Antígona González: Buscar el cuerpo

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Por Matilda Sorel

Imagen: Dos hermanas, Corina Rodríguez Anievas (León, 1970)

A mi tío, el hermano de mi papá, lo desaparecieron el 2 de diciembre de 1986. Lo encontraron dieciocho días después; cercenado, irreconocible, dentro de una bolsa negra y flotando en el río Actopan, en Veracruz. Nadie lo reclamó, nadie supo que lo encontraron porque los cuerpos, como deshechos, son eran llevados a la fosa común. Días después, nadie recuerda cómo, supieron sobre el hallazgo. Lo reconocieron porque en la bolsa estaba su reloj.

No fue una noticia importante en la ciudad, excepto para la familia, porque por esa época las desapariciones no eran tan comunes pero tan poco tan ajenas. Si alguien desaparecía es porque algo había hecho. Si desaparecen, y reaparecen en trozos dentro de una bolsa, es porque se lo merecen.

Yo nací cuatro años después y su recuerdo, así como la incapacidad de poder reconocer en esos restos al hijo/hermano/esposo, sigue doliendo hasta hoy.

¿Cómo se reconoce un cuerpo? ¿Cómo saber cuál es el propio si bajo tierra y apilados? Si la penumbra. Si las cenizas. Si este lodo espeso va cubriéndolo todo. ¿Cómo reclamarte, Tadeo, si aquí los cuerpos son sólo escombros?

Antígonza Gónzalez de Sara Uribe es un poema pero también un testimonio que aborda la necesidad de recuperar los cuerpos de los desaparecidos/de los que se han llevado. Es la reinterpretación de la Antígona de Sófocles, ubicada en el contexto de la guerra contra el narcotráfico en México. Y aún así, se atreve a ser atemporal. Lo leemos en 2020 y el problema sigue siendo el mismo.

Hacer eco de la voz

Este libro es una profunda investigación de testimonios de las familias de desaparecidos. Es un libro escrito desde la otredad: a petición de otros, con testimonios de otros y para que lean otros.

No es una ficción, es una desapropiación: toma la voz de los otros pero no para hablar por ella sino para construir una caja de resonancia con la intención de que este testimonio pueda llegar directo a los lectores. En palabras de Cristina Rivera Garza, quien acuña el término en Los muertos indóciles (2013), es una forma de “desposeer el dominio sobre lo propio” a través de la escritura en coautoría.

: ¿Quién es Antígona dentro de esta escena y qué vamos a hacer con sus palabras?

: ¿Quién es Antígona González y qué vamos a hacer con todas las demás Antígonas?

: No quería ser una Antígona

pero me tocó.

Buscar el cuerpo

Tadeo, el hermano de Antígona, se dedica a vender autos en la frontera. Decía que sería feliz con sólo ver crecer a sus hijos, comer una carnita asada y abrazar a su mujer. Desapareció un día, como cualquier otro, diciendo adiós, con la mano, a su familia. Luego vengo, mamá, dame tu bendición. Así se les ve partir a los desaparecidos. No hay oportunidad de curar la herida que deja su ausencia. Eliges seguir buscando el cuerpo, porque aunque sabes que ya está muerto, necesitas confirmarlo con el cuerpo. El cuerpo presente. Luego viene la odisea por los entramados gubernamentales, la injusticia, la indiferencia de las autoridades, la falta de empatía, la falta de seriedad. Los que faltan son muchosBuscar el cuerpo porque sólo así se puede apaciguar el dolor.

Es una lectura dolorosa. Pensar en que no sólo se trata de recuperar los cuerpos de los desaparecidos porque todo gira alrededor de encontrar la forma de recuperar eso que se llevan los que desaparecen. Recuerdo a mi abuela, sentada en su mecedora, con la vista fija hacia ningún punto, o quizás mirando hacia un momento del pasado, cantando en voz baja una canción para mi tío. Eso es lo que se llevan quienes nos desaparecen.

Dato extra

Conoce el proyecto Las Rastreadoras de El Fuerte, un grupo de madres del norte de Sinaloa que salen al monte con palas y picos a buscar a sus hijos desaparecidos. 

 

Visita el trabajo de la autora de la reseña en https://diaspordiasblog.wordpress.com/