Desahogo apenas disimulado por la votación contra el matrimonio igualitario

Por Yobaín Vázquez Bailón

La cobardía tiene nombre y apellidos. Las ganas de joder tienen rostro y sonrisitas. La ineptitud alza la mano para votar, pero cuando siente miedo —¿a qué?, ¿a quiénes?— se escudan en papeletas para que su decisión quede en secreto. La ignorancia no tiene argumentos para pasar a un estrado y decir por qué no quiere matrimonio igualitario. El prejuicio tiene curul. La necedad pide receso con un timbrecito. La discriminación tiene un número en Yucatán: 15

15 diputados votaron en contra de una iniciativa que ampliaría derechos a personas homosexuales.

15 mediocres se abstuvieron de hablar, cosa inaudita en políticos, de por qué su voto iba a ser en contra.

15 se opusieron a lo que ya contempla la Constitución en materia de matrimonio igualitario. Se sordearon a lo que ya reconoció la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Desoyeron las recomendaciones de la Suprema Corte de Justicia, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, incluso a nuestra conservadora Codhey.

La postura de estos 15 es la de mandar al diablo las instituciones.

15 decidieron estar en desacato.

Porque ellos creen que su opinión es idéntica al de las mayorías.

Porque ellos no entienden que su responsabilidad es velar por el bien común, aun cuando ello entre en conflicto con sus opiniones y las de una mayoría.

Porque ellos prefieren mantener el status quo que no es sostenible en 2019: ya hay matrimonios entre personas del mismo sexo en Yucatán.

Porque les vale que esas personas se casen solo mediante amparos que cuestan veinte mil pesos, mucho más de los doscientos pesos que paga una pareja heterosexual en el Registro Civil.

Porque son así: tozudos como asnos. Tiran el voto y esconden la mano.

Si los diputados no lo quieren entender, se los explico con un ejemplo: Digamos que yo pienso que Rosa Adriana Díaz Lizama y Víctor Cervera son unos incompetentes prejuiciosos. (Pero, ay, no se lo vayan a tomar personal: es sólo una “opinión”). Y por lo mismo que son incompetentes no merecen tener derechos.

¿Por qué? Porque la incompetencia, a pesar de ser común, no es natural. Lo normal es ser apto, eficaz, inteligente, racional, con buen juicio.

Si mi percepción sobre ellos es la misma que tiene la mayoría de la gente y es avalada por los diputados del Congreso, estaría creando un apartheid en el que los desinformados, incompetentes y prejuiciosos como Rosa Adriana Díaz Lizama y Víctor Cervera, entre otros tantos como los Pro Vida y FNF, serían ciudadanos de segunda.

¿Queda claro el peligro de legislar a partir de opiniones y prejuicios? No hay absolutamente ninguna razón ni opinión ni creencia que impida que dos personas se casen.

Existen prejuicios, falacias, malos entendidos: La familia es la base de la sociedad, dicen los Pro Familia. Eso es posiblemente cierto. Pero omiten que las familias heteroparentales (papá, mamá e hijos) no son precisamente garantía de una base sana:

60% de los abusos sexuales y violaciones ocurren dentro del hogar por parte de familiares cercanos (generalmente padre o hermanos).

20% de personas con VIH son mujeres, principalmente contagiadas por sus propios maridos o parejas.

Al menos 178 mil 561 mujeres sufrieron violencia doméstica en el país el año pasado.

33 por ciento de las madres son abandonadas por su pareja, y sin hacerse cargo de los hijos.

Y todavía dicen que el matrimonio es la unión natural entre un hombre y una mujer, según los del Frente Nacional por la Familia. Eso no es necesariamente cierto. Omiten que los matrimonios no son naturales, sino contratos sociales que cambian a lo largo de la historia. Resulta, entonces, que en este momento de la historia, el matrimonio tiene la posibilidad de ser la unión entre una mujer y una mujer y entre un hombre y un hombre.

No quieren que se imponga una ideología de género, mencionan ambos grupos. Qué audacia al decir eso. Omiten que ellos quieren imponer una ideología de ultra derecha religiosa. Ni siquiera lo ocultan al llevar rosarios y ponerse a rezar en espacios laicos, o supuestamente laicos.

Esas brillantes premisas las comparten los 15 diputados que votaron en contra.

Y ni modo.

Echaron por tierra que existen familias diversas, entre ellas no sólo las homoparentales. También están las conformadas por padres y madres solteros, divorciados, viudos, hijos criados con abuelas y abuelos, etc.

Quizá algún día tengamos un Congreso a la altura de las exigencias sociales, a la vanguardia de los Derechos Humanos, y no a un puñado de pusilánimes.

También debo reconocer que la decencia tiene un número en Yucatán: 9 diputados a favor de ampliar los derechos a personas homosexuales. Pero sobre todo, la casi centena de gente que ondeó banderas de arcoíris y gritó por los derechos que ahorita mismo quedaron negados.

Negados momentáneamente, quiero pensar, porque como bien se rugió allí:

La lucha no se acaba.

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