He batallado más por ser mujer, que por ser mayahablante: Gabriela Loolbej

Por: Sandra Gayou Soto

Ilustración de Luis Cruces Gómez

En los últimos diez años la presencia de las mujeres en la escena de la música en Mérida ha aumentado. Si bien, siempre han estado presentes como intérpretes o ejecutantes, esta última década las ha colocado en puestos como productoras, mánagers e ingenieras de sonido. Cinco mujeres que se desarrollan en estos ámbitos hablaron de su visión al respecto, coincidiendo en que la presencia femenina en la música yucateca va en aumento y se diversifica. Con distintas trayectorias y oficios, las cinco entrevistadas cuentan sus experiencias y retos en lo que consideran un ambiente machista y excluyente, en el que se han desarrollado a pesar de los impedimentos.

(I/V)

Gabriela Loolbej Sánchez Chan es originaria de Xaya, Yucatán, es mayahablante,  egresada de la Escuela Superior de Artes de Yucatán (ESAY) e interpreta la flauta transversal desde hace 13 años. Gabriela considera que su camino en la música ha sido más complejo por el hecho de ser mujer que por ser de origen maya.

Soy una mujer mayahablante y eso no me impidió llegar a Nueva York, a Colombia y hacer filtros para quedar en una clase maestra, no hay nada imposible.

En algún momento de su carrera tuvo muchas dudas sobre ella misma: si lo haría profesionalmente, si se comprometería.

—Cuando iba a solicitar algunas becas me decían, ¿pero de verdad lo vas a hacer profesional? He recibido apoyos pero después de muchas preguntas, muchos cuestionamientos. Considero que sí ha sido un poco de batallar esa parte, por ser mujer, no por de dónde vengo, ni porque hablo maya, ni por mis apellidos, nada.

Dice que el mundo de la música clásica ahora es bastante más equitativo. Actualmente trabaja en un proyecto de la Secretaría de la Cultura y las Artes, (Sedeculta) para la enseñanza de música a jóvenes. Cuenta que los chicos que se interesaban en los instrumentos, les decía que tienen la oportunidad de aprender tuba, corno, trombón. A ella le hubiera gustado que le dieran oportunidad de elegir pues hay ciertos instrumentos que son considerados solo para hombres.

Ahora vemos a cornistas, trombonistas, mujeres (…) el instrumento no nos dice qué sexo lo debe tocar, al contrario, simplemente es la disciplina que se requiere para hacer música.

Gabriela Loolbej creció en Mérida y desde muy pequeña sus padres la inscribieron en el Centro Cultural del Niño Yucateco (Cecuny), considera que ese fue su primer acercamiento al arte.

Bailó por mucho tiempo danza folclórica y luego tomó clases de guitarra. Recuerda que años después llegaron músicos extranjeros a lo que ahora es la Orquesta Sinfónica. En ese momento tuvo la oportunidad de elegir qué instrumento quería, porque había llegado el maestro Paolo Dorio en el clarinete desde Italia y el maestro Joaquín Mero en la flauta. Gabriela eligió la flauta, “nomás porque se tocaba de ladito”.

Tenía 14 años cuando decidió tocar la flauta transversal, recuerda que en Mérida ni siquiera había dónde comprar ese instrumento, así que tuvo que compartirlo con una compañera. Considera que lo más complicado fue dedicarle tiempo.

—Yo lo tomé muy fresco, no practicaba.

Pero poco a poco se fue envolviendo de ese mundo musical. A los 16 años se dio cuenta de que se necesitaba dedicación y pensó que no era lo suyo. Lo que hizo que cambiara su forma de pensar, fue cuando vio tocar a su maestro:

Dije wow, ¿se puede hacer esto? ¿se puede tocar esto con el instrumento? Fue difícil por mis papás, mi papá dio un brinco:  ¿por qué? no, ¿qué te pasa?, ¿por qué no estudias para maestra? Al final lo conseguí.

Estando en el Cedart tuvo un mayor acercamiento al mundo musical, tocando por todos lados, en la parte popular y en la parte clásica. Para ese entonces ya estudiaba en el Centro de Música José Jacinto Cuevas (Cemus).

Me iba toda la mañana al Cedart y en la tarde al Cemus. Le tengo un aprecio muy especial al maestro Joaquín Melo porque me tuvo mucha paciencia.

Al terminar el bachillerato, Gabriela recuerda que había una fiebre por ir a estudiar música a Xalapa. Ni su maestro ni sus papás le recomendaron ir. Tenían razón: si todo mundo se iba a Xalapa, ¿quién iba a empezar con la escuela de flauta aquí en Yucatán?

¿Quién iba a empezar haciendo escuela en la ESAY, si todo mundo se iba, quiénes iban a estar aquí para hacer esta labor?, me quedé en Mérida.

A partir de ese momento empezó a ofrecer conciertos como solista, estuvo con la Orquesta Sinfónica de Yucatán en dos municipios cuando tenía entre 19 y 23 años, se fue a varios cursos a Nueva York y Colombia. Se ganó un cupo para tomar una clase maestra con un “súper flautista” en Sonora.

Ahora da clases de maya y flauta transversal en lengua maya en Cholul y Cantamayec. Además coordina uno de los proyectos de música de Sedeculta y es instructora de flauta en el Cemus.

Es cuestión de esfuerzo de dedicación, de pasión por la música para logar más o igual (que los hombres) las cosas. Lo que sí está sucediendo es que en su experiencia en los municipios muchas mamás creen en: que si le enseña maya no va a llegar a mucho, o la van a denigrar, o no va a alcanzar lo mismo si supiera español, no es cierto, totalmente falso.

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