. 

Hombre con motosierra cortando un tronco

Los hombres de Tecoh están redefiniendo su concepto de convivencia a través de las charlas con sus amigos, tomando refrescante chocho, reuniéndose en un centro cultural para chapear al lado de sus familias. Vuelven a aprender mirando, pero ahora a los niños y jóvenes de su comunidad, quienes interactúan a través del arte, la cultura y el disfrute.

Para el final de la tarde, llegó un papá con su motosierra y comenzó a podar uno de los árboles. Aquél que no se pudo cortar con las coas. Todos miraban con fascinación cómo iba cayendo el tronco. Cuando terminó, se acercaron al mismo tiempo para levantar las ramas.

 

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