El racismo va más allá de las personas buenas o malas: Eugenia Iturriaga

Por Katia Rejón

Ilustración: Jennifer Galeana

El libro de Eugenia Iturriaga Las Élites de la Ciudad Blanca. Discursos racistas de la otredad es uno de los referentes en todos los artículos que forman parte de la actual edición de la revista, que tiene como eje principal la exclusión racista y xenofóba en Mérida. Me atrevería a decir que hay un antes y un después de la percepción sobre el racismo en la ciudad a partir de la publicación de este libro en 2016.

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La doctora Eugenia Iturriaga es profesora investigadora de la Universidad Autónoma de Yucatán, doctora en antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Un día cualquiera de enero, nos recibe en su cubículo de la Facultad de Ciencias Antropológicas para hablar sobre su libro.

—¿Cómo decidió hablar sobre el racismo en Yucatán?

—Tengo dos respuestas. Por un lado, es mi tesis doctoral e inicialmente quería trabajar cuestiones de migración. En el proceso me topé muchos textos, sobre todo españoles, sobre migración y me topé con que el racismo era uno de los principales problemas, de cómo el racismo en México no tenía que ver con los migrantes sino en el mismo país. Empecé la investigación en 2007 y no había muchas publicaciones mexicanas sobre el tema. Me parecía interesante y me hicieron reflexionar sobre mi propia vida y cómo me había enfrentado con el racismo, pero no en mí. Como es un fenómeno estructural que afecta a todos los que vivimos en sociedades racistas y racializadas, yo había vivido un privilegio. Mi manera de enfrentarme era por mi esposo, en aquel entonces, una persona morena que siempre era racializada y discriminada, que tenía que mostrar cotidianamente quién era. Cosa que a mí no me sucedía.

—Hasta hace un tiempo se creía que México no era racista…

—En los años ochenta, cuando iniciaba la licenciatura en sociología en la Ciudad de México, mi abuelo me decía “vivimos en un país muy racista” y yo decía “claro que no, en México no hay racismo, es una sociedad clasista”.  Él insistía en que el racismo estaba encriptado y había que desencriptarlo. Años después me di cuenta de que tenía razón. Es algo que nos han enseñado a negar, entonces los mexicanos vamos pensando que los racistas están en otras partes del mundo. Que los mexicanos tenemos sangre española e indígena, somos el mestizaje perfecto y es contrasentido ser racista. Pero no, somos un país sumamente racista.

—¿Cuál era la intención de hacer el libro?

—Mi intención era mostrar cómo el racismo es un fenómeno que se da en muchas partes del mundo de manera distinta. Cada lugar tiene sus características particulares. En el cine vemos que el racismo se presenta en las películas norteamericanas o cuando vemos el genocidio nazi. Creemos que nosotros no tenemos ese problema, pero el racismo en México se ha escondido detrás de la idea del mestizaje.

—En el libro habla de lugares, escuelas, y medios de comunicación muy específicos. ¿Qué sucedió cuando salió la publicación? ¿Cuáles fueron las reacciones?

—Lo dividiría en dos. Para mí, fue una grandísima sorpresa. El libro fue muy bien recibido por la mayoría de los yucatecos. Aunque trabajé para convertirla en libro, es mi tesis (un trabajo antropológico) que a los cuatro meses ya se había agotado. Salió una segunda impresión que está a punto de agotarse y posiblemente haya una tercera. Esto llama mucho la atención porque es un texto académico y sólo se ha distribuido acá porque siempre se acaba. No lo han leído sólo académicos, sino sociedad civil. He recibido comentarios de ingenieros, arquitectos, enfermeras, economistas, biólogos, y me dicen que lograron entender comportamientos que tenemos naturalizados.

Recuerdo haber leído un artículo en el Diario de Yucatán firmado por una mujer que decía que no éramos racistas “porque el yucateco trataba bien a quien le sirve”.

Ha habido otra parte, menor, que a lo mejor se sintió atacada en su momento. Otra cuestión es que señalan mucho quién lo dice: por más que lleve 20 años viviendo en este hermosísimo estado y trabajando 15 años en la universidad, formando yucatecos, no se me quita el lugar de nacimiento. ¿Con qué autoridad “hablo mal” de los yucatecos? Lo que describo es un fenómeno social que se da también en Tlaxcala, San Luis, la Ciudad de México, donde se ven estas desigualdades, un sistema que privilegia a algunos y discrimina a otros.

Los papeles son difusos porque uno mismo puede ser discriminado y en otro espacio ser discriminador, y hay un grupo que siempre se ve privilegiado. Pueden ser personas amables, sin ningún afán de discriminar, pero que en este sistema racista gozan de un privilegio del cual se tiene que hacer conciencia.

—Lo que menciona en el libro cuando habla de una abuela muy amable que le daba los restos de la comida a la que trabajaba con ella….

—Las personas nos comportamos como nos han enseñado que es el mundo, naturalizamos el papel de las personas. Esta señora dice: ¿cómo una huacha habla mal de nosotros si nosotros tratamos muy bien a “nuestros” mayas, a las personas que nos sirven? Cuando leía el artículo pensaba: exacto, es a esto a lo que me refiero en el libro. No hay conciencia porque esa es su manera de ver el mundo y hay que trabajar para que se den cuenta que naturalizan el lugar de los mayas como si fueran sólo para el servicio. Y no importa si los tratan amorosamente, sino que los ven como que ése es el lugar donde deben estar, en el servicio.

Cuando hablamos de una persona racista, la vemos como una manzana podrida a la que hay que sacar para acabar con el racismo. Pero es una cuestión estructural, se trata de crear conciencia para cambiar esa estructura. La persona no es mala sino que naturaliza los papeles. En México hay una alabanza a la blanquitud y el mestizaje no es un mestizaje neutro, donde la mezcla no importa, sino que busca tender hacia lo blanco. Ahí está la perversidad.

—¿Han cambiado las cosas de cuando comenzó la investigación a la actualidad?

—En estos años hay una mayor conciencia de que el racismo es un fenómeno. Trabajo en la Red Integra conformada por 100 especialistas de distintas disciplinas en varias partes del país, y nos hemos dado la tarea de visibilizar el racismo. Se habla del racismo por un montón de cosas, desde la academia hemos trabajado para ponerlo en la mesa. Aunque la reivindicación maya lleva mucho tiempo, llevan mucho tiempo trabajando y alzando la voz.

—Así como en el feminismo se habla de una «deconstrucción» en cuanto al género, ¿hay una intención por parte de la sociedad civil de «deconstruir» el racismo?

Yo espero que sí. El racismo es una construcción y como tal podemos deconstruirla y acabarla. No es una tarea fácil, no se trata nada más de ser buena o mala persona, sino de tomar conciencia y eso lleva tiempo. Tenemos que entrarle todos. El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) está trabajando con racismo ahora, aunque hace cuatro años no lo hacía. Ahora trabajan conscientes de que va más allá de una simple discriminación.

Creo que si salimos a la calle y preguntamos a la gente si cree que México es un país racista nos van a decir que no, que racistas son en Estados Unidos. Y ahí hay otro mito: que el racismo es hacia los afrodescendientes y que aquí no hay. Sí hay afrodescendientes que fueron invisibilizados por el mismo discurso nacionalista que presentó a los mexicanos como la mezcla entre indígenas y españoles. En el imaginario fue borrada la presencia afro, pero en la realidad ahí están.

—Si hiciera una nueva edición ¿qué cambiaría?

—Le cambiaría algunas cosas, reflexionaría sobre qué ha pasado en estos 10 años. En el capítulo de prensa señalo que nunca se habló de racismo en México y eso ha cambiado, empezando por el periódico que menciono [Diario de Yucatán] que hace unos años publicó ocho columnas de una nota titulada: Mérida es racista.

—¿Actualmente en qué trabaja?

—Sigo trabajando en estos temas. Este último año me dediqué a hacer un diplomado en línea, con la investigadora de la UNAM Olivia Gall. “Racismo y Xenofobia vistos desde México”, en el que participamos más de 50 investigadores divididos para explicar qué es y por dónde atraviesa, el contraste con otros países. También tengo pendiente una investigación sobre el racismo en la burocracia, espero que mi siguiente libro sea sobre eso.

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