Año nuevo en la esquina de La Langosta

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Por: Jesús Cámara Ríos

El año nuevo es uno de los principales festejos del planeta y también de las pocas fiestas que se lleva a cabo el mismo día en todos los rincones del mundo. Comienza el primero de enero desde que el dictador Julio César decidió realizar modificaciones al calendario romano y crear el nuevo calendario juliano en el 47 a.C; sin eso, el 2019 hubiera comenzado el 1 de marzo como se acostumbraba.

Para recibirlo, alrededor del mundo se realizan distintos eventos que involucran pirotecnia: la capital australiana de Sídney (el primer país donde amanece cada día) echa al cielo más de 80 mil fuegos artificiales en un minuto, mientras que en Valparaíso, Chile, se realiza un espectáculo de luces que se extiende por toda la costa a lo largo de 30 kilómetros en la fiesta llamada «Año Nuevo en el Mar».

En México también se llevan a cabo grandes espectáculos pirotécnicos en ciudades como Los Cabos, Ciudad de México, Zacatecas y Acapulco, pero el país junto a otras naciones de Latinoamérica como Uruguay, Colombia, Venezuela y Ecuador, comparte otra costumbre (a mi parecer la más divertida): hacer arder un monigote conocido como «El Viejo», que simbólicamente representa el año que termina y todo lo malo que trajo consigo.

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Esta tradicional quema al estilo de la Santa Inquisición también se lleva a cabo en las calles de Mérida, como en el barrio de Santiago, exactamente en la esquina de La Langosta (calle 63 por 74 del centro), donde esta fiesta se realiza durante los últimos minutos de cada año desde hace más de cuatro décadas, gracias a una ocurrencia producida en la sala de la familia Sosa Pérez.

Jorge Sosa Pérez, uno de los principales organizadores de la quema del año viejo en este lugar, cuenta que antes de que cumpliera 18 años, su hermano menor Héctor y sus amigos Ángel Franco y Javier Sánchez tuvieron la idea de hacer un muñeco para quemar en la puerta de su casa como ya se hacía en distintos lugares. A todos les pareció una excelente idea, pero más tarde decidieron llevarlo a la esquina de la 63 con 74, donde se encontraba la tienda «La Nueva Langosta» de Don Rich Flores.

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Desde aquel entonces, entre los mismos postes de alumbrado público han ardido los muñecos colgados de un alambre y han estallado los petardos que envueltos en bolas de papel periódico, dan volumen a las prendas que elegantemente visten al representado año saliente.

La celebración a lo largo de sus cuatro décadas ha visto el cierre de la tienda de Don Rich, fiestas con muchos asistentes, calles cerradas con cuerda y franela, decenas de familias que festejaban con luz y sonido sobre la calle 63, noches con cascadas de luces colgantes y muñecos explosivos con distintos rostros.

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Una de las personas que ha acudido a esta fiesta durante los últimos años, Alejandro Sauri Barrera, como aportación a la celebración ideó que sería divertido agregarle rostro de políticos al muñeco. Desde eso en La Langosta se ha incinerado a personajes como Gustavo Díaz Ordáz, Vicente Fox, Felipe Calderón, le ha tocado a Donald Trump, a Kim Jong Un, Sadám Husein, también a Osama Bin Laden y dos años seguidos a Carlos Salinas de Gortari, para corroborarse que esté bien quemado. En 2018 el turno fue para Enrique Peña Nieto.

Por esto

La fiesta se mantiene vigente gracias al esfuerzo de Leonel Castellanos, Raúl Aguilar y el mismo Jorge Sosa, quienes procuran que la tradición que comenzaron de jóvenes no muera. Juntos inician con los preparativos desde los primeros días de cada diciembre, mientras don Jorge visita las casas de los vecinos recordando que la temporada decembrina llega acompañada de la anual colecta.

En la esquina donde se realiza la quema del año viejo, «Los amigos de La Nueva Langosta» pegan una aviso en los barrotes que protegen el ventanal. En él solicitan a los lugareños la cooperación económica y piden que los donativos se entreguen en la tienda «La Nueva Esperanza» (calle 63 entre 74 y 72), propiedad del señor Leonel Castellanos.

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Las aportaciones suelen ir desde los 50 hasta los 200 pesos y lo recaudado es utilizado para armar el muñeco que contiene aproximadamente 200 petardos. Con la suma también se compran cuatro docenas de voladores, dos hiladas de petardos tipo metralleta y «la bomba de tres tiempos» (una serie de fuegos pirotécnicos que iluminan el cielo de tres colores distintos cuando se dispara desde una bazuca estática).

Días antes de la Nochebuena don Jorge comienza a manufacturar el muñeco, lo principal es la cabeza y la realiza con ayuda de un globo, periódicos y engrudo de harina; la nariz, las orejas y los ojos los moldea con papel higiénico. Peña Nieto tuvo la fortuna de que también le hicieran el característico copete para que sea más fácil reconocerlo.

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Las prendas que usa el muñeco se consigue en baratas, un pantalón, guantes, camisa de manga larga y un par de tenis. La ropa es cosida por Marta Elena Sandoval (esposa de Leonel Castellanos), quien se encarga de revisar que no haya hueco en el que se fugue algún artificio. El relleno del cuerpo termina siendo una combinación entre pólvora, mecates, papel y estopa humedecida con petróleo.

Año con año el presupuesto reunido ha disminuido debido a que ya no aportan los mismos de antes o porque las familias no tienen un buen cierre económico en el año que les permita aportar para el festejo, por lo que en muchas ocasiones parte de los gastos son absorbidos por los organizadores para no romper con la tradición.

El monigote se lleva a la esquina de La Langosta en la noche del 31 de diciembre y se cuelga en los mismos postes de cada año, la figura queda de pie y los vecinos organizan guardias para evitar que se lo roben, del otro lado, la gente que pasa caminando o a bordo de sus autos, se detiene para fotografiarse con el personaje antes que sea incinerado.

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En aquel cruce la gente comienza a reunirse hasta treinta minutos antes de la media noche, ahí encuentran cartulinas que contienen el testamento del año viejo: “Les dejo sin dinero a México, ya no seré títere del ‘chupacabras’ de Salinas… con AMLO México se va a recuperar”, se lee al inicio de la supuesta declaración del ex presidente.

Testamento

Otras dos cartulinas acompañan las últimas palabras del año saliente, una es el espacio dedicado a los buenos deseos, en donde la gente escribe lo que espera para sus seres queridos en el siguiente año, la otra más nostálgica, lamenta el fallecimiento de una lista de personas que murieron durante los últimos doce meses.

La fiesta de despedida comienza pocos minutos antes del año nuevo, primero se echan al aire 12 cohetes luminosos y después otros 36 que sólo causan estruendo, posteriormente la calle retumba al encenderse cada metralleta y por último la gente disfruta el espectáculo de ver a una figura pública arder entre las llamas, las entrañas del individuo explotan frente a todos mientras miran sin temor.

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La pared donde por muchos años se observó el letrero luminoso de la tienda de Don Rich, incorporó un mural que desea feliz año nuevo a todos los asistentes y a quienes pasan por ahí. La idea de hacerlo fue de Leonel Castellanos (hijo), quien pensó en decorar la barda para transmitir los buenos deseos de la gente del barrio. Cada año, la pintura permanece durante varios meses.

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Después de tanto tiempo de organizar el festejo, lo que más alegra a los organizadores es ver que acudan nuevas generaciones. Hijos y nietos de quienes alguna vez reunidos durante su juventud idearon rellenar un muñeco de aserrín para quemarlo en una esquina, ahora disfrutan de la celebración de fin de año en la esquina de La Langosta. Aunque en número la asistencia haya disminuido, el espíritu de alegría y amistad sigue presente cada 31 de diciembre.

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En su edición 41, el muñeco de Peña Nieto representa un nuevo comienzo para las familias del barrio santiaguero de La Langosta, don Jorge, quien hasta ahora procura que la celebración no se olvide, se sorprende del recuento de los años que la fiesta se ha llevado a cabo. Sin embargo, aunque a veces ha pensado en tirar la toalla, no duda que la tradición del fuego y la pirotecnia en esta esquina del centro de Mérida llegue a acumular medio siglo de celebraciones en la noche que une al año viejo con el nuevo.