El impacto de las artistas mujeres en la música colombiana

Por Mariana Escobar Bernoske

Ilustraciones: Karilym Ramírez  (@baubo_dibuja) 

Sería difícil imaginar a Colombia sin música, ¿verdad? Por las calles se escucha que “llevamos la música en la sangre” y cada rincón del país tiene su propia experiencia sonora. Hay más de 1.025 ritmos folclóricos agrupados en 157 géneros diferentes, argumento principal para recibir el título de «La tierra de los mil ritmos». Esa fusión entre estilos europeos, indígenas y africanos resulta en una polifonía musical dinámica, inolvidable y en constante evolución.

En la ilustración aparece un gripo de mujeres en tonalidad naranja, todas cantan y realizan expresiones con las manos. Dos tocan instrumentos y abajo de todas aparecen algunos elementos: fruta, un toro, un acordeón, cruces de cementerio, una tambora, velas y una calavera.

Hay quienes dicen que la música es la expresión del alma, un arte que permite materializar y manifestar de manera estilística la realidad. Más allá de melodías, letras y acordes, la música ha sido el reflejo de los sistemas de pensamiento. Entonces, todas esas ideas que surgen sobre lo popular y las mujeres, dan pistas de la sociedad en la que nos movemos.

Pero, ante todo, no te vayas a confundir. La palabra género habla sobre las construcciones y diferencias sociales entre ser hombre y mujer – y todas las posibles identidades que se encuentran en la mitad –, pero al mismo tiempo, de los diversos formatos musicales que pueden existir. Así que advertencia, si la afirmación “el género en los géneros locales colombianos está generalmente subvalorado” suena a enredo, no estás mal, lo es. Simplemente, déjate llevar por esta invitación a pensar el tipo de nación y cultura que se cuenta en estas sonoridades.

Una tradición dividida en dos

Como explica Guillermo Díaz, Maestro en música y compositor, “la participación de las mujeres en la música tradicional colombiana lleva de desarrollo temporal, básicamente el mismo tiempo que su origen”. En el folclor existe la necesidad de manifestar culturalmente la cotidianidad que surge del arraigo y la tradición oral, por lo que siempre ha habido expresiones tanto femeninas como masculinas.

Esto lo podemos ver en el hecho que existe música que ha sido dominada primordialmente por los hombres, como lo es la de Gaitas y Tamboras. De hecho, solo hasta el 2008 se permitió el acceso de las mujeres a estos encuentros como el Festival de Ovejas y San Jacinto.

La reiteración y mantenimiento de discursos tradicionales con una carga desigual de género hacen que la participación de las mujeres esté mediada por construcciones sociales y no musicales (…) algo que resulta irónico, pues el instrumento más importante es la Gaita hembra”, comenta Alejandra Quintana, Magister en estudios de género e historia de la música.

Esta división también se traduce en la existencia de géneros en donde las mujeres se han apoderado de su narrativa. La musicóloga y escritora Daniela Cura, explica que uno de estos es el Bullerengue, representativo de municipios de Bolívar, Córdoba e incluso Antioquia, en donde las mujeres son protagonistas. “Cantaoras como Irene Martínez, Etelvina Maldonado y Ceferina Banquez, hablan de la resistencia de mujeres que han sido desplazadas y han vivido violencia, no solo violencia de género sino también relacionada con el conflicto armado” relata Cura.

Mujeres que crean

Aunque el canto y la interpretación instrumental es lo que da vida a estas músicas, realmente los procesos creativos como la composición y producción dan pistas sobre la evolución histórica del folclor.

La pregunta por este rol en las mujeres depende de dos condiciones; primero que el material documental es limitado y segundo, que muchas lo hacían bajo pseudónimos. Como expresa Humberto Galindo, investigador del Conservatorio del Tolima, “llegamos siempre a la misma conclusión y es que el reconocimiento llega tarde y escaso”.

En el siglo XX se presentaron casos de mujeres como Maruja Hinestrosa (1914-2002, Pasto), Esther Forero (1919-2011, Barranquilla) y Leonor Buenaventura de Valencia (1914-2007, Ibagué) quienes, a pesar de pertenecer a un contexto socioeconómico pudiente, han sido consideradas como las grandes excepciones de la composición nacional. Pero lo peculiar de sus experiencias ha sido el título con el cual han sido inmortalizadas; “NOVIA DE”.

“Estamos totalmente de acuerdo con que Leonor Buenaventura se mereció ese título por su incuestionable belleza, delicadeza y finura. Pero oculta su principal valor, su belleza intelectual y su capacidad contestataria de reivindicar su pensamiento” – Humberto Galindo

Por su parte la politóloga y Magister en Estudios Culturales Nathaly Gómez opina que en esa representación no se habla de sus músicas, sino de su imagen personal por lo que “es una gran desconexión y un trato muy diferencial el que se le da al quehacer musical de las mujeres”.

Sin embargo, hay quienes afirman como Guillermo Díaz, que esto es producto de los inicios de la industrialización de la música local:

“Al mirar en retrospectiva no es tan bonito quitarle el título de compositora para ponerle la novia del vallenato. No obstante, eso tuvo una repercusión comercial pues son adjetivos familiares al público que lleva a una aceptación a nivel comercial y de Industria, mucho más fácil que si se empoderaran como dueñas absolutas de su imaginario cultural”.

Carmen Millán de Benavides, directora general del Instituto Caro y Cuervo, explica que en su momento eso era un título honorifico. “Lo que pasa es que ese tipo de metáforas se vaciaron de sentido porque la agencia de las mujeres está en otros códigos ahora (…) A nadie se le ocurriría decir ahora que Andrea Echeverry es la novia de Bogotá”, dice enfáticamente.

Pero hoy en día en la industria musical popular colombiana aún prevalecen algunas de estas identificaciones, aunque en menor medida y en contextos particulares. En 2019 la cantante y compositora de Champeta Urbana, Yuranis León fue viral con su tema “Sailor Moon Remix”. Uno de los elementos principales de su publicidad y cobertura mediática, fue la identificación de la artista como “la esposa Mister Black” quien es uno de los mayores referentes del género.

Aires de fusión

Hablar sobre el reconocimiento de las mujeres en la tradición musical folclórica popular del país, muestra cómo Colombia se convirtió en una potencia de la cultura latina e internacional a partir de la reafirmación de una identidad multicultural.

A finales de la década de los 80 e inicios de los 90, el fenómeno de la World Music llevó a la visibilización de artista como Toto La Momposina quien apoyada por el productor inglés Richard Blair, dio giro completo a la música del Caribe. Esto también llevó a la aparición de dos álbumes que modificaron la música nacional; La tierra del olvido (Carlos Vives, 1995) y El Dorado (Aterciopelados,1994).

El espacio central que había ocupado el amor y el romance en industria musical popular se iba opacando por la diversidad étnica y sonora de artistas que se arriesgaron a subvertir estos ideales, aunque claro nunca logrando despojarlos por completo. El musicólogo Luis Gabriel Mesa, describe este fenómeno como un “nuevo código híbrido con el cual se presenta una colombianidad que dio origen a sonidos emergentes que posibilitaron nuevos escenarios para las mujeres y el folclor”.

De hecho, Luis Gabriel Meza pone como ejemplo la trayectoria artística de Shakira para entender ese cambio contundente en la perspectiva de lo que Colombia reflejaba.

“No es necesariamente una exponente que llevó los sonidos de tradición colombiana al resto del mundo, de pronto hay algunos vestigios en canciones como ‘Hips don’t lie’, pero ella se convierte en un imaginario de colombianidad que apuntaba más bien a satisfacer el mercado internacional”.

Mapa sonoro

La visibilización de las mujeres y las músicas tradicionales, también está relacionada con las políticas culturales del país. Haciendo un breve resumen, hacia la década de los 40 el Bambuco fue declarado como género nacional priorizando así a Bogotá y sus alrededores.

Dando un salto, con la presidencia de Alfonso López Michelsen y su gusto por la música de la costa, empezó a volcarse la audición del público hacia el género tropical y se priorizó el Festival Vallenato.

Para no ir más lejos, en 2007 cuando Paula Marcela Moreno fue Ministra de Cultura – de hecho, es la primera persona afro en ocupar un ministerio en Colombia y la más joven- se vio cómo explotó la cultura del pacífico.

La expansión a nivel comercial del Festival Petronio Álvarez y el fortalecimiento de fenómenos musicales como Choquibtown y Canalón de Timbiquí, agrupaciones que dan una nueva visibilidad a las mujeres afrocolombianas y reflejan estos vínculos.

 

Aunque el panorama para las mujeres en la música colombiana hoy es mucho más favorable, aún necesita de un cambio más profundo y una conciencia en el reconocimiento de las mujeres en todos sus ámbitos como ser ingenieras, productoras y hasta publicistas.

Sin embargo, poder hablar hoy de las propuestas musicales de Monsieur Periné o Bomba Estéreo e incluso de artistas emergentes como Lunalé o Mabiland, no sería posible sin el trabajo de las Cantaoras del Bullerengue o compositoras de música andina como Maruja Hinestrosa.

Palabras más, palabras menos, es hacer un viaje por el reconocimiento del folclor, la fusión y del territorio que pasa por momentos alegres, pero también de invisibilización. Así que sí, el género en los géneros locales colombianos está generalmente subvalorado; pero no quiere decir que no de refleje las mil facetas de ser mujer, artista y colombiana.

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