¿Qué te hace hombre? la pregunta para una nueva masculinidad

Share This Post

Ilustración de Luis Cruces Gómez

Cuando pensamos en la masculinidad, las primeras ideas son de valentía, protección, caballerosidad o ser el proveedor de una familia conformada por una mujer y varios hijos, un papel que a estas alturas debe ser replanteado pues la supuesta perfección que plantea, no existe.

Michael Kaufman tiene un artículo llamado Los hombres, el feminismo y las experiencias contradictorias del poder. En él plantea que en un mundo actualmente dominado por “hombres” y su sistema patriarcal, el de nosotros es un mundo de poder, estructurado por la economía y la organización política y social, por lo que mucho de lo que asociamos con la masculinidad gira sobre la capacidad de los mismos para ejercer poder y control

Pero si el simple hecho de mantener ambas fuerzas, económica y política, es un desgaste diario, que se ha probado tantas veces que no funciona ¿por qué los “hombres” no hacemos caso a los argumentos de las mujeres y dejamos de sostener el sistema patriarcal?

Para otros autores como Víctor Seidler y Guillermo Núñez Noriega, la construcción de la masculinidad es un proceso complejo en el cual se combinan el poder, el dolor, la exigencia social y los estereotipos dominantes sobre la masculinidad. Así como la construcción de las representaciones hegemónicas de lo que implica ser un  “hombre de verdad”. 

Hablar de nuevas masculinidades, a diferencia de hablar de feminismo, es algo sumamente nuevo y con muy pocos estudios que abarquen la diversidad de contextos. En Mérida, a inicios de 2019, un grupo de “hombres” jóvenes (en su mayoría) nos reunimos en el patio de una casa al norte de la ciudad para cuestionarnos ésta y muchas más interrogantes que ponen en duda el papel de la masculinidad en la sociedad y qué estamos haciendo para cambiar la tendencia de que ser “varón”, conlleva a tener el control absoluto.

Al encuentro se citó a todo “hombre” que quisiera participar compartiendo su experiencia sobre el cómo nos han enseñado a ser quienes somos. Partimos de la pregunta ¿qué nos define como “hombres”? la mayoría de nosotros coincidimos en que nuestra principal misión en la vida es aprender a trabajar para ganar dinero y llevar comida a casa. Nadie mencionó los sentimientos, porque se nos enseña que el cariño y el afecto viene de nuestra madre, hermana o en general, de las mujeres.

El orador en aquel encuentro nos abrió los ojos hacia lo mucho que nos perdemos los “hombres”, por estar día a día forzados a vivir y reproducir un sistema patriarcal. Platicamos sobre cómo nos llevamos en casa, cómo nos relacionamos con nuestra familia y amigos y de qué manera expresamos nuestros sentimientos, si es que lo hacemos. 

Después de un rato de conocernos nos dimos cuenta que uno de los motivos que nos llevaron a asistir al encuentro fue la búsqueda de un espacio para “hombres” donde no compitiera lo varonil, donde pudiéramos hablar unos con otros sin juicios y poco a poco construyeramos eso que llaman “una nueva masculinidad” para relacionarnos con el mundo, con más afecto, tolerancia y en contacto con nuestras emociones.

Desde aquel momento comencé a cuestionar los lineamientos bajo los que vivo y los que me enseñaron para vivir, quién dice qué es lo que tengo qué hacer, cómo puedo vestir, de qué manera debo disfrutar las cosas, cómo debo apreciar la compañía de otros “hombres”, cómo debo expresar mis sentimientos y cómo ayudar a mis amigos a cuestionarse lo mismo que yo.

No es una tarea sencilla ya que tengo amigos de todo tipo, desde los muy “machos guapos”, hasta los muy “ola celeste”, con los que he tenido pláticas para concientizarlos sobre la opresión que el actual sistema patriarcal ejerce sobre grupos como las lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersexuales y queers; el derecho al acceso de un aborto legal y seguro, sus circunstancias actuales y cómo debería serlo; el acoso callejero; la desigualdad entre “hombres” y mujeres; el afecto entre grupos de masculinos y sobre cómo expresar nuestros sentimientos hacia los demás de una manera sana y sin culpas.

Otro de los planteamientos más fuertes que se nos presentó fue sobre los privilegios que gozamos por el simple hecho de ser “hombres”, como recibir un salario más alto que el de mujeres que desempeñan las mismas funciones laborales que yo, sentirnos seguros en las calle sin importar el horario y no ser constantemente acosado sin importar el sitio en donde me encuentre. El peligro que las mujeres viven a causa de los “hombres” y su machismo es constante, así como la desigualdad que enfrentan por vivir dentro de un sistema que las intenta invisibilizar.

En una sociedad en donde se menosprecia lo femenino y se enaltece lo masculino, es necesario que los “hombres”, para ser reconocidos demuestren que contrario a las mujeres, son racionales, agresivos, valientes, activos, fuertes, atrevidos, aguantadores, independientes; pero sobre todo, tienen que demostrar control sobre sus emociones y afectos, lo que supuestamente les permite protegerse y ejercer dominio sobre las mujeres.

Las nuevas masculinidades buscan que cada “hombre” exprese su género como quiera, que no sientan obligados a actuar según el estereotipo de cómo tiene que ser su género y no se preocupen por mostrar algún tipo de vulnerabilidad, ya que cada quien es libre de asumir la masculinidad como lo prefiera según su personalidad. Si cambian los estereotipos negativos, “hombres” y mujeres ganamos al vivir con menos violencia y más igualdad.

Algunas de las recomendaciones que los expertos señalan para construir nuevas masculinidades está el compromiso de los “hombres” para querer cambiar su visión, desaprender las viejas conductas que socialmente les han inculcado, honestidad para reaprender, ser firmes en la convicción de un cambio y fomentar la amistad masculina desde otras perspectivas que no sean la violencia o la virilidad.

Si bien no hay un modelo predeterminado de “hombre” ideal, el reto es eliminar las relaciones de poder, los privilegios, el sexismo y la homofobia, para lograr construir vínculos  igualitarios, equitativos, respetuosos y sobre todo más placenteros con quienes nos rodean. Hacer parte de nuestra vida la igualdad de todas las personas y el respeto a sus derechos

Así que está en cada uno generar empatía, abrir los ojos para darnos cuenta que el simple hecho de ser “hombres” violenta no solo a las mujeres, sino a nosotros mismos y buscar con ayuda o por nuestra cuenta una solución a este problema de desigualdad que ya lleva varios miles de años. Cuestionarnos constantemente es algo que puede ayudar a replantear el camino, ya que nos ayudará a abandonar el sistema automático en el que se nos ha enseñado a crecer y nos abrirá el panorama a una masculinidad que podamos abrazar, para vivir la vida de una manera diferente.