Apis: el refugio de un estado que no es seguro para las mujeres

Por Lilia Balam

Ilustración de Melanie Rejón

La violencia de género contra las mujeres en Yucatán es un problema grave. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en el 2021 Yucatán ocupó el noveno lugar a nivel nacional por casos de violencia de género. Las estadísticas de este año no son alentadoras. Por supuesto, estos son solo los datos oficiales: la cifra negra de la violencia de género es mucho más grande. Ante este panorama, algunas mujeres optan por acercarse a organizaciones de la sociedad civil, como Apis, para solicitar ayuda o recibir información y garantizar su seguridad.

En la imagen aparece un jardín amplio lleno de árboles y se ve a una mujer ayudando a su hije a caminar por los pasillos del lugar

Lo primero que hizo no fue golpearla. Ella recuerda cómo en cuatro años de relación, él pasó de insultarla y amenazarla a empujarla y agredirla física y sexualmente. Cuando intentó asesinarla, ella hizo acopio de todo su valor y fuerza para acudir a una Agencia del Ministerio Público a denunciar los hechos pero solo obtuvo revictimización, lejos del apoyo y asesoría que necesitaba en esa situación de urgencia.

—Tuve una muy mala experiencia. Hay cierto machismo, no hay empatía. Les dije que nos querían ver muertas para que ahora sí nos hicieran caso, relata en entrevista.

Se decidió a investigar por su cuenta y así dio con el Centro de Justicia para las Mujeres, donde por fin pudo levantar una denuncia por el delito de feminicidio en grado de tentativa. En la institución detectaron que ella vivía en una situación de violencia extrema y la canalizaron al refugio de la asociación civil Apis Sureste: Fundación para la Equidad, para resguardar su integridad.

Ahí no solo le dieron hospedaje, servicios de alimentación e higiene personal. También le brindaron atenciones médicas, para sanar las heridas físicas con las que llegó, así como asesoría legal y psicológica.

—Yo estaba muy dispersa por toda la situación que estaba pasando. No sabía qué hacer, tenía miedo de hablar de estas cuestiones específicas de violencia. Es difícil. Tenía miedo de exponer todo esto. Ahora tengo un plan de vida, quiero culminar el proceso legal y continuar mi vida, reconoce.

La violencia de género en Yucatán

La violencia de género contra las mujeres en Yucatán es un problema grave. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), alrededor de 71.4% de las mujeres de 15 años o más en el estado han experimentado algún tipo de violencia (psicológica, sexual, económica o patrimonial), a lo largo de la vida. Es decir, poco más de 600 mil mujeres. Dicha cifra posiciona a Yucatán en el noveno lugar a nivel nacional por casos de violencia de género.

También fue la cuarta entidad federativa donde más mujeres reconocieron haber sido víctimas de violencia psicológica en algún momento de sus vidas: 55%, es decir, más de la mitad de las mujeres de 15 años o más en la entidad han sido blanco de insultos o amenazas. Yucatán también fue el noveno estado donde más mujeres admitieron haber sido víctimas de violencia económica, y el décimo por violencia sexual, con 29.4% y 50.4%, respectivamente.

Las estadísticas de este año no son alentadoras. Hasta octubre de 2022, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), tenía registro de dos mil 403 llamadas de emergencia relacionadas con incidentes de violencia contra la mujer y 103 casos de violencia familiar a nivel estatal. Además, al menos 30 mujeres fueron víctimas de lesiones dolosas, cuatro de trata de personas, cuatro de homicidio doloso y tres de feminicidio.

El Centro de Justicia para las Mujeres recibió mil 180 denuncias hasta junio de este año, de las cuales 102 fueron judicializadas. Además, tan solo en el primer trimestre del 2022, la Fiscalía General del Estado (FGE), registró 30 denuncias por abuso sexual hacia mujeres, dos por acoso sexual y tres por violación, según datos proporcionados por dicha instancia a través de la Plataforma Nacional de Transparencia (PNT).

Por supuesto, estos son solo los datos oficiales. Como han declarado varias defensoras de derechos de las mujeres en múltiples ocasiones, la cifra negra de la violencia de género es mucho más grande.

De hecho el INEGI, en su Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2021, enumeró que las principales razones de la ciudadanía mexicana en general para no denunciar delitos son porque lo consideran una pérdida de tiempo, desconfían en la autoridad, los trámites son largos y difíciles, por la actitud hostil de la autoridad y por miedo a extorsiones.

Ante este panorama, algunas mujeres optan por acercarse a organizaciones de la sociedad civil para solicitar ayuda o recibir información u orientación respecto a los procedimientos penales que puedan garantizar su seguridad.

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Este año por ejemplo, Apis atendió a 424 mujeres (de las cuales 66% tenían entre 18 y 39 años), a quienes brindó servicios especializados e integrales en psicología, orientación jurídica y trabajo social. Y canalizó al menos a 21mujeres adultas, y 41 niñas, niños y adolescentes al refugio que operan desde 2004, para resguardar su integridad ante casos de violencia machista extrema.

—Observamos que en el 2020 y 2021, mientras se aplicaban medidas restrictivas por la pandemia de Covid-19, los casos de violencia que atendíamos se elevaron mucho. Ahora las estadísticas están volviendo a los rangos que existían antes de la contingencia, pero eso no quiere decir que el problema esté bajando, porque las cifras de la ENDIREH no son precisamente a la baja, y prácticamente en todas las mediciones que se han hecho, nada indica que haya una baja de violencia contra las mujeres, indicó Leticia Murúa, directora general de Apis.

Lo que sí ha cambiado son las dinámicas de la violencia contra las mujeres. En los últimos años, el equipo de trabajo de Apis ha detectado un incremento en los casos contra mujeres jóvenes, y cada vez es más frecuente que los generadores de violencia se acerquen a ellas a través de redes sociales virtuales u otras plataformas digitales. De igual forma, en los casos de feminicidio, incluso en grado de tentativa, han observado que la violencia física se ha recrudecido y se suele recurrir a métodos más contundentes, como el uso de armas blancas o de fuego.

Cada vez más mujeres solicitan asesoría para iniciar procesos penales o administrativos. Este año en Apis se brindaron 140 acciones de orientación jurídica y de acompañamiento a mujeres ex usuarias del refugio, 75% de las cuales se dirigió a divorcios y procesos de guarda y custodia. También dieron 501 asesorías de seguimiento para casos iniciados en años anteriores.

—Alrededor de 45% de las mujeres que solicitan ese tipo de asesoría se anima a iniciar un proceso legal. Pero eso tiene que ver con que han implementado otros recursos o dinámicas para poder sobrellevar la situación. Entonces, cuando escuchan la asesoría, ellas ponen en la balanza cuál sería el beneficio para ellas o las redes de apoyo con las que cuentan. Hay que ser conscientes de que formamos parte de una estructura, y muchas veces el contexto no permite que algunas mujeres tomen la decisión de denunciar, pero con una asesoría jurídica oportuna, con lenguaje sencillo, ellas posteriormente pueden construir el camino, precisó en entrevista Rebeca Casanova, una de las abogadas de la asociación.

Reconstruir el camino y sanar ante la violencia

La parte jurídica no es la única involucrada en hechos de violencia de género.

—Las situaciones de violencia extrema que viven las mujeres, como una bola de nieve, permean en cómo se perciben a sí mismas, a sus hijas e hijos, con qué habilidades o herramientas cuentan. Permea en los vínculos con sus hijas e hijos, en cómo éstos se relacionan con otras personas, cómo ellos se miran con posibilidades de relacionarse de una forma ‘bientratante’. Si hemos vivido durante cierto tiempo en un contexto de violencia, ni siquiera nos damos cuenta que podríamos vivir distinto, porque vamos normalizando las palabras que nos dicen, los gritos, los golpes, precisa Alejandra García, coordinadora del refugio Apis.

Precisamente por ello, las integrantes de dicha asociación consideran que la orientación psicológica, psicopedagógica y en materia de trabajo social son cruciales, no solo para combatir y prevenir la violencia de género, sino para lidiar con los impactos que deja. Y por eso, ofrecen esos servicios tanto en el centro externo de Apis como en el refugio.

El objetivo es trabajar, desnaturalizando la violencia, el manejo de conflictos de manera asertiva, las dificultades de las relaciones, el autocuidado y la salud emocional en general, para que las mujeres víctimas de violencia tomen la riendas de su vida, generen o fortalezcan redes de apoyo y un plan que las permita establecerse con seguridad.

Apostando a la prevención, la asociación este año impartió talleres para las infancias en escuelas, y presentó el Modelo de Atención y Prevención para Atender las Violencias, el cual medirá los impactos de éstas en las vidas de mujeres, niñas, niños y adolescentes. En febrero del 2023 emitirá el primer informe de resultados.

—Toda la sociedad necesita tener conciencia de que la violencia no es algo normal, específicamente la violencia contra las mujeres. Muchas veces pensamos que la violencia es una forma de relacionarnos y no nos damos cuenta que no lo es hasta que las situaciones están muy complicadas. Es importante que sepamos que cuando alguien está viviendo violencia, hay que hacer caso, tratar de tomar medidas, y que la situación no se prolongue en el tiempo, señaló Leticia Murúa.

¿Cuáles son los retos, exigencias y las luchas en Yucatán? 

Aunque la labor de la sociedad civil organizada ha sido primordial para combatir la violencia machista y atender a las mujeres que son víctimas, lo cierto es que su labor se ve constantemente obstaculizada, y las asociaciones frecuentemente deben sortear distintos retos, como los económicos: Durante el primer semestre del año se reportó un retraso en el depósito de recursos para los refugios, debido a que dejaron de ser administrados por la Secretaría de Bienestar y pasaron a estar a cargo de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (CONAVIM).

En el caso del refugio de Apis, los fondos fueron recibidos a mitad del año y eso implicó no solo afectaciones en las atenciones.

—Afortunadamente, hemos ido atendiendo esas dificultades que se presentaron, confirmó la directora de la asociación.

La expectativa es que para el 2023 las autoridades realicen las gestiones necesarias para hacer llegar los recursos durante los primeros meses del año, para garantizar los servicios de los refugios y centros externos existentes en el país.

Por otro lado, se espera que las autoridades sigan trabajando en conjunto con la sociedad civil organizada para construir redes públicas de atención a las mujeres con perspectiva de género; que mantengan personal capacitado y sensibilizado que no revictimice y sí brinde información oportuna a quienes son víctimas de violencia.

Después de todo, el trabajo de asociaciones y refugios como el de Apis, ha salvado vidas. No solamente desde el punto de vista de la salud física, sino también, desde la integridad emocional.

—Al egresar de los refugios vemos cómo las mujeres cambian sus maneras de vivir, de relacionarse con ellas o son sus hijas e hijos. Es como una cadenita. Ellas empiezan a vivir, a buscar contextos más seguros, a ser promotoras de los buenos tratos. Buscan generar espacios más seguros y transmiten eso a sus hijas, hijos y a otras mujeres, precisa Alejandra García.

Para la usuaria del refugio de Apis que compartió su experiencia para la elaboración de este reportaje, cuya identidad solicitó fuera reservada, contar con ese espacio sí ha sido un parteaguas en su vida. Ella no solo se siente más segura: considera que ha aprendido a identificar los distintos tipos de violencia y a alzar la voz.

Sabe que hay otras mujeres en situaciones similares y les pide hacer lo mismo:

—No tengan miedo a denunciar cualquier tipo de violencia. Muchas veces la violencia nos siembra el miedo a hablar. Pero no estamos solas, hay muchas asociaciones que pueden ayudar, que nos pueden brindar herramientas para mantenernos vivas. Las cosas pueden mejorar, declaró.

*Si eres una mujer víctima de violencia, puedes solicitar asesoría en Apis Sureste: Fundación para la Equidad A.C., al teléfono 9999 884048 o en la página de Facebook.

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