La educación, primera estrategia política de las feministas latinoamericanas

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Por Andrea Fajardo (Venezuela-México) y Laura Rodríguez (México)

Ilustración:  Elo Draws (México)

En la Casa de la Historia de la Educación de Yucatán, al sur de México, se conservan las listas de asistencia de una escuela para mujeres del año 1916. Escritas en puño y letra por las maestras, se pueden leer las razones por las que faltaron varias alumnas el 13 de enero de ese año. La mayoría de las líneas dice: “Faltó por asistir al Cong. Feminista”

En un contexto conservador como el de principios del siglo XX, las maestras y académicas de América Latina se organizaban para impulsar la reflexión sobre los derechos de las mujeres y la realización de los primeros congresos feministas en la región, que fueron en Argentina y México.  En ambos países un tema primordial fue la educación como base para empoderar a las niñas y mujeres. 

En aquélla época, las mujeres argentinas vivían prácticamente confinadas en su hogar; como esposas o personal doméstico, siempre bajo la tutela masculina, de ninguna forma podían ejercer la capacidad civil con plenitud. Es por ese motivo que, entre los siglos XIX y XX, las pioneras del movimiento, las primeras universitarias lideradas por la maestra y escritora Juana Manso, fueron fraguando las ideas que, alrededor de enfatizar la educación para apoyar la autonomía de las mujeres, impulsarían el Primer Congreso Feminista de Latinoamérica. 

En Argentina hubo tres grupos que, desde diferentes matrices, vislumbraron la valoración de las mujeres a través de la educación y el trabajo. Por un lado, las feministas académicas, sindicalistas, profesionales y políticas del país, que ya llevaban una década de militancia social. Ellas organizaron el Congreso a través de la Asociación de Mujeres Universitarias fundada en 1904 y cuyo objetivo era lograr que las mujeres accedieran a educación universitaria y prácticas profesionales. 

Por otro lado, las conservadoras, participantes del Congreso Patriótico de Señoras impulsado por el gobierno de José Figueroa Alcorta como una forma de imponer la voz conservadora por sobre la del congreso de las feministas. Finalmente, las anarquistas, que no querían ser relacionadas con las feministas, ya que para ellas representaban los valores burgueses que querían suprimir, enfatiza la investigadora Dora E. Barrancos, y se enfocaron en la educación e instrucción de las obreras.

En México, los índices de analfabetismo, precarización y explotación laboral eran altos. En este contexto, y como un esfuerzo por establecer un nuevo modelo educativo para las mujeres y niñas, más allá del ideal femenino, religioso y patriarcal, las maestras en Yucatán ya venían trabajando por la educación femenina desde finales del siglo XIX, con la fundación del Instituto Literario para Niñas y La Siempreviva, encabezada por Rita Cetina Gutiérrez, que conformó una asociación literaria, una escuela para niñas en condiciones precarias y la primera revista escrita y dirigida por mujeres en México.

Entre las congresistas que abogaban por el derecho a la educación, la historiadora Piedad Peniche destaca dos perfiles: la feminista moderada, que defendía la educación laica y el trabajo remunerado pero no los derechos políticos ni educación sexual en las escuelas; representando un 65% del total de congresistas. Y la feminista radical, que aspiraba también al sufragio y los cargos políticos, así como a la educación y los derechos sexuales; siendo el 20% del total de congresistas. 

En las actas del Primer Congreso Femenino Internacional de la República Argentina se pueden leer las conclusiones sobre el tema de la educación de las mujeres. Se votó para que aumentaran el número de escuelas profesionales de labores femeninas, se propuso la creación de la escuela de las madres, bibliotecas para las obreras en las fábricas y un centro de estudios de extensión social para instruir a las mujeres. A la vez, los llamados fueron por la educación formal, la creación de escuelas industriales, comerciales, técnicas, de artes y oficios para mujeres, así como el acceso a la universidad.

En México, las congresistas trazaron el camino de debate a partir de temas como la desfanatización de las mujeres ante la Iglesia; la implementación de un modelo educativo racionalista; la creación de escuelas mixtas y la inclusión de materias de carácter creativo y científico para las niñas; abrir espacios en campos ocupados por hombres y la capacidad de las mujeres para ejercer cargos públicos. Algunos de estos temas tuvieron un alto grado de protagonismo debido a las posturas divergentes que surgieron alrededor. 

Otro tema relacionado fue el de la educación sexual, a partir de la ponencia “La mujer del porvenir” escrita por Hermila Galindo para el congreso. La activista proponía una mirada hacia el conocimiento de los cuerpos de las mujeres desde la infancia. Buena parte de las congresistas se pronunciaron a favor, sin embargo, al momento de redactar las conclusiones, esta propuesta fue eliminada por mayoría de votos, principalmente de maestras conservadoras.

Las estrategias feministas que se dan hoy en día en la Argentina también mantienen muchas de las anteriores. Aunque las líneas temáticas cambiaron y apuntan a la Educación Sexual Integral y a la inclusión socio-laboral de las personas trans, la articulación con el estado, por ejemplo, se mantiene mediante el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. 

Si bien existen avances a nivel legislativo en algunos estados de México con respecto a la educación sexual y los derechos reproductivos, la lucha feminista sigue trabajando no solo por la legislación y una educación sexual integral, sino por transformar los prejuicios alrededor del tema desde la colectividad y la demanda de programas educativos con perspectiva de género en las escuelas. 

No hay duda de que la lucha de las profesoras congresistas sigue de pie en temas de educación actualmente, solo que desde otra  realidad. Al conseguir que la educación fuera un derecho para todas, las participantes de ambos congresos marcaron el precedente de lo que hoy conocemos como la lucha de alumnas y maestras para reivindicar los espacios educativos.

Una lucha que busca colectivizar a las mujeres desde el interior de las escuelas para lograr que sean lugares seguros y libres de violencia, cuestionando las prácticas machistas y proclamando que la desigualdad se soluciona con acceso a educación para todas.