Ocho años en el clóset

Por Fátima Herrera

Ilustración de Luis Cruces Gómez

Cuando tenía 13 años mi actividad favorita era ir a un grupo juvenil en la iglesia. Conocí a mucha gente, iba a campamentos y escuchaba misa cada semana, incluso me fui de misiones un par de veces. Era todo un ejemplo para los papás de mis amigos. Mi vida transcurrió bien hasta llegar a los 15 años, en ese momento estaba en mi primer año de prepa, y todo era maquillarse, conocer mushashos, estar en el taller de Jazz porque Girls Just Wanna Have Fun, salir con las amigas y no aprender ni madres en la escuela, ah y tomar alcohol —mucho— de hecho.

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Yo intenté ser todo eso y hasta en cierto momento llegué a sentirme cómoda. Todo estaba en la dirección correcta de la heterosexualidad, el tema gay era un tabú para mí, me daba miedo. Mis papás decían que eso era incorrecto y yo adopté esa idea. Pero muy en el fondo sabía que esa no era yo, que no me encantaba tener plastas de maquillaje y que ser tan “femenina” (sí, entre comillas, porque feminista) no era lo mío. Empecé a tener amigos y amigas gay y eso fue abriendo mi mente. Al conocer sus historias, me di cuenta de que no era tan malo como decían, la única diferencia era que ellos corrían peligro al ser vistos.

A los 16 repetí primer año, así que como castigo me llevaron a otra escuela y fue ahí donde todo ocurrió. Yo andaba de “algo” con un tipo, nunca lo besé porque hasta ese momento yo no había tenido algún tipo de relación amorosa y me causaba conflicto. Un día tomada de la mano de él, entre tanta gente miré a una chica a lo lejos y sí, amor a primera vista. Fueron solo unos segundos al sentir que algo había causado en mí, pero cuando Kermit (le vamos a llamar así al dude) me jaló para seguir caminado, pude reaccionar y darme cuenta de que me había gustado aquella ¿niña? Traté de ignorar lo que había sucedido porque realmente yo estaba enamorada de Kermit, pero cada vez que la veía se me agitaba todo, me ponía nerviosa y chocar las miradas me derretía.

Uno

Cuando me di cuenta de que estaba enamorada de ella empezó el martirio. Yo me negaba a ser gay, la sola palabra me aterraba, para mí estaba mal, era una aberración y le estaba faltando el respeto a mi familia y a mi religión. Otros podrían serlo, pero yo no. Intenté dejar todos esos pensamientos atrás y comenzar en serio con Kermit, hasta que un día me abrazó y me dijo que estaba enamorado, y claro, me emocioné mucho, hasta que me dijo que estaba enamorado, pero de un hombre ¿Qué clase de broma era esa? ¿Kermit también me estaba utilizando? Eso detonó que tuviera que olvidarme de él como novio y solo ser amigos.

Dos

Pasé dos años enamorada de esa chica, comportándome horrible en casa por estar retraída y no entenderme. Intenté decirles muchas veces a amigas, pero me daba miedo el rechazo. Un día me armé de valor y se lo confesé a un amigo de mi salón, me explicó que no tenía nada de malo, que jamás iba a dejar de ser mi amigo por eso y que, a pesar de todo, soy una persona como cualquier otra, y bueno, me faltaba convivir con más gente de mi comunidad. Cada que hablaba de ella con mi amigo, tenía que cambiar a él, para que la gente no supiera, me aterraba que me vieran diferente, que ya no quisieran estar conmigo. Mi forma de vestir también fue un tema complicado, temía que al no vestirme lo suficientemente femenina, la gente se daría cuenta de lo que era. Siempre queriendo tapar el sol con un dedo y optando por mi incomodidad.

Tres

Empecé a tener problemas más fuertes conmigo misma, me empezaron a atraer otras niñas, y la ansiedad se empezaba a hacer presente, llena de pensamientos dónde me repetía: Yo no puedo ser así, no debo, no quiero. Me sentía sucia y empecé a cuestionar a Dios, rezaba para que me quitara lo que sentía, le preguntaba por qué, lloraba y ya no me sentí digna de él, leía la biblia y encontraba las mismas respuestas: rechazo, rechazo y más rechazo. Mis temas de conversación con una amiga cercana eran sobre lo mismo, hasta que un día me dijo: ¿Qué eres? ¿Qué quieres? Días después me encontré con una canción llamada Por Amor al Arte, una canción clásica que habla sobre el amor lésbico. Encontré consuelo en esa canción.

Lo que tú no sabías es que, aunque nacieras princesa,
no querías un Romeo, esperabas a Julieta.
Nadie supo explicarte por qué la querías,
que el hombre de tu vida se llamaba María.

Opté por definirme como bisexual, o así fue como me sentía más cómoda al decirle a mis amigos. Al decirles me temblaba el cuerpo, me daban ganas de vomitar y lo decía como quién confiesa el peor de los actos, en voz baja y alejada de toda la gente que pudiese escuchar. Para mi sorpresa, tuve apoyo en cada persona a la que se lo había dicho.

Ese mismo año conocí a otro vato y también me enamoré, y otra vez tuve la idea de que mi vida podría cambiar con él, que solo era una etapa y que sería mi salvación. Me mantuve firme en esa decisión, pero como siempre me ha ido mal, llegó a nada.

Cuatro

Poco a poco empecé a aceptarme de nuevo, conocí a otras personas de la comunidad, y a los 18 había decidido abandonar mis ideas religiosas, no podía soportar ser parte de algo que rechazaba a otros por amar (aclaro, esto es lo que pasó conmigo, no quiere decir que la comunidad LGBTTTIQ+ no pueda creer en Dios). Repetí año y estuve 6 meses trabajando, en ese tiempo me había interesado realmente de una chica e incluso intenté que hubiera algo, pero tampoco pasó. Empecé a darme cuenta de que vivía en dos realidades diferentes, la que mis papás creían y la real, lo que yo era. Pero tengo que decir que no era algo que yo quisiera que se supiera, había pasado tanto tiempo ocultándolo, que me prometí que nunca lo diría, no podía con la idea de que mis papas supieran, me cegaba el dolor que podría traer, sin darme cuenta de que eso me estaba lastimando más.

Cinco

A los 20 entré a la universidad, habían pasado 5 años y fue cuando me enamoré. Eso cambió mi visión de todo, tampoco pasó nada (sorry por no darles una historia de amor hasta ahora, pero es que, de verdad, me va muy mal) pero esta persona me cambió la perspectiva de lo que yo quería ser. Su amor me hizo entender que el amor no tiene que ocultarse, que debe ser libre. Sí, yo era libre, podía ir a dónde quisiera, pero no era libre por dentro, y eso es más triste aún, porque no hay a dónde correr.

Seis

Yo era un secreto a voces, alguna vez lo negué, pero a esas alturas ya no podía negarlo más. Tengo 3 hermanos y uno de ellos se enteró porque me vio llorando y tuve que decirle. A mi hermana menor ni siquiera se lo dije, se lo escribí en mi mano. Todo eso jamás lo planee, siempre era espontáneo. Ambos fueron agradables y desde aquí les agradezco, pues fueron aliviando las heridas internas.

Siete

7 años ahora, he decidido que le diré a mis papás cuando ya no viva con ellos, así podré darles espacio para pensar y si me rechazan, sería más fácil estar lejos, dolería menos. Aquí ya todos mis amigos sabían, las personas con las que trabajaba y algunos familiares. Me comenzaba a acercar cada vez más a mi realidad, poco a poco se desvanecía mi otra vida.

Ocho

23 años ahora, el congreso del estado rechaza el matrimonio igualitario. El coraje, el miedo y la injusticia se apoderan de mí, trato de calmarme hasta que una tía manda algo al grupo familiar felicitando al congreso por favorecer a la familia natural. Mi corazón se rompe y me dirijo a dónde mi mamá a decirle lo que pasó, ella me pide que ignoré el comentario, entonces le digo que no, y sin decirlo directamente, lo exhalo.

Al principio ella no lo toma de buena manera, y yo caigo en cuenta de lo que acabo de hacer, entro en pánico y quiero retroceder todo. Entonces llega la comprensión, me explica cómo se siente y yo entiendo. No fue fácil para mí, para ella tampoco debe serlo, pensé. El miedo no era tanto por mi mamá, sino por mi papá, él es la persona más importante de mi vida. No es porque tenga un favorito, es solo que tengo más cercanía con él, tenía miedo de perderlo. Los que me conocen saben que mi papá es un hombre noble, cariñoso y muy lindo. Le dije a mi mamá que hablara con él, porque yo no iba a poder. Dos horas después entró a mi habitación y ahí tuve la plática más bonita de mi vida, aquí les dejo las frases que se quedarán grabadas en mi corazón para siempre:

¿Ves esa niña que está ahí? Siempre va a ser mi niña amada.
Rechazarte, sería rechazar 23 años de tu existencia y yo no puedo hacer eso.
Le tengo miedo a 2 cosas; que te hagan daño por homofobia y que te alejen de tu familia.
No tienes por qué cargar con nada, te amo y siempre será así.

Creí que después de eso, las cosas se pondrían raras, pero a la mañana siguiente, ellos me seguían amando y yo seguía siendo la misma Fátima de siempre. Estar 8 años en el closet fue como haber vivido en una jaula y estar afuera me hizo llorar de felicidad, es tanta la libertad que ni siquiera yo puedo créerlo, no puedo creer tanto amor, tanta suerte de la gente que me rodea.

Recientemente he ido a mi primera marcha y bueno, he salido en Yucatán al Minuto. Se han enterado los que no sabían y confirmado los que sospechaban, pero ya nada de eso importa.

La energía que transmite ser parte de algo tan fuerte y resistente es indescriptible. Nunca la palabra orgullo había tomado tanto sentido para mí hasta ese momento, ondeaba mi bandera con amor, me sentía fuerte rodeada de gente que aprecio y mi comunidad, la comunidad LGBTTTIQ+.

He colgado mi bandera en mi closet y no lo digo metafóricamente, realmente lo hice:

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Ver esa bandera colgada es hacerme visible ante mis propios ojos y ahora que me veo con claridad, nunca más volveré a negarme. Yo creo que todos llevamos un closet dentro, lleno de sentimientos, miedos e inseguridades. ¿Y si le quitamos las puertas? Y si solo dejamos colgadas nuestras banderas, sean gay, lesbiana, transexual, queer, drag, bisexual, transgenero. Quizás solo así podamos ser libres.

Estoy enamorada de lo que soy, de como he hecho las paces conmigo, saber que no hay nada malo conmigo. Ser gay es siempre una historia triste llena de miedo, rechazo y soledad. Espero que con el paso del tiempo sean menos las historias tristes y más las historias de amor. Mi proceso no fue fácil y estoy segura de que para nadie lo ha sido. Esto solo es el comienzo de todo lo que falta por enfrentarnos, todos y todas, estamos en esto.

Seguiremos resistiendo, amando, luchando.
No somos 4.

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