Por Cecilia Campos
Ilustración de Yu Zhenlong
El cine como medio de comunicación busca reflejar realidades a través de la construcción de un discurso y, para lograrlo, requiere de la participación de las personas que forman parte de esa realidad que se quiere plasmar a través de una historia.
Para alejarnos de prácticas que replican dinámicas de poder y lograr un cine con responsabilidad social es importante tener en cuenta lo siguiente:
Definir muy bien el tipo de cine que se quiere hacer. Desde el primer momento es importante precisar si la producción tendrá un fin comercial, social, artístico o educativo.
Ser transparentes y comprometerse. Presentar quiénes somos, nuestros intereses, lo que buscamos con la divulgación del material, así como los lugares donde se exhibirá, es una muestra de respeto. También debe especificarse en los contratos el acceso a la película o documental en la etapa de distribución. Todos los acuerdos a los que se llegue con las partes involucradas deben tomarse con seriedad y cumplirse.
Mantener un diálogo horizontal. Establecer un vínculo real con las personas y no sólo limitarse a tomar sus historias. Esto implica una apertura al diálogo en igualdad de circunstancias. Lxs realizadores/as deben aclarar lo estipulado en los contratos de cesión de derechos de imagen otorgados desde las instituciones financiadoras del proyecto, que en algunas ocasiones pueden llegar a ser muy violentos.
Recordar que las historias que plasmamos no son nuestras historias. En la mayoría de los casos las historias que se cuentan no conforman la realidad de quienes realizan la producción, por eso es importante abrirnos a la escucha y tener presente que las comunidades tienen conocimientos, tradiciones y saberes distintos a los nuestros que deben respetarse. Tomando esto en cuenta, debe procurarse una representación digna.
Mostrar los resultados previamente a la etapa de distribución. Permite que la producción sea comentada por las personas que aparecerán en esta. Al hacerlas partícipes de este diálogo se sentirán cómodas y comentarán cómo se sienten con la representación presentada en el filme. Hay que mantener apertura a la escucha, igualmente mantenerse flexible para modificar alguna parte si es necesario.
Respetar las formas de organización comunitarias. Independientemente del método que se utilice para trabajar en un documental o largometraje, hay que tener presente el respeto a las formas de organización de la comunidad, sus dinámicas y procesos participativos que pueden ser muy distintos a los tiempos de producción a los que estamos acostumbradxs. Adaptarse a estos resulta fundamental.
Valorar la participación de las personas. Entender que las personas no están a nuestra disposición y valorar el tiempo que se han tomado para reflexionar con nosotrxs así como los conocimientos compartidos. Es un trabajo que las personas se representen a sí mismas y compartan sus conocimientos.
Retribución justa. Puede darse de manera económica o llegar a acuerdos que retribuyan a las personas de forma justa por su trabajo en la producción. Así como dejar una copia del material para su exhibición.
Medir el impacto que puede tener un material. Considerar qué implica, así como las posibles consecuencias que tendrá la publicación y difusión del material para las personas que participen en la producción.
Mantener cercanía con las personas participantes y orientarlas para que reciban la atención necesaria en caso de que su seguridad se vea comprometida. Dar a conocer situaciones donde se vulneran o violan los derechos humanos puede incomodar a quienes se aseguran de que la información se mantenga oculta. Por eso es importante establecer protocolos de seguridad, así como referir a las personas participantes a instituciones, organizaciones y programas que puedan brindarles apoyo como medida preventiva.
Fuentes
Futuros indígenas (2022, 17 de agosto). Manual de buenas prácticas de cine.
Entrevista a Maricarmen Sordo (2022).
Avispa (2021). Cine documental: ¿qué lo hace extractivista o aliado de las comunidades?.