Una Laguna Negra y la salud de una comunidad como protagonista

                                                   Por Logan Johnson

Muy pocas veces pensamos en el otro. Alguien me dijo una vez que “el otro es aquello que nunca fuimos, no somos y no seremos”. La otredad es esa virtud de saber la existencia de lo que no es propio y no forma parte de nuestro entorno o contexto individual directo y es un término muy infravalorado en nuestra actualidad. Esa capacidad puede ayudar a generar una mejor convivencia en la sociedad, gracias a virtudes como la empatía y la tolerancia.

 

Esta virtud quizás sea la más destacable del cortometraje documental Una laguna negra, dirigido por Maricarmen Sordo, en el cual hace un trabajo de recopilación de datos sobre una comunidad.

—La desacreditación de la gente hacia los problemas y conflictos es porque no están ahí y no les importa, no están cerca. Es muy fácil negar el problema del otro cuando estás tan lejos, comentó en entrevista.

En poco más de veinte minutos, la cineasta narra con firmeza y sin titubeos la vida actual en el pueblo de Kinchil en Yucatán y denuncia cómo se encuentra afectado por los desperdicios y la contaminación que ha generado las granjas de cerdos de la empresa Kekén, establecidas en la zona.

 

—Comenzamos en julio de 2020. El guionista e investigador Patricio Eleisegui trabaja el tema de agrotóxicos en Argentina. Yo estaba en búsqueda de un tema para trabajar y encontré la gravedad del asunto y las declaraciones que recibía esta situación, que llevaba años sin resolverse, pero que empezó a tomar fuerza hace dos años cuando se encontró la laguna. Nos parece grave para la salud de la comunidad como por la contaminación del agua, al igual que la cuestión social y de la soberanía alimentaria de las comunidades donde se han instalado estas mega granjas.

El guion está formado por las conversaciones con los vecinos y con Alberto Rodríguez, perteneciente al Consejo Maya del Poniente de Yucatán. Les permitió poner en la mesa un tema que cubre varias aristas, tales como ecología, naturaleza y tierra yucateca. De acuerdo con la directora, hubo un momento en la producción donde se quedaron cortos y todo se logró gracias a la colaboración y participación de los involucrados en el proyecto, quienes apostaron su tiempo y talento desde el inicio. Ese fue tan sólo uno de los muchos retos que atravesó la realización del documental: Una laguna negra nace de un relato muy complicado de narrar. La filmación que sucedió en la zona resulta bastante caótica y eso se percibe en el filme en cada toma. 

—Nos llenamos de muchas garrapatas. Es una zona un poco complicada, por ser selva húmeda y aunque grabamos varias veces ahí, siempre nos estaba acompañando Alberto, quien tiene mucho contacto con la naturaleza. Fue complicado llevar los equipos a la zona y en ciertos momentos teníamos mucho cuidado. Sabemos que esta empresa es muy grande y nos habían dicho que estaban atentos, vigilando, porque no le gusta que la gente se meta con estos temas. Había ciertas partes a las que no podíamos entrar. Ese fue un punto importante y por lo cual, contamos la historia de esta forma.

 

En lo que la directora no quita el dedo del renglón es al defender su filme, ya que se le ha intentado minimizar la investigación y el trabajo que implicó su realización.

—Es algo con lo que nunca me había enfrentado. Todas las tardes desde que debutó el documental en la página de Facebook, escriben muchos bots tratando de desprestigiar el trabajo. Siempre va a haber gente que le parezca bien o mal el corto, pero esto no se trata de que la gente quede feliz, sino de visibilizar un problema que es real y hay gente que lo está viviendo.

Añadió que es consciente de la importancia de su visibilidad, no sólo en Yucatán, sino también en Argentina, de donde Eleisegui es originario. Una Laguna Negra representa «una película de terror del futuro para ellos», como el tema de la contaminación y el uso extractivo del agua y es algo que muchos argentinos están luchando para que no se implemente este sistema allá.

Debido a la pandemia por el Covid-19, algunos de los planes que tenían para su corrida de exhibición tuvieron que ser pospuestos, ya que el proyecto fue pensado desde el inicio para difusión libre por la importancia del tema para todos los yucatecos y la comunidad de Kinchil y a diferencia de lo que usualmente se hace con estos proyectos audiovisuales (que generalmente son presentados de manera en festivales), lo que más motiva al equipo detrás de Una laguna negra es llevar el filme a las comunidades, no descartan el hacerlo en un futuro.

 

—Nosotros queríamos presentarlo en Kinchil primeramente y posteriormente mostrarlo en los municipios afectados. Es muy importante que se vea en donde sea. Que no tenga limitante para que pueda verse, ya sea de festivales o de índole alguna. Sabemos que es complicado porque hay mucha gente en el interior del estado o en comunidades alejadas, no pueden acceder por cuestiones tecnológicas. Nosotros estamos buscando que se promueva en otros canales de difusión, en otros medios de comunicación. Todavía estamos buscando cualquier plataforma en que se quiera incluir el documental, nosotros estamos abiertos a proporcionarlo. También hay maestros que nos han escrito y que nos piden el documental para mostrarlo en sus clases.

Aquí no se busca ninguna presea o reconocimiento, sino que, a partir del documental, las comunidades puedan darse cuenta que hay más gente que apoya esa lucha y le preocupa, y todo desde una iniciativa ciudadana, a partir de herramientas de lenguaje cinematográfico. Y a pesar de lo importante que es generar conversación:

—Hay medios de comunicación que no están tan dispuestos a compartirlo porque saben que es un tema delicado y prefieren no meterse en problemas con la empresa y sabemos que el gobierno también, de alguna manera, está dándole sello de aprobación, por lo tanto, meterse con la empresa es meterse con las instituciones gubernamentales que lo aprueban.

Sin embargo, mientras la directora no se preocupa por los aplausos, también se siente muy emocionada por ser seleccionada en otra convocatoria, en esta ocasión para una serie de Tutorías de escritura de guion para cortometraje de ficción del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), donde fue asesorada por la multipremiada directora uruguaya Diana Cardozo.

 

—Estoy muy agradecida con el CCC por haber tenido esta iniciativa para apoyar y capacitar el crecimiento y la profesionalización cinematográfica en los estados. Todos los compañeros que participaron estaban muy contentos, pues se terminaron 20 guiones de cortometrajes, con el apoyo de guionistas más experimentados. Nos dijeron que esperan que continuemos, que somos parte de su comunidad y tener ese respaldo te hace sentir con mayor seguridad en tu trabajo. De alguna manera, el CCC es todo un equipo de trabajo y yo creo que es una buena herramienta para descentralizar el cine en México y que se conozcan otras historias.

Finalmente, la directora recalca la importancia del cine local y nacional, pues incita a la comunidad cinéfila a integrarse más en cualquiera de sus ramas.

—Algo muy importante para cualquiera que esté interesado en conocer más el cine mexicano o hacer cine es defender los espacios de creación y consumo cine, porque creo que nos lo merecemos. Creo que debemos apropiarnos de estos espacios que necesitamos y nos ayudan a defender nuestra identidad como mexicanos, como yucatecos, como personas. Siempre me gusta pensar en la idea de que podemos hacerlo en comunidad.

 

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