La dignificación laboral de las mujeres mayas trabajadoras del hogar
Por: Matilda Ro y Laura Chan Poot
Fotos: Kelly Gómez
Aracely Ek Ac es una mujer maya que nació en Cholul, una localidad del municipio de Cantamayec en Yucatán, México. Sonríe —Aracely casi siempre tiene una sonrisa surcando sus labios— mientras enlista las actividades a las que quería dedicarse cuando era niña: maestra, maquillista, empresaria. Son muchas las que logra recordar, pero principalmente quería continuar sus estudios para tener una profesión y acceder a mejores oportunidades laborales.
La falta de esas oportunidades en sus comunidades de origen, y otros factores estructurales y personales, son el motivo por el que muchas mujeres viajan a las ciudades para realizar trabajo del hogar remunerado.
En mayo de 2023, con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) en México, se registraron 16.5 millones de personas que realizaron este tipo de labor; de ellas, 88% eran mujeres, y un tercio de estas comenzaron su actividad siendo niñas menores de 12 años.
A los 17 años, con la intención de apoyar a sus padres y hermanos, Aracely viajó a Mérida, capital de Yucatán, para comenzar su trabajo en una casa particular. Fue en la ciudad donde se hizo novia de su marido, a quien conocía desde que ambos eran niños, y no pasó mucho tiempo para que se casaran.
Ya casados, ella regresó a su hogar en Cholul, tuvo dos hijos y durante 13 años se dedicó a los cuidados de su familia. Actualmente, tiene 32 años, hace dos años se separó de su esposo y, buscando independencia económica, desde hace tres volvió a laborar como trabajadora del hogar de tiempo completo. No hubo lugar a duda, esta era su única oportunidad para procurar el bienestar de su familia y, hasta el momento, sostiene dicha decisión.
Para muchas trabajadoras del hogar su labor es como cualquier otra, pero algunas personas no lo ven así debido a estereotipos y estigmas que resultan discriminatorios y que niegan la formalidad del trabajo doméstico.
Aunque las trabajadoras del hogar conforman la tercera fuerza laboral más grande en Yucatán —con más de 59 mil personas, de las cuales 51 mil son mujeres—, después de las personas trabajadoras de la construcción y comerciantes, hasta la fecha no son vistas como sujetas de derechos e incluso se obstaculiza la remuneración de su trabajo.
En 2020, Jade Propuestas Sociales y Alternativas al Desarrollo, A. C. (Jade Sociales A. C.), de manera conjunta con el Instituto Municipal de la Mujer en Yucatán, realizaron un diagnóstico “Las trabajadoras del hogar en Yucatán y el impacto del COVID-19” con información de 362 mujeres que actualmente integran el Padrón de Voluntario Trabajadores del Hogar Remuneradas (THR) en Mérida. Los datos arrojados demostraron que todavía queda mucho por solucionar en materia de los derechos laborales de las personas trabajadoras del hogar.
A la par, el movimiento por los derechos de las trabajadoras del hogar a nivel nacional ha ido creciendo a partir del Amparo Directo 9/2018 interpuesto a la Suprema Corte de Justicia de la Nación para que las prestaciones laborales como el seguro social y el Infonavit sean un derecho explícito. El 16 de marzo de 2022, el pleno de la Cámara de Senadores aprobó, por unanimidad, las reformas a la Ley del Seguro Social para incluir a las personas trabajadoras del hogar al régimen obligatorio.
La fuerza que tuvo ese cambio no radica en que el amparo haya venido del gobierno, sino de Marcelina Bautista Bautista, una trabajadora que exigió un derecho que terminó siendo un derecho para todas.
Marcelina es fundadora y directora del Centro Nacional para la Capacitación Profesional y Liderazgo de las Empleadas del Hogar A.C. (CACEH). Comenzó en el trabajo del hogar siendo una niña de 14 años y se dedicó a ello durante los 22 años siguientes. En esa época notó un grave problema de desigualdad laboral; cuando hablaba con otras personas trabajadoras del hogar encontraba el patrón que se repetía: violencias, discriminación, largas y extenuantes jornadas.
A partir de entonces, junto a otras compañeras, se dedicó a aprender, investigar y realizar incidencia política para conseguir que la lucha por los derechos laborales de las personas trabajadoras del hogar fueran parte de la agenda pública.
Gracias a la lucha de personas como Marcelina la problemática es visible y cada vez hay más acceso a esta información, el contexto para la mayoría de las personas trabajadoras del hogar sigue siendo la incertidumbre.
En Mérida, Aracely realiza las tareas indispensables de cuidado: lavar, planchar, cocinar y atender al niño más pequeño de la familia; los padres no quieren que lo descuide, así que ella prepara todas sus comidas, mira las caricaturas a su lado, se sienta a acompañarle mientras realiza la tarea, juega, platica y comparte habitación con él.
Ella descansa en una hamaca que cuelga todas las noches cuando el niño se duerme. Aunque Aracely ofrece servicios de limpieza profunda, cocina y cuida de un niño, sus empleadores sostienen que es “parte de la familia” pero al mismo tiempo no puede sentarse en el comedor principal, no tiene una habitación propia que asegure su privacidad, su horario laboral consiste en una jornada de más de 10 horas, no cuenta con seguridad social y mucho menos tiene un contrato por escrito que le garantice certidumbre laboral, como el 97% de las mujeres que se dedican al trabajo del hogar remunerado en Mérida, de acuerdo con datos del Padrón Voluntario.
En la historia, el trabajo del hogar es un trabajo que está vinculado con el colonialismo y la opresión, por lo que un amplio sector de la población considera que no se establecen relaciones laborales sino de apoyo y ayuda. Es común escuchar que los empleadores se refieren a ellas como “la muchacha que me ayuda”. Esta opinión descalifica su labor y justifica que no posean derechos laborales.
Además de que les despersonaliza, porque aunado a la injusticia laboral, las personas trabajadoras del hogar suelen ser representadas con estereotipos discriminatorios, relacionados con su condición económica, cultural, vestimenta y el color de su piel.
Este fotoreportaje captura un fin de semana en la cotidianidad de nuestra protagonista, Aracely Ek Ac. Destacando que fuera de su labor como trabajadora del hogar se encuentra una mujer que también es madre, hija, amiga, compañera y que forma parte de una comunidad donde se siente segura, feliz y apreciada. Deseamos reflejar una lucha diaria por la dignificación de un trabajo que, desde la limpieza y los cuidados, sostienen la construcción de nuestra sociedad. Porque para que puedas desempeñar tus metas personales y profesionales, alguien debió ocuparse de procurarte un espacio cómodo y aseado.
Mientras alguien limpiaba tu casa, se ocupaba de tenerte ropa limpia y comida caliente en tu mesa, de acompañar a tus hijas e hijos mientras estás ocupadx, ¿cuántos objetivos lograste cumplir?
Cada sábado, Aracely Ek Ac sale de su trabajo en Mérida para tomar dos autobuses hacia Cholul, Cantamayec, donde está su hogar y el de su familia. El trabajo cuidando y atendiendo el hogar de otra persona es el medio por el cual las trabajadoras como Aracely mantienen a sus hijas e hijos. En muchas ocasiones ha sido la forma en la que encontraron independencia económica después de una separación.
El 75% de las trabajadoras que conforman el Padrón Voluntario de Trabajadoras del Hogar Remuneradas (THR) laboran en la ciudad de Mérida, pero la mayoría radica en otro municipio del estado. Por tanto, al día gastan un aproximado de $40 por un solo transporte que representa, en promedio, más del 15% de su pago diario.
Desde que en 2022, se modificó la Constitución Mexicana para otorgarles a las trabajadoras del hogar el derecho expreso a tener seguro social, el movimiento por la defensa de este empleo repuntó en todo el país. En Yucatán, de las 51 mil mujeres trabajadoras del hogar, solo 924 están inscritas al IMSS, pero cada vez se suman más. Hoy muchas trabajadoras del hogar lo tienen claro: este trabajo es la base de todos los trabajos. Y merecen los mismos derechos.
Aracely vive en una comunidad mayahablante y es su primer idioma, al igual que el de 46.1% de las trabajadoras del hogar en Yucatán. Por eso cualquier campaña para promover sus derechos, así como el proceso para formalizar su contrato, debe tener una perspectiva cultural y lingüística.
“Nuestra labor es menospreciada. Piensan que porque tienes dinero puedes humillarnos, pedirnos que trabajemos más horas, sin descanso. Así como otra persona se siente agobiada o estresada después de terminar el trabajo, igual para nosotras es cansado: Llorar por frustración, molestarnos y enfermarnos son cosas que también sentimos”, dice Laura Chan Poot, amiga de Aracely, escritora y trabajadora del hogar.
“A veces es difícil. Hay que luchar para abrir los ojos, ponerse de pie y empezar el día. La preocupación diaria por no arruinar nada de valor, porque se descuenta del sueldo, aunque en ocasiones pasa de manera accidental. No poder comer con tranquilidad y libertad cuando sentimos hambre. No poder dormir con tranquilidad y libertad si estamos cansadas”, comenta Laura Chan Poot.
“Somos trabajadores del hogar, pero también somos padres, madres, hijas e hijos, urdidores, costureros, bordadoras, estilistas, cantantes, músicos, escritores, deportistas, emprendedores, reposteros. Merecemos un trato justo y digno, porque desempeñamos un trabajo de valor, como cualquier otro”.
En Mérida, Aracely invierte la mayor parte de su jornada laboral para cuidar al hijo menor de sus empleadores. Una vez que entra a su jornada el lunes por la mañana no vuelve a salir hasta el sábado y, durante esos cinco días, la única interacción con su familia es a través de llamadas por celular. Durante la semana, en Cholul, Cantamayec, el cuidado de sus dos hijos está a cargo de su madre. Es por eso que los fines de semana son un momento muy especial para Aracely. Con el pago de la semana, ella llega a su casa con fruta de temporada, ropa y una gran sonrisa para ofrecerles.
María Roberta Ac Kob, la mamá de Aracely, también fue trabajadora del hogar. Trabajó durante 7 años y con su sueldo de $1,200 a la semana —$100 menos de lo que recibe actualmente su hija— pudo costear los estudios de sus hijos menores. De acuerdo con el Tabulador salarial de CACEH, por las actividades que realiza Aracely en su trabajo, se encuentra en la categoría 4 y debería estar ganando $605 al día. Pero el sueldo que percibe actualmente es menos de la mitad de eso. Con datos del Padrón sabemos que las THR que laboran en Mérida ganan en promedio $266 al día (página 18). El 49% recibe aportación económica del esposo pero el 22% son líderes de familia, las únicas aportantes, y si ellas no pueden proveer, eso impacta negativamente al ingreso de su hogar (página 11).
El trabajo del hogar tiene una historia. La raíz en México está en la colonia y el término «servidumbre» con el cual suelen nombrar a este sector, tiene su origen en el feudalismo de la Edad Media. Pero hoy el trabajo del hogar tiene muchos otros significados e interpretaciones gracias a la reivindicación de los cuidados. Actualmente, las trabajadoras son sujetas de derecho que piden no ser llamadas «domésticas» porque alude a la idea racista de que son propiedad de las personas para las que trabajan. Señalan, con perseverancia, que el término que prefieren es «trabajadoras del hogar».
Producción de la historia: Matilda Ro, Laura Chan Poot
Fotografías: Kelly J. Gómez Basto
Edición: Andrea Murcia
Verificación de datos:
Liliana Elósegui, Melina Barbosa y Leslie Orozco de Verificado.mx
Liliana Elósegui, Melina Barbosa y Leslie Orozco de Verificado.mx
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