Sailor Moon y su (in)visibilidad en la diversidad sexual de los 90 en México

Por Ed Rodriguez

Ilustración de Miss Kanto

Durante los noventa, tuvimos una vasta gama de caricaturas en la televisión abierta como Rugrats, Los Pitufos o Don Gato y su pandilla. Sin embargo, las caricaturas que más nos emocionaban eran aquellas que tenían tramas complejas, escenas de acción y millones de episodios, tal es el caso de Dragon Ball, Las Guerreras Mágicas o Ranma ½. A pesar de tener toda esta variedad de entretenimiento infantil (y adulto), desde que tengo uso de razón, recuerdo que mis hermanas siempre esperaban una hora en específico de la tarde para sentarse enfrente del televisor y ver esa serie de chicas mágicas que luchaban por el amor y la justicia. Por supuesto, hablo de Sailor Moon, una serie que nos atrapó desde el primer momento y que hasta ahora lo sigue haciendo.

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Algunos de los personajes se convirtieron en nuestros favoritos y conforme volvíamos a ver las cinco temporadas completas una y otra vez, nos fuimos dando cuenta de lo maduros y diversos que son, y es de esperarse ya que venían de la cultura japonesa. La autora, Naoko Takeuchi, nos metió en varios temas adelantados y maduros para la época, como el feminismo, el empoderamiento de la mujer, las relaciones de pareja, las responsabilidades de un grupo para el bien común y otros más, pero el que más ruido hizo (sobre todo fuera de su país) fue el de la diversidad LGBT+ el cual fue censurado en diversos lugares, comenzando por Latinoamérica y nuestro México lindo y querido (machista y homofóbico), donde se realizó el doblaje para todos los países de dicha área.

Los cambios que sufrió esta serie fueron innumerables, entre los más reconocidos se encuentran: el cambio de género de personajes, escenas eliminadas y no traducidas al español, la unión de dos episodios o más por contener contenidos poco apropiados para los niños y las niñas, o la omisión por completo de estos capítulos y/o toda una temporada completa tal como pasó con el arco Stars de los noventa en EE. UU. A pesar de ello, los que ya comenzábamos a estar conscientes de nuestra identidad sexual, no nos detuvo de identificarnos con más de un personaje a lo largo de esta serie.

Pero vayamos por partes y recordemos a dichos protagonistas y antagonistas pertenecientes a todo el espectro de género que nos hicieron dudar, emocionarnos y estremecernos con sus historias románticas y trágicas y que, principalmente, nos empoderaron.

En la primera temporada conocemos a Serena Tsukino, una niña de 14 años algo despistada y perezosa que rescata a una gatita negra de unos pequeños rufianes. Posteriormente, este minino le recuerda su verdadera identidad como Sailor Scout y defensora de la justicia de las fuerzas malignas que han llegado a Tokio. Es precisamente entre los villanos donde encontramos a los primeros personajes homosexuales.

Zoycite, el tercer caballero del Negaverso, lleva una relación con su compañero Malachite. Para los mortales, el doblaje latino nos hizo creer que llevaban una relación heterosexual, disfrazando al primero con una voz femenina, mientras que en otros países prefirieron cambiar diálogos haciéndolos pasar por una relación sobrino–tío, mucho más rara que la trama original y que tergiversaba aún más su historia.

En la tercera temporada aparecieron dos personajes misteriosos, Haruka y Michiru (Sailor Uranus y Sailor Neptune), dos personajes femeninos que no se cansaban de echarse indirectas dejándonos en claro que eran pareja. En este aspecto puedo darle un punto a favor a la versión latina, ya que con el doble sentido y la picardía que nos caracteriza le dieron un toque interesante a su relación. Otro punto más va porque dejaron el look queer que nos venía manejando la guardiana del aire desde el manga, a diferencia de nuestro país vecino del norte donde sus diálogos fueron cambiados haciéndolas ver como primas e inclusive tuvieron que censurar capítulos completos y unir otros tantos por las escenas subidas de tono para el público meta de esa época.

Hablando de ellas, me gustaría hacer énfasis en lo que una vez mencionó la autora en una entrevista. Michiru es muy femenina, con cabello largo y porte elegante, representa a la mujer tradicional japonesa que está muy arraigada a sus costumbres y no debe de perder su feminidad. Haruka se ve rebelde para su época con el cabello corto y le gusta vestirse de hombre, representa a la mujer contemporánea que es audaz y libre. Sin duda, una psique que aún no cabía en nuestras cabecitas de occidente y por ello se prefirió a la censura que a otra cosa.

Lamentablemente esto se debe a la ideología machista que aún conservamos en el país y que pudo aminorarse manteniendo las versiones originales de las historias y voces similares que nos pudieron haber abierto los ojos a más de una generación. Pudimos avanzar a la par, o mínimo dos pasitos atrás de otras culturas y no tendríamos que esperar hasta ahora, cuando las novelas y caricaturas americanas tienen esta batuta como pioneras en agregar personajes inclusivos en sus tramas. ¿A qué le tenía tanto miedo México para desaprobar a una comunidad que ha existido desde siempre y que aún lo sigue teniendo al quitar dos capítulos completos en la nueva versión de este anime japonés?

Siguiendo con los personajes diversos, llegamos a la cuarta temporada con el primer antagonista travesti: Ojo de Pez. Era un chico al que le gustaba vestirse de mujer para seducir a hombres guapos y poder husmear entre sus sueños para encontrar al Pegaso (principal trama de este nuevo arco). La censura lo convirtió en mujer, aunque en uno de los episodios, este se despoja de su vestido mostrando un torso con anatomía masculina y voz más aguda (tomen eso estudios de doblaje machistas). Solo en este punto, algunas personas nos quedamos confundidas y otras tantas ya sabían para donde iba este personaje.

Para la quinta temporada, la mayor parte de las letras del abecedario LGBTTTIQA ya estaban representadas en más de un protagonista, pero Takeuchi nos tenía preparada una historia mucho más compleja, o mejor dicho, tres. Introdujo a los hermanos Kou, los Three Lights, en su versión como cantantes masculinos o las Sailor Starlights sus contrapartes femeninas. Eran seres de otra galaxia (alienígenas pues) con la habilidad de convertirse en sailor guardianas cambiando de género y aspecto físico, algo difícil de entender para el público infantil mexicano, ya que además representaban a la orientación pansexual y trans al mismo tiempo.

En su versión original, Healer, Maker y Fighter son tres mujeres que se disfrazan de hombres para confundirse con los habitantes de la tierra y transmitir sus canciones con mensajes hacia su princesa. La explicación de la autora es que solo las mujeres pueden ser Sailor Scouts (algo así como los saiyayines de Akira Toriyama que únicamente son de género masculino) y era de esperarse, ya que el género Shoujo es precisamente eso, mujeres siendo heroínas.

En el anime de los 90 se transformaban en sailor scouts con sus micrófonos de diadema. Un dato curioso es que en estas secuencias podemos verlos al inicio con cuerpos masculinos con tonalidades azules en fondo y figura y conforme sus trajes van apareciendo, toda el aura cambia a rosa y con curvas femeninas. Esto trajo consigo más censura, a tal punto de haber omitido toda la temporada en Estados Unidos o inventando que cada una de ellas tenía un hermano gemelo idéntico, quienes huían cuando los problemas se avecinaban y sus hermanas salían al rescate. Así ocurrió en la versión italiana, algo muy raro si recordamos que Seiya, y por lo tanto Sailor Star Fighter, sentía una atracción sentimental hacia Serena.

Esta serie nos educó de una manera poco convencional acerca de temas de género, de los cuales no nos podíamos dar cuenta debido al doblaje limitado. ¿Qué hubiera pasado si la sociedad retrógrada no nos hubiera limitado? ¿Tendríamos menos homofobia o seguiríamos igual que antes? Eso nunca lo sabremos, pero lo que sí puedo asegurar, es que intentar transformarme en una Sailor Scout con mi platito de plástico, fue uno de los mejores recuerdos que tengo de mi infancia y que no me avergüenza compartirlo. Así que sigamos luchando y exijamos una versión más fiel a la original, no solo en la ficción sino también en la vida real donde nuestros derechos y voces se hagan escuchar.

Y si esto no se cumple, hay que castigar a los retrógrados en el nombre de la luna.

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