Por qué las «terapias de conversión» son tortura

Por Katia Rejón

Ilustración de Luis Cruces Gómez

Luis canta como si su voz viniera desde una parte lejana de su cuerpo. Canta como si le doliera de verdad la lenta tarde de verano y la foto gris que las olas van difuminando, en la canción de Yuri. La gente lo mira entre divertida y enternecida, él se toca el pecho. Luis es uno de los conductores del podcast LGBT más escuchado en Latinoamérica, La Jaula, y director de la compañía teatral Primer Acto Producciones.

Cuando cumplió 18 años, Luis Mont salió del clóset y aunque al principio sus papás le dijeron que lo apoyarían, también pensaron en que había cosas que podían intentarse.

—Yo tampoco estaba informado en ese entonces. Empezaron a investigar y una tía dio con la terapia de hormonas, en la que te inyectaban cosas. Le dije que no, gracias. Luego supo de un monasterio en Guadalajara que hace retiros para curar la homosexualidad. Ésas eran unas de las opciones para “curarme”.

Los Esfuerzos por corregir la orientación sexual o identidad de género (Ecosig) son una práctica realizada por personas no profesionales pues no son avaladas por ninguna asociación seria de medicina o psicología y fueron catalogadas como “tortura psicológica” por la ONU. En nuestro país, también la Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) se ha posicionado en contra de esto.

El doctor en psicología y profesor universitario Carlos David Carrillo Trujillo comentó en entrevista con Memorias de Nómada que las terapias de conversión se basan en la premisa errónea de que la homosexualidad es una enfermedad.

—Desde los años setenta, la Asociación Americana de Psicología empezó a descartar la homosexualidad como enfermedad mental. Pero fue hasta los noventa cuando la Organización Mundial de la Salud oficialmente la descartó.

Si la descartó fue porque en primer lugar no había razones médicas para considerarla como tal. Todavía hay personas que consideran la homosexualidad una “enfermedad emocional” o “psicológica” y por ende, reversible o tratable.

Desde el tipo Naranja Mecánica que son terapias agresivas, de choque; hasta químicas que son dañinas para la salud física de las personas. También hay religiosas, de castración, hasta consejería que no tiene nada que ver con la terapia psicológica.

Luis Mont fue por dos años a una terapia de cuarto y quinto paso que compartía con personas con problemas de adicción a los narcóticos y al alcohol, en una hacienda remota donde apenas le daban comida y bebida. Tampoco podía dormir, porque si dormía lo despertaban. Hizo cuatro retiros en total.

—Fue hace doce años, no sé si aún sea igual pero en ese entonces te llamaban “enfermo emocional”. Te llenas de toda la carga de las otras personas, es muy religioso, escribes de tu vida sexual y familiar en hojas. Yo me empecé a culpar a mí mismo.

En uno de los podcast de La Jaula, Luis Mont cuenta esta misma historia y dice que en ese momento estaba ahí convencido, dándolo todo para cambiar. Hay un momento en el que la catarsis grupal es muy fuerte, dice, y ahí al estilo del coaching coercitivo, le gritaron hasta hacerlo sentir culpable.

—Te dicen ¿quién te violó? Eres un maricón. Ahí lo tienes enfrente, ¿qué le dices?, dice Luis.

El doctor Carrillo coincide en que muchos no llegan por voluntad propia. Son, generalmente, menores de edad obligados por su familia. Dependen física y psicológicamente de ellos.

En México hay muchos grupos de este tipo con cortes religiosos que reclutan en hoteles, o hacen eventos privados en salones ejecutivos.

—Es un negocio. En Estados Unidos se ha descubierto que es un negocio de mucho dinero porque la gran mayoría de las terapias ni son gratis ni baratas, dice Carrillo.

En Yucatán no existe un grupo estático conocido pero hace un par de años vinieron a la ciudad para hacer un “llamado”.

—Lo hacen en hoteles, cines, teatros, dando conferencias y captan a la gente. Sí ha habido llamamientos de este tipo. Al ser nosotros una comunidad bastante moralista y tradicional, no dudo que haya demanda de este tipo de cosas.

¿Quiénes son los que coordinan estas terapias? El doctor Carrillo explica que en general son personas cuya única preparación es una supuesta experiencia. Aunque no descarta que haya en esos grupos psicólogos y médicos con este perfil, pero no son apoyados por la comunidad médica ni psicológica.

Luis coincide. Estuvo casi dos años en esos retiros y cuenta que empezó convertirse en el verdugo de otras personas, cuando llegaron otros por la misma razón que él.

—Llegaban chavitos de 14 años y dije, no, adiós. No puedo seguir así y dejé de ir. Mi familia estaba fanatizada por todo eso, yo estaba desinformado y así no sabes cómo defenderte.

Dice que a raíz del programa de La Jaula los han contactado personas que han recibido violaciones correctivas, mujeres sobre todo.

—Lesbianas a las que llevan a una capilla y hombres abusan sexualmente para convertirlas en “mujercitas”. La gente lo hace. Los papás te llevan con la prostituta y terminas platicando con ella de hombres. Es una tortura para tu desarrollo, con el activismo lo que queremos es que las futuras generaciones no tengan que pasar por esas cosas.

El doctor Carrillo comenta que en algunos países se lucha por su prohibición, en Estados Unidos hay varios casos en que las terapias se relacionan con privación de la libertad, violencia física e internamiento. Sin embargo, esto es difícil porque puede confundirse con la coerción al derecho de libre agrupación.

—Es fundamental entender que las terapias de conversión de manera clara violan los derechos humanos de las personas o te obligan a cambiar algo que es imposible. Vivimos en una sociedad heteronormativa y lo que no sea parte de eso resulta complejo de entender.

Opina que cada vez hay más apertura para hablar de estos temas en medios de comunicación por lo cual espera que la gente vaya cambiando su forma de pensar. También dice que los jóvenes que tienen apoyo son funcionales, felices, independientemente de su orientación sexual.

—Un adolescente que busca su identidad, cree que su familia lo va a repudiar, quitar apoyo económico, afectivo, social y su única salida es cambiar su orientación, lo cual es imposible. Los efectos de culpa y depresión causados por esta creencia son mucho más nocivos.

Hay todavía muy poca investigación al respecto, sobre todo enfocada en personas trans y mujeres. Actualmente el doctor trabaja en una investigación sobre cómo el apoyo social y familiar es la salida para que todas las personas sientan que forman parte de la sociedad y no hay nada de malo en ellas.

Luis Mont tiene 30 años y si tuviera la oportunidad de hablar con el joven de 18 años que fue a un retiro espiritual para cambiar, le diría que va a ser muy difícil, que habrá personas que le den la espalda y hay que ser fuerte. Pero también le diría que tendrá mucho amor, que todo mejora, que encontrará familias fuera de la suya.

—La gente con la que uno se encuentra ayuda mucho cuando hay rechazo, te sientes solo. Mucha gente llega a suicidarse por la soledad. Lo que yo quiero es que la gente se acerque a personas como nosotros, para decirles que no están solos.

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