Columna Eros Precario | Por Ollin Baraona
Soy una puta que se hace preguntas, y así es como comienza todo. Así es como nace un periodismo puteril. ¿Para qué? ¿Con qué fin?, preguntarán las buenas conciencias, los “nobles” paladines del aún más “noble” oficio del periodismo: ¿Qué aporta?
Lo que aporta cualquier otro tipo de periodismo: datos, información, historias, agendas. Todo lo que al periodismo pudoroso muchas veces se le escapa; todo lo que, con esa moralina disfrazada de objetividad y la estigmatización al servicio del encubrimiento, no enuncia: ¿Dónde está nuestra seguridad social? ¿Dónde están las leyes que explícitamente nos protejan? ¿Dónde está la justicia en los casos de abuso? ¿Dónde está nuestra participación en el diseño de programas y políticas públicas?
Información fresca: el pasado 12 de septiembre, el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación (Copred) de la Ciudad de México dio a conocer su Diagnóstico sobre la situación de los derechos humanos de personas en situación de calle que ejercen el trabajo sexual. Es el primer trabajo sistemático de este tipo que documenta, entre otras cosas, las violencias y desplazamientos forzosos realizados contra la población en situación de calle por parte de autoridades de distintas alcaldías. Curiosa y convenientemente, el diagnóstico habla sólo de las alcaldías gobernadas por el PAN: la Cuauhtémoc y la Miguel Hidalgo.
Un esfuerzo de documentación mañosamente partidizado, pero un esfuerzo a fin de cuentas y que ofrece datos interesantes: el 55% de las personas en situación de calle que ejerce el trabajo sexual no tiene ningún documento de identidad; de este porcentaje, el 55.6% reporta que no cuentan con dicha documentación porque básicamente no los han requerido nunca, “lo cual es una evidencia de su exclusión en distintos ámbitos de la vida: no existen para la sociedad ni para la institucionalidad” (Copred, 2024, p. 21).
En un ejercicio de honestidad monstruosa, el propio documento señala que los “servidores o funcionarios de gobierno, el tercer actor más mencionado como perpetrador de distintas formas de violencia, son quienes más amenazan, “las personas del gobierno son las que nos persiguen” (mujer trans en situación de calle que ejerce el trabajo sexual, 11 de noviembre de 2023, Ciudad de México) pero también golpean, extorsionan y roban a las personas en situación de calle que ejercen el trabajo sexual” (Copred, 2024, p.30).
Entre los datos que también llaman la atención (y a la indignación) están los concernientes a la cobertura de salud y bienestar: “el 68% de las personas en situación de calle que ejercen el trabajo sexual no tiene ningún tipo de cobertura en salud; el 26% tiene acceso al sistema de gratuidad y el 6% cuenta con Seguro popular” (p.26). Cifras que permiten abrir una serie de cuestionamientos a nuestro fragmentado sistema de salud (que ya no depende directamente de las alcaldías, sino de instancias federales o de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México).
No tendría que decir lo obvio, pero lo diré: esta realidad institucional y la falta de acceso a los servicios de salud tiene un profundo impacto en las poblaciones en situación de calle que se dedican al trabajo sexual, entre otras cosas, por las propias cifras que el informe expone: “el 35.4% reportó tener una Infección de Transmisión Sexual (ITS); el 19.3%, una enfermedad crónica y el 9.6%, un trastorno emocional o psicológico” (p.26).
Hay de putas a putas
Las putas podemos comenzar entonces a hacernos ciertas preguntas: ¿a cuántos peldaños de distancia estoy de ser también una persona en situación de calle? ¿Tengo yo protecciones de las que estas personas carecen? ¿Qué tanto estamos dispuestas a reconocer que nuestra precariedad (o la ausencia de esta), para muchas de las generaciones presentes, depende fuertemente de nuestro origen social, de nuestras redes de apoyo, de nuestro acceso a seguridad social y de la presencia o ausencia de discapacidades o condiciones de salud? ¿Qué tanto el Estado es un aliado en este reconocimiento y no uno de los principales perpetradores de la violencia?
Hace falta un largo y nada fácil camino por recorrer para que otros diagnósticos y ejercicios similares lleguen a realizarse en otras entidades federativas. Ello con el fin de conocer cuál es la situación actual de quienes nos dedicamos al trabajo sexual y también para explorar la realidad de aquellas personas que lo ejercen en condiciones de mayor precarización. Claramente, no da lo mismo monetizar nuestros servicios sexuales en Onlyfans que desde una banca de la Ciudadela, no da lo mismo hacerlo para conseguir un ingreso adicional que depender de ello para subsistir. Y no es lo mismo grabarse en bolas en la seguridad de un Airbnb con vista al mar que ejercer tu trabajo con el muy presente temor del desplazamiento forzoso.
El mismo día que la Copred publicó su diagnóstico, la Cofepris autorizó el registro sanitario a la vacuna Jynneos (también llamada MVA-BN) contra viruela y viruela símica, del grupo Babarian Nordic, asegurando que “la vacuna cumple los requisitos de calidad, seguridad y eficacia para expedir el registro sanitario que permite su comercialización en México.Un día después, la OMS anunció que dicha vacuna sería la primera en añadirse a su lista de precalificación (o sea, la OMS también ya dio el visto bueno).
De nuevo, es válido que las putas comencemos a hacernos preguntas: ¿esa vacuna estará disponible para todas o sólo para aquellas que cuenten con IMSS, ISSSTE, IMSS-Bienestar, o seguros privados? ¿Esa vacuna estará disponible para todas o sólo para quienes puedan pagarla? ¿Cómo la hacemos llegar a quienes no podrán presentarse con un comprobante domiciliario ni un documento de identidad a su clínica familiar más cercana? ¿Cómo hacemos que la salud sea un derecho humano verdaderamente para todas?
Por eso, a esa insidiosa pregunta: “¿qué aporta un periodismo puteril?” Habría que responder, de forma serena, pero tajante: preguntas, preocupaciones válidas. También aporta entusiasmo y ganas en un mundo con cada vez menos entusiasmo y ganas. Aporta alianzas, complicidades, una escritura que no me trate ni como criminal ni como víctima. Aporta, quizá, un encuadre distinto. De hecho, quizá lo más peligroso de un periodismo puteril con un horizonte político emancipatorio sea que evidencia que un amplio número de las violencias y desigualdades que nos afectan a nosotras, las putas, en realidad nos afectan a todas (y a todos): la falta de seguridad social, la falta de acceso a la vivienda, la discriminación, los discursos de odio, la salud como privilegio de clase, el nulo acceso a la justicia y el no reconocimiento de nuestras labores como trabajo, por mencionar sólo algunos. En estas luchas por un mundo menos desigual, las trabajadoras sexuales nos hermanamos con muchas otras aliadas incómodas y preguntonas, trabajadoras del sexo o no. En estas luchas por un mundo menos desigual claro que tenemos mucho que decir. Y lo diremos.