Rincones de luz. La fotografía de Edwin Águilar Loeza

Edwin era quien hacía nuestras portadas cada cambio de bimestre. Aunque llevaba un par de meses compartiendo el aula con él, no fue hasta un abril cuando lo vi por primera vez de veras. Estaba sentado en su pupitre como despachando libretas mientras todos lo rodeábamos. Llevaba una gorra que cubría su rostro delgado que apenas dejaba entrever unos ojos pequeñitos de pestañas largas.

-Dibújame un piolín, le dije cuando fue mi turno.

Tomó la libreta sin mirarme e hizo la portada más bonita que nunca tuve.

Años después lo encontré en Facebook. Nos conectamos otra vez justo un poco antes de que presentara su examen de admisión a la Escuela Superior de Artes de Yucatán, hace más de cuatro años. Para entonces ya había abandonado sus dibujos y conocido la fotografía. El año pasado, Edwin Aguilar Loeza expuso en el Museo Latino de Omaha en Nebraska y en la galería de fotografía contemporánea, Gil Zárate, ubicada en la Colonia Condesa de la Ciudad de México.

Nos vimos en la nueva cafe-librería Leer por placer y le pedí que me contara desde el principio cómo fue su experiencia con la foto y sobre todo al exponer tan joven en lugares como Nebraska y con artistas tan conocidos como Fernando Brito.

***

-En la secundaria conocí a una amiga que hacía fotos. Cuando las veía me parecían increíbles, en ese entonces no tenía ningún otro acercamiento a la foto y no me daba cuenta que eran muy malas.  Tenía 15 años. Motivado por el trabajo de mi amiga, quise entrar a Bellas Artes y aunque probé algunas otras disciplinas y me di cuenta de que no era para nada corporal (me fue muy mal en teatro, por ejemplo) y me quedé en las clases de fotografía.

Después de Bellas Artes y la prepa, Edwin buscó varios lugares donde estudiar aunque no sólo consideró la fotografía como carrera universitaria. Al toparse con la ESAY, leyó su programa de estudios y pensó que era todo lo que quería hacer.

-No sabía ni quién era Luis Buñuel, conocía a Dalí pero no podía reconocer sus obras. En uno de los exámenes nos pidieron dibujar a nuestra madre, podíamos usar símbolos. Un compañero dibujó a una Marilyn Monroe con sombra y todo, otro hizo el retrato de su mamá bastante realista. Yo dibujé una paloma desproporcionada. Sin embargo, en las otras pruebas me fue mejor y pude entrar a la escuela. En las primeras «Colegiadas» criticaron bastante mi proyecto, me fue muy mal. Quise hacer un proyecto fotográfico sobre clases sociales, sin saber cómo ni por qué. Era muy falso. Me dijeron «para este proyecto tienes que hacer una traducción al lenguaje de las artes…» No tenía idea, les dije que sí.

-Tuve un maestro que cambió mi vida. Bueno, mi vida artística: Javier Fresneda. Es un artista español joven, enfocado a la investigación y creación de espacios de arte. Tuvimos una clase con él donde nos habló de los no-lugares de Marc Augé, heterotopias de Foucault y otros autores. Me di cuenta que me gustaban los espacios. Todos los recuerdos que tengo de mi vida son lugares más que personas.

A partir de eso las ideas flotantes comenzaron a asentarse. Se hizo rutina salir a caminar por la ciudad y fotografiar lugares donde estuviera oculta una sensación, generalmente lugares vacíos. Aunque no podía definirlo exactamente todavía, presentó el trabajo a su maestro y éste le daba algunas pistas para interpretar lo que estaba haciendo.

-Me decía: estás viendo algo aquí, hay varios elementos así. Entonces entendí que me gustaban mucho los lugares vacíos porque había como duda en ellos.

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Humberto Chávez, un investigador del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap) y uno de los fundadores de la ESAY, asistió a la escuela para impartir un laboratorio de semiótica. Él explicaba y los alumnos presentaban luego su obra y el análisis.

-Pensé que no le había gustado mi obra. Cuando traté de explicarla con los conceptos que había leído me dijo «Sí, sí, ya me lo dijiste. El siguiente». Después, una maestra me dijo que Humberto estaba tratando de contactarme. Hablé con él y me comentó de una exposición en Monterrey donde podía llevar mi obra. Le mandé un statement, una pequeña biografía y la obra, como me pidió.

Dos semanas después Humberto Chávez volvió a llamarlo para decirle que debido al poco tiempo que quedaba para la exposición, ya no era posible mandar la obra. Sin embargo, le propuso enviar el material a una exposición que se haría en Nebraska, en el Museo Latino de Omaha. Hicieron una selección de 20 imágenes que correspondían a dos proyectos: uno de superlugares, y otro sobre la periferia de la ciudad.

-De alguna forma los dos tenían relación, ambos hablaban de la personalidad que hay en los espacios. Él encontró una serie de relaciones en cada pieza, seleccionó algunas y lo mandamos al museo, quienes a la vez nos mandaron su propuesta y finalmente dijeron que sí. Ellos me pagaron los viáticos y el vuelo. Me habían dado a elegir uno de los dos pero Humberto me dijo que él ya conocía el museo y la ciudad, entonces decidió no ir para que pudieran cubrir todos los gastos.

La exposición se llamó «Ficticio» y estuvo tres meses, a partir del 29 de agosto hasta diciembre del 2015 en el Museo Latino de Omaha en Nebraska.

-Me dejaron decidir cómo acomodar todo, dar instrucciones de cómo quería que se viera. Eso fue muy agradable para mi obra, ya que muchas veces los galeristas quieren hacer una museografía sin conocer la obra y aunque yo no tenía mucha experiencia, hice lo que pude y creo que quedó bien.

***

Al volver, a principios de septiembre recibió un correo de Iván Ruiz, un crítico de arte especializado en fotografía contemporánea.

-Me decía que iban a abrir una galería de ventas en la Ciudad de México, Gil Zárate y querían hacer una especie de ciclo de exposiciones donde estuviera un artista emergente y uno ya consagrado cada tres meses. A Iván Ruiz lo conocí en una Colegiada, es un crítico muy ácido, es directo en lo que piensa y ve. A mí me hizo críticas muy duras también así que se me hizo extraño que llamara, pero le mandé lo mejor que tenía y me dijo cuáles le interesaban y me platicó el concepto de la expo «Entre indicios y presagios». Me tocaba exponer con Fernando Brito, un fotógrafo muy importante cuya obra me parecía muy padre porque se encuentra en los límites de la foto contemporánea, documental, artística. Fue muy emocionante saber que iba a exponer con él.

La exposición se planeó para finales de marzo. Sin embargo, después aplazaron la fecha para el 16 de abril para que coincidiera con el Corredor Cultural Roma Condesa. Un día en el cual todas las galerías y museos se abren y hay más afluencia de gente. Para esas fechas, Edwin no iba a poder ir ya que tenía otro compromiso.

-Lamenté mucho no haber ido porque fue gente muy importante. Fue Fernando Brito y no lo pude conocer.

Además de sus exposiciones individuales, Edwin ha participado en algunas muestras in situ como Ocupación Santa Cruz, el objetivo era construir un «diálogo entre el espacio, los discursos y los medios de trabajo». Los artistas rentaron un camión y llevaron a la gente a una desfibradora abandonada donde los expositores mostraron sus obras.  Para Edwin el espacio expresa su propia personalidad en los colores, la luz y la composición de su propia estructura en diálogo con el entorno. Él ve la vida cuando ésta ya no se encuentra más ahí, todo lo que ocupa un rincón vacío.

De la serie Extrarradios

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Fotografías expuestas en el Museo Latino de Omaha

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Otras fotografías:
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