La música de nuestros rumbos

Por Jhonny Euan

Siempre que tengo la oportunidad de charlar con mi amigo Rodrigo llegamos, por instinto, al tema de la música. Por los años que me aventaja resultan interesantes sus anécdotas. Amante desde joven de la música, empezó a conocer la cultura urbana de la ciudad de Mérida gracias a sus primos, músicos de El Astro de la Rumba.

Una vez me contó que durante los años 90 todo el asunto de la música rockera en Mérida era de carácter clandestino. Los “toquines” se efectuaban en lugares discretos donde se disparaba la venta de alcohol y el consumo de drogas. Rodrigo acudió a muchas de estas fiestas salvajes repletas de jóvenes deseosos de pasar un rato agradable con buena y potente música. En esos años no había redes sociales ni esa interacción con la tecnología que hoy es muy recurrente. Los eventos se difundían entre voces, razón por la que siempre acudían amigos de amigos y conocidos de los músicos.

Por su característica de “ilegales” o “secretas”, las fiestas del rock siempre estuvieron en la mira de la policía. Hubo muchas redadas, recuerda Rodrigo. Sin embargo, con el paso de los años los “toquines” fueron organizándose mejor y la cultura musical urbana se fortaleció. De 2000 a 2010 subsistieron las ganas de hacer música de algunos, y el deseo de otros por escuchar, bailar y agitar las cabezas al ritmo de las guitarras.

La ola musical tomó un nuevo impulso y eso permitió menos opresión de las autoridades y más eventos “underground” que ofrecían una alternativa a los conciertos masivos con estrellas nacionales del rock patrocinados por reconocidas empresas de espectáculos. Esto, en gran parte fue gracias a Rockultura y otras organizaciones como Colectivo Radiacción, que junto a varios grupos de músicos emprendedores han fomentado el talento local por medio de tocadas de Punk, Metal, Ska y otros géneros.

En 2010 la onda musical de la ciudad se encontraba en un buen momento. Se hacían con bastante frecuencia “tocadas” en bares o centros culturales como La Quilla, el Foro Santiaguero, el bar Agozzar, que por varios años fueron sede de estas y otras manifestaciones urbanas. Parte vital de la buena secuencia de eventos fueron las nuevas bandas musicales que surgieron en la ciudad y otras que ya empezaban a consolidarse en el gusto de los jóvenes yucatecos. Por esos años grupos como Ayudantes de Caska, Denso Slam, Inutilators y la Mamá Ruda y los Skatastróficos Hijos del Henequén eran ya referentes de la cultura urbana.

Los parques empezaron a ser un área importante de interacción juvenil de la mano de Mamá Ruda, una banda que con su mezcla de sonidos de Ska y Swing se ganó el aprecio de muchas personas. Se retomaron festivales y otros más tuvieron sus primeras ediciones. Un ejemplo es el festival Paso a Paso que tuvo seis ediciones en varios parques como Mejorada, Alemán, Ibérica; con bandas como Jam Gorila, Maya Roots, Los Llamados Superpuestos, entre otras.

A la par de estas intervenciones en espacios públicos, seguía la diversidad de “toquines” en lugares cerrados. La Quilla realizaba entretenidas veladas musicales para celebrar sus aniversarios. El Colectivo Propuesta Rocanrolera coordinó una sola edición de “Monstruos del Rock Yucateco” que se llevó a cabo en un local del barrio de Santiago y que regresó a los escenarios a varias bandas yucatecas con largo recorrido como Potaje Nuclear, Corroxxión y Niños Suburbanox.

En estas fiestas musicales hechas en lugares cerrados se distribuía alcohol y el humo de la mariguana era algo tan normal como el “slam” o “mosh pit” que se formaba entre los oyentes. Por lo general, todos los eventos eran con bandas locales. Eran pocos los grupos foráneos que integraban el cartel de un evento. Sin embargo, con la perseverancia de colectivos como el Santiaguero, se empezó a disfrutar en Mérida más ritmos de grupos de distintas partes de la república. Todos de carácter “underground”, de pocos reflectores y popularidad.

Una fecha destacada de la música local fue el 2 de abril de 2011, pues se realizó el festival de Rockultura, una importante organización del rock yucateco. El éxito del evento, efectuado en la Unidad Deportiva La Inalámbrica, obligó a que se repitiera en 2012, con más expectativa y un cartel más variado que incorporó a los grupos sobresalientes del momento en aquel entonces: Mamá Ruda, La Venganza del Padre García, Vortigen, Inutilators, que junto a leyendas yucatecas como I&I y Maldita Gallina deleitaron a todos los asistentes.

La ola musical en Mérida era buena, los rockeros yucatecos podían disfrutar casi cada fin de semana de una buena “tocada” y pasar una agradable noche, ya sea en un parque o en un bar; como los ya citados antes, o nuevos como el Mayan Pub, e incluso más lugares públicos como el malecón de Progreso. Otra fecha que marcó al medio local fue el 29 de diciembre de 2013, cuando agentes de SSP detuvieron a 38 personas en una “fiesta clandestina”. Se trataba de un “toquín”, en el cual se distribuía alcohol y muchos fumaban mariguana. Según la prensa, durante el operativo de vigilancia por las fiestas decembrinas acudieron al lugar tras el aviso de dos jóvenes y corroboraron que el organizador de la “fiesta clandestina” no tenía los permisos necesarios para un evento de esa índole, y menos para vender bebidas embriagantes.

Esa noche detuvieron a muchas personas que estaban en el lugar, incluidos varios músicos. Rodrigo considera que la redada de esa noche fue la causa para que el auge y la armonía del movimiento musical que imperaba en la ciudad perdiera fuerza. Por un tiempo los eventos dejaron de hacerse y empezaron a ser vigilados por las autoridades. Mamá Ruda se despidió de los escenarios. Otras bandas que hoy en día se mantienen vigentes desaparecieron por largos periodos de tiempo, incluso algunas no han regresado de sus descansos temporales. Otras más continuaron su inercia pero sin tanta difusión en las redes sociales, que en su momento fueron un medio para difundir los “toquines”. En la actualidad ya son pocos los eventos que se realizan y todos con un muy bajo —pero constante— número de asistentes.

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El Festival Rockultura no ha tenido otra edición sobresaliente desde 2013 que se hizo en el Polifórum Zamná, en parte porque sus organizadores comenzaron a interesarse en proyectos televisivos para seguir impulsando el talento local. Tal vez fue una evolución. Un cambio de propuestas o estilos. Lo cierto es que hoy en Mérida las preferencias del público han cambiado y ya se tienen más opciones a la hora de elegir un buen espectáculo.

Todavía se hacen “tocadas” que organizan Rockultura y producciones pequeñas con bandas nuevas y algunas ya veteranas, pero es menos frecuente. Ahora, mucho público joven prefiere acudir a tributos y shows con bandas nacionales en bares y lugares comerciales. O entrarle a la propuesta de Sinestesia, una organización difusora de talento local que promueve y efectúa eventos, ya sea en espacio públicos, o en lugares privados como Café Momento, su sede oficial.

Sinestesia trajo a Mérida artistas como Caloncho, Mon Laferte, Siddhartha, Comisario Pantera, y ha impulsado en gran medida la música de agrupaciones de la ciudad como Alice True Colors, Los Lásgori, Vulpes Vulpes, Los Macabra, entre otras. Por otro lado, han surgido más proyectos musicales como Santiaguito Brass, un ensamble de varios músicos cuya onda es puramente callejera.

Pese a esta realidad musical de 2016, Rodrigo piensa que muchos rockeros de corazón extrañan los “toquines” extremos, en lugares poco decentes y con el riesgo constante de ser golpeado por una botella de cerveza. Él es uno de esos rockeros, y pese a que todo ese rollo sigue vigente, en otros bares y con el mismo público fiel de muchos años atrás, considera que esa movida ya no es “lo de hoy”, ya no es la principal opción de entretenimiento en la ciudad. Al menos no cuando se habla de espectáculos musicales de corte local. Los públicos y la música siguen alterando toda la diversión urbana, y así seguirán. “Sólo queda disfrutar”, dice Rodrigo.

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