Nosotros y el vecino, en el planeta de Hollywood

Por Ricardo Canul Ortiz

Ilustración: Danny Coyote

Asistí a un torneo de lucha grecorromana en una secundaria estatal del gabacho. Fue sorprendente entrar por primera vez a una escuela gringa y encontrarme familiarizado con ese espacio. No me sentía ajeno a los casilleros que nunca existieron en mi escuela mexicana, la cafetería que conocía por series como El manual de supervivencia escolar de Ned o Los Simpsons, con el gimnasio cerrado y pisos de madera pulida que contrastaban con las canchas de asfalto y sin techo de las escuelas mexicanas. Los había visto tantas veces en las películas de John Hughes y en las series de la televisión y ahora me encontraba ahí, como una promesa vendida desde mi infancia.

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Nuestra personalidad y la forma en la que nos relacionamos, son narrativas que vamos aprendiendo con el tiempo. En un país que tiene una enorme crisis lectora, nos queda el cine y la televisión como medios de transmisión cultural, que son más accesibles para los mexicanos promedio.

Forjan una gran parte de nuestra identidad, aprendemos cómo se ve el éxito o lo que supuestamente es éxito por los programas de excesos como Mad Men, Suits y Keeping up with the Kardashians. Aprendemos cómo es el amor con los chik flicks de sábado por la mañana en la TV, viendo a Reese Witherspoon y Matthew McConaughey enamorarse una y otra vez, en distintas tramas, parecidas siempre a la anterior.

Latinoamérica  ha vivido los últimos quinientos años para el progreso ajeno, en su mayoría somos pueblos independizados del yugo norteamericano y europeo, pero desde los ochenta con el desarrollo de los medios masivos y el internet, estamos cada día más esclavizados por el discurso capitalista neoliberal que llega a nosotros por las películas y programas norteamericanos

De acuerdo con el investigador Ernesto Piedras, las distribuidoras transnacionales agrupadas en la Motion Pictures Associations controlan más del 80 por ciento del mercado mexicano. Obtienen las mejores fechas para los productos audiovisuales americanos y dejan las peores para cintas mexicanas de forma que éstas no alcanzan para recuperar su inversión.

Trabajamos no solo por cosas que no necesitamos, sino para una realidad que no existe en nuestro país, una América que no existe ni en Estados Unidos. El éxito que hemos aprendido es el de unos tenis Nike pisando el acelerador de un Maserati saliendo de algún pent house, de un edificio en un área metropolitana para llegar a los restaurantes caros y pedir un chivas regal in the rocks.

Inconscientemente hemos consumido estas narrativas desde pequeños en el cine y la televisión, ignorando  qué tiene que contar la otra parte del mundo.

El cine japonés de Yasujiro Ozu, La hierba errante, historias de Tokio, por ejemplo, nos muestra una plenitud y pasividad, completamente desconocida para el Hollywood norteamericano, donde se valora sobre todo el equilibrio y la paz, tanto en el guión como la edición, que algunos les podría parecer un poco pesada por la falta de movimiento en sus tomas.  Sin alejarnos del país nipón, el cine del Estudio Ghibli nos habla de una convivencia armoniosa con la naturaleza, de la paz entre las especies y los peligros de la explotación.

Tenemos cine italiano como el de Sorrentino que nos habla de la vejez (La giovinezza), de la soledad del éxito americano (This must be the place), de la importancia de hacer arte. Aún en Italia tenemos las primeras películas de Benigni (La vida es bella, El tigre y la nieve), hablándonos de la poesía y del sacrificio del amor.

Mirando más cerca de nuestro país, tenemos un cine cubano subversivo a los estándares hollywoodenses, desde la nostálgica  Memorias del subdesarrollo hasta la interesantísima filmografía moderna en Cuba, de búsqueda de la identidad a partir de la  re-construcción y de la historia.

En Argentina tenemos cine y televisión mucho más sensible y personal, como las películas de Aristarain (Martín h, Roma: la verdadera historia, un lugar en el mundo), que hablan de la nostalgia porteña, de las relaciones familiares aplastadas por los problemas económicos y los celos del éxito. Las series de Damian Szifron (Relatos salvajes, Los simuladores, Hermanos y detectives), que exploran y se ríen de la psicología latinoamericana, sus costumbres y actitudes.

Entrar al cine y ver que en nueve de diez salas se muestra la nueva película de superhéroes de Marvel y en la restante una mala comedia de Omar Chaparro, refrito de una película romántica hollywoodense, nos habla de una falta de identidad de nuestro cine, que es una de las formas de arte más importantes del último siglo.

En un artículo publicado en el 2015, en la revista El estepario, Flavio Gallardo analiza los hábitos cinematográficos usando los números del Imcine que colocan a México como uno de los cinco países con mayor venta de entradas a las salas de cine. Luego analiza las películas más vistas producidas por nuestro país, de las cuales solo 3 logran recuperar su inversión, por lo que el escritor concluye:

“El cine mexicano que vende en la actualidades un acto de vacío de comedia. Esto no significa que existan otro tipo de manifestaciones dentro del cine mexicano, sino que la apuesta en el séptimo arte mexicano está en la producción de comedia sin sentido. El contenido de estas obras no se puede ver más que como un producto consumible, sin valor cultural, sin una verdadera aportación”.

El cine mexicano ha demostrado a nivel mundial que tiene mucho que ofrecer, hablando solo de la parte técnica, muchos de los grandes directores, fotógrafos y actores del cine actual son mexicanos: Los tres amigos o El chivo Lubezki por mencionar a los más importante. Sin embargo por causas económicas han aportado todo su talento a cine de otras partes del mundo (mayormente Hollywood).

El cine es una guerra y necesita nuevos reclutas, nuevos cineastas jóvenes que se atrevan a hacer el cine que habla de la identidad mexicana, por más difícil y compleja que sea, que hablen de lo que están viviendo, de sus pasiones, de las personas que aman, de los lugares que aman y poco a poco ganar terreno en nuestras propias trincheras con narrativas que nos representen cada vez más.

Para leer el artículo completo de gallardo: https://revistaestepario.com/2017/04/21/la-falta-de-identidad-del-cine-mexicano/

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