El turismo después de la pandemia puede ser mejor: Mariana Baenove

Por Katia Rejón

Ilustración: Elo Draws

Hubo un tiempo en que ir a la playa en el Caribe significaba estar en contacto con la naturaleza. No había, entonces, necesidad de registrarse en un enorme castillo de concreto, como son los hoteles, para sentarse en un camastro sobre la arena. En los tiempos que vivimos hoy, esos complejos de lujo están vacíos y las playas, cerradas.

 

Mariana Baenove tiene 28 años, vive en Mérida, Yucatán y fundó su proyecto homónimo hace cuatro años, motivada por sus amigos. Se define como “creadora de contenido turístico” pero con una perspectiva diferente de la “industria” en su página http://marianabaenove.com/.

—Mucha gente de aquí me decía que en vacaciones se iba a Xcaret y a la Riviera. Y yo les contestaba: no, mira, hay tal cabaña administrada por un ejido o cooperativa. Siempre trato de compartir cómo viajar sin afectar lo mayor posible la naturaleza. Que no seas solo el turista que quiere sacar una foto bonita e irse, explica en entrevista.

Los primeros obstáculos fueron internos: no se identificaba con los perfiles de promotoras turísticas y sentía que necesitaba ser especialista en la materia. Pero al mismo tiempo el sentido de su proyecto es decirle a las personas que cualquiera puede hacerlo: viajar sin compañía, sin mucha inversión y sobre todo con un sentido comunitario.

—Lo más bonito es llegar a una comunidad y que te cuenten historias. Hace poco me invitaron a Pisté, una población en la entrada de Chichen Itzá, para mostrarme un tour. En la cena uno de los señores me platicó que hace mucho tiempo en los poblados se podían ver jaguares y monos. También visité El Palmar, que tiene uno de los faros más grandes de la Península. Al señor que lo cuidaba le faltaba un mes para jubilarse y desde ahí vimos tres delfines y tortugas de carey buscando anidar. Fue muy mágico. Como vio mi emoción me dijo: disfrútalo porque quizá en unos 10 años no va a estar.

El segundo obstáculo para Mariana fue la nostalgia. Le pegaba mucho ver paisajes en peligro por el turismo irresponsable y la construcción expansiva. Un día, mientras estaba con los pescadores de Celestún viendo cómo promover otros sitios que no fueran la playa y la ría, les confesó que no estaba segura de continuar.

—Me contaron que en una zona de Sian Ka’an hace 20 años podías ir a la playa con tu racimo de plátano y al atardecer bajaban los monos arañas. Hasta podías comer con ellos. Ese día llegué al hotel y lloré porque quien me lo contó tenía los ojos rojos a punto de llorar.

Las personas con las que trabaja coinciden en que la labor de registrar y promover los paisajes naturales es una forma de preservar la memoria de sus comunidades. Así que Mariana continuó.

La Organización Mundial del Turismo dice que las restricciones de viaje por la Covid 19 provocaron una caída del 97% en las llegadas de turistas internacionales y una pérdida de 195 mil millones de dólares en ingresos. Los expertos hablan del turismo del futuro como un “nuevo paradigma de convivencia socioecológica” aceptando que la crisis en el sector venía ya mucho antes de la pandemia. El turismo sustentable, ése que hace apenas unos meses era poco visible, podría ser el único camino posible para el turismo, después de la COVID 19.

El año pasado, según datos oficiales, Yucatán recibió a 3.2 millones de turistas. Los últimos informes gubernamentales registran cero ocupación, lo que representa una parálisis económica para las personas que viven directa o indirectamente del turismo.

—¿Por qué crees que la gente prefiera vacacionar en un resort que en una cabaña cerca de la laguna, aunque implique un mayor impacto económico y ambiental?

—Porque es lo que se aspira. Cuando le tomo fotos a un cenote de Homún, es muy bello pero no se compara con las fotos de la familia Xkaret. Esa parte también es difícil, buscar cómo sacar la mejor foto compitiendo con sitios a los que se le ha invertido mucho dinero. Y al mismo tiempo, hay personas mayores que me han dicho: soy de Yucatán y no conozco la playa.

Por definición, la Península de Yucatán está rodeada de agua: por un lado el mar Caribe, por otro el Golfo de México. La playa más cercana a la capital está a menos de una hora en autopista y hay ojos de agua horadando todo el territorio maya. Decir que no se conoce la playa, entonces, es un dato importante para entender las dificultades que pueden tener las personas para desplazarse en su propio territorio.

—Hace tiempo subí un video de Holbox y un señor me envió un mensaje que decía algo como: “Mi nieta está escribiendo esto porque no sé manejar un celular. Hace unos 40 años, cuando entraba un norte quienes íbamos en embarcaciones nos quedábamos en Holbox. Hace 40 años que no voy y gracias a ti, viajé”.

Mariana no muestra en sus videos los mismos sitios de siempre. De hecho se empeña en mostrar pequeños negocios locales con productos de mayor calidad y mejor precio que marcas ya renombradas, caminos naturales y playas pocos conocidas. Antes de la pandemia viajaba toda la semana, armaba su ruta de acuerdo a las necesidades de las comunidades dedicadas al turismo. Ahora también se dedica a impulsar el talento de mujeres en el sector cultural y turístico.

—Me hablan y me dicen: Mariana necesito que me apoyes con darle difusión a este lugar. Y a los dos días: Por favor, detén la publicación porque ya tengo lleno. No es algo publicitario nada más, es la vida de las personas. La comunidad lo entiende y le gusta lo que haces. A veces me quedo con las familias en los poblados. Llevo mi casa de campaña para quedarme en el patio pero termino siempre comiendo con la familia.

El ejido de San Crisanto se organiza para pintar los canales y mantener limpio el lugar. Son 12 familias que dependen de los visitantes. Al mismo tiempo, cuesta mucho darle mantenimiento a un lugar. Los dueños de los cenotes le han dicho que necesitan escaleras adecuadas y una luz que no dañe el sistema interno del cenote, y ambas cosas son muy caras. Llegan a costar entre 15 y 60 mil pesos.

—Imagínate lo que necesitan ahorrar para comprar eso. El gobierno no les da apoyo económico, necesitan muchos visitantes y para tenerlos necesitan invertir. Es un ciclo. Mientras no se inculque el turismo responsable y visitemos lugares sin dañarlos, será muy difícil.

La otra tragedia

El 1 de junio, se formó una tormenta tropical llamada Cristóbal sobre la bahía de Campeche. En Yucatán se dañaron 230 mil acres de cultivo y provocó inundaciones en todo el estado. La prensa dijo que algunas áreas de Yucatán recibieron la lluvia de un año condensada en cuatro días. Cuando entrevisté a Mariana, las inundaciones todavía eran noticia.

—Los cenotes están rebosados y la gente desesperada. Antes, con el COVID 19 estaban en sus casas y vivían del cultivo, pero con la inundación no pueden salir a cazar, la leña para el fuego está mojada. Al principio de la cuarentena se decía que los poblados no necesitaban mucho porque vivían del autoconsumo y todo circulaba ahí, pero con las inundaciones se volvió terrible la situación.

Mariana pasó de promover sitios turísticos a llevar despensas a las comunidades, ayudar en lo inmediato.

—A las personas que conozco de la comunidad no les gusta sentirse como si fueran motivo de lástima. Los apoyamos con despensa sin llegar a ser asistencialistas.

La afectación no solo fue a sus casas, muchas de ellas autoconstruidas, sino a sus huertos, animales de traspatio, colmenas, ganado, campos de maíz. Inmediatamente después de las tormentas, llegaron los moscos y enfermedades como el dengue. En resumen, la lluvia ahogó sus posibilidades de autoconsumo. Sin turismo y sin producción agrícola, el panorama obliga a repensar cómo nos relacionamos con las comunidades siendo locales o visitantes, pues tanto el COVID 19 como el cambio climático tienen como antecedente común la depredación a la naturaleza.

—El turismo sustentable rural y local va a ser el primero en activarse. Por salud o por no tener el capital, la gente no va a viajar tan lejos. Posiblemente, hasta el próximo año todo mejore y quizá mucha gente del turismo la esté pasando mal por no tener trabajo, pero hasta cierto punto también es algo bueno que respire el planeta. Nos encanta promover pero también está la lealtad: amamos lo que promovemos y ya se nos estaba desgastando demasiado.

Antes de terminar le pregunto a Mariana qué va a ser cuando ya haya recorrido todo Yucatán, y contesta que siempre habrá un rincón para invitar a conocer. Mientras tanto, hay que buscar alternativas que no solo muestren las riquezas naturales sino el trabajo que hay detrás y lo que significa ese pedazo de territorio para los locales.

—Todo el mundo dice que las cosas no van a ser igual después de la pandemia, pero que no sea igual no significa que no va a ser mejor.

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