El arte no es inocente ni debe serlo: Teté Mézquita

Teté Mézquita es periodista cultural, promotora, investigadora e historiadora de arte. Está por concluir el Máster en investigación literaria y teatral en la rama de literatura en la Universidad Nacional de Educación a Distancia de España. Fue una de las primeras en trabajar en la sección de Imagen del Diario de Yucatán. Desde entonces no ha dejado de dirigir proyectos, libros, presentaciones, conferencias, investigaciones y demás labores del oficio periodístico, siendo una de las personas más prolíficas en el ámbito cultural y artístico de Mérida . Es autora de los libros Al Encuentro de las Méridas, más de medio siglo de reencuentros, Tres veces Mérida  y Orquesta Sinfónica de Yucatán, pasado y presente en colaboración con Adolfo Patrón Luján.  También es profesora universitaria en la licenciatura de Artes Visuales de la UADY donde imparte asignaturas de crítica e historia del arte.

Además de su experiencia y amplio conocimiento del arte, la literatura y la cultura en general, no hace falta más que una plática breve con ella para dar cuenta de su interés y curiosidad permanente de lo que ha pasado y pasa actualmente en el arte en Yucatán. Por ello, con esta entrevista termino la serie de conversaciones acerca de la formación de público y quehacer artístico actual de Mérida que funciona más como una introducción que como una reflexión completa del tema.

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Como periodista cultural, ¿cuál es su opinión del papel de la cultura comparado con otras categorías como el deporte y los espectáculos en los medios de comunicación? 

Los espacios culturales en los medios tradicionales impresos están muy reducidos. Para empezar, baste comprobar la extensión tan sucinta de las noticias informativas cotidianas. Así ya ni pensar en suplementos o secciones mayores. Y hay excepciones pero paulatinamente desaparecen los suplementos culturales.

Aunque todos los espacios en general son menores que antes, al respecto de la comparación que solicitas, el deporte mantiene aparentemente el lugar que siempre ha ocupado al igual que los espectáculos. Por otra parte la prensa rosa o de “vida social” también tiene buen número de planas, aunque hay que considerar que en este último caso, muchas veces son pagadas al igual que la publicidad, o bien son correspondencias gratuitas de los medios a otros espacios pagados.

¿El público tiene las suficientes fuentes o revistas para enterarse del acontecer artístico en Mérida?

Creo que el periodismo cultural que se produce en Yucatán, en términos muy generales, no está dirigido a un público especializado, sobre todo las notas digamos, generales o «coberturas de eventos» tradicionales. Puede haber algo más de especialización en los artículos de opinión y algunas crónicas, pero tampoco lo son tanto. Esa especialización podría darse en algunos blogs, revistas académicas o auditadas y algunas publicaciones esas sí especializadas y de circulación mucho menor.

No podría opinar qué es “suficiente” o “bastante” para el público, pero creo que ya hay buen número de espacios, en su mayoría de naturaleza virtual y en línea, que permiten por lo menos estar enterado. Propuestas críticas, equilibradas, oportunas, con opiniones de fondo, son menos, por supuesto; pero, insisto, por lo menos hoy día quien desea estar informado puede estarlo sin lugar a dudas.

Gabriel Zaid ha dicho que muchos editores en México avalan la incultura haciéndola pasar por cultura, ¿qué opina sobre eso? ¿pasa en Yucatán?

Yo creo que todos los aspectos, no sólo de la cultura, sino de la vida, se están frivolizando. (Baste crear una telenovela cuyo protagonista es un narcotraficante de ficción… y luego hacer de una noticia absurda sobre un narcotraficante de verdad… una telenovela). Esto pasa en todos lados, en Yucatán también.

¿En qué medida el público es necesario para el artista?

Yo creo que es importante en la medida que el artista desee que lo que produce forme parte de un acto comunicativo.

¿Cómo se podría evaluar la cultura desde otra perspectiva que no sea económica?

Su inserción social y poder transformador. En Yucatán podríamos ejemplificarlo con un ejemplo puntual que me ha tocado ver de cerca, y con todas las reservas que cada quien considere. Me refiero a la inercia positiva de la Orquesta Sinfónica de Yucatán. Después de más de 10 años de su presencia en su composición actual ha incidido en muchos sectores de la música académica y popular, ha creado públicos, de ella se han desprendido agrupaciones de diversas tendencias y orientaciones musicales en Mérida y el interior del estado, hay un certamen internacional de piano, hay festivales de diferentes géneros musicales, enseñanza de la música con grado de licenciatura y hay un público más constante y exigente, que además ya se acostumbró a pagar por asistir, entre otros cambios.

¿Cree que el arte podría contribuir a largo plazo para curar enfermedades sociales como la apatía y la violencia?

No sé si llamarlas “enfermedades sociales” pero se dice que el arte (sin ser una panacea) es terapéutico, que es una vía de expresión y un camino de acción. Aunque también y sobre todo puede ser la voz que denuncia con más inteligencia que la violencia pura. El arte no es inocente ni debe serlo.

¿Cuál es el compromiso del artista con la sociedad? ¿Tiene un compromiso mayor a cualquier otro ciudadano?

Yo creo que todos tenemos un compromiso con la sociedad. Particularmente considero que quien ha sido más beneficiado por la sociedad es quien tiene un compromiso mayor, sea artista o no. Si el artista se considera un ser excepcional, pues sí, tiene un compromiso excepcional con la sociedad. Repito, esta es una idea absolutamente personal.

¿Cómo surge el vínculo entre la obra y el espectador? ¿de qué depende?

Hay un modelo de comunicación de Schramm que habla del “campo común de experiencia”. Tal vez sea una de las explicaciones. En ese aspecto no creo que el «artista yucateco» (lo pongo en comillas porque esta pretendida taxonomía geográfica puede tener otras implicaciones) sea muy diferente de otros artistas en otras entidades o más allá de las fronteras. El artista contemporáneo generalmente no tiene como una prioridad la prefiguración consciente de su obra a partir de ese campo común de experiencia, aunque, de todos modos, exista de algún modo con quien comparta su lugar de residencia, su origen, sus percepciones de la realidad, sus aversiones, temores etc. Las referencias son más bien individuales y el campo común sería en ese caso en relación con los puntos coincidentes de con esas referencias individuales.

Por ejemplo, conozco a dos artistas jóvenes que han trabajado obra gráfica con el tema de la hamaca; uno desde el punto de vista del nido u origen, otro más bien motivado por la vinculación con las diferentes etapas de la vida. ¿Hay referencias y un campo común con el espectador local? necesariamente sí porque muchos dormimos o hemos dormido alguna vez en la hamaca o sabemos de alguien y habremos visto varias hamacas en nuestra vida. Sin embargo ninguno de ellos pensó antes «voy a tratar el tema de la hamaca porque a todos les es familiar» sino más bien partieron de sí mismos y su intimidad para generar sus propuestas.

El arte como disciplina en la educación básica y media superior cumple con las expectativas de formar seres humanos sensibles y empáticos; o considera que está basada en destrezas, alejada de modelos de pensamiento como dice Gimeno Sacristán?

Está basada en destrezas porque no crea públicos, sólo ejecutantes generalmente muy rudimentarios. Hay excepciones por supuesto, pero dependen de maestros también excepcionales, no del sistema.

Esto no es generalizado, ni en todas las escuelas ni en todos los maestros, sería injusto, pero sucede en muchos casos. No puede ser que en las escuelas el arte siga siendo una enseñanza complementaria o suplementaria, que las artes visuales sean manualidades y las musicales tocar una flauta. Ni que la clausura de cursos de danza sea un festival que más aspira a parecerse a los concursos televisivos con modelos impuestos que a una expresión de la creatividad y la naturaleza infantil o juvenil.

Como maestra de futuros licenciados en artes visuales y otras carreras afines, ¿podría reconocer alguna característica en común en los jóvenes creadores de la actualidad en nuestra ciudad?

Me sorprende cómo hay una coincidencia tanto en las búsquedas de soluciones tecnológicas y de última como en la reinterpretación e investigación en técnicas tradicionales a las cuales la generación anterior recurrió mucho menos. También hay mucho interés en el diseño, el cómic, el arte urbano, los nuevos muralismos y expresiones del grafiti, la fotografía experimental, entre otros. Creo que las dos nuevas licenciaturas han incidido definitivamente y de manera positiva en el desarrollo artístico de la ciudad, aunque también hay otros elementos externos que han convertido a Mérida en un polo de interés.

Con respecto a las instituciones educativas de nivel superior de las que hablamos, en efecto, los egresados de ambas hoy se colocan en puestos de trabajo que antes eran ocupados por profesionales de otras disciplinas o que sí estudiaron licenciaturas artísticas pero en otras partes del país. Entre ellos hay creadores independientes, museógrafos, administradores de museos, profesores de artes visuales en todos los niveles académicos, funcionarios públicos, ilustradores freelance, grafiteros y muralistas, dibujantes de cómic y artistas digitales, por sólo mencionar algunas actividades. Algo semejante a lo que pasó con los comunicólogos o licenciados en periodismo que comenzaron a ocuparse en los medios de comunicación del trabajo que antes hacían periodistas de oficio formados «sobre la marcha» y en el medio, y eran profesionales de otras carreras muchas veces truncas, como antropología, educación o derecho, entre otras formaciones.

Destaca la creación de colectivos que están indagando en las posibilidades del grabado, la fotografía tradicional analógica y en la recuperación de otras técnicas artísticas. Asimismo, entre los nuevos profesionales de ambas licenciaturas hay ganadores de bienales nacionales y becarios internacionales, los alumnos han participado en residencias artísticas en otras mexicanas y en el extranjero. Todo esto necesariamente modifica un panorama que hace 20 años era mucho más improvisado, más espontáneo y con muchos menos referentes institucionales. Las iniciativas originales, los colectivos y los proyectos sobresalientes de entonces son aún recordados porque al surgir representaron una innovación en un tiempo de escasas propuestas. Eso no quiere decir que el panorama actual sea plenamente halagador, todavía hay enormes distancias por salvar entre la formación universitaria y el ejercicio profesional pleno, retos no exclusivos, por cierto, de la enseñanza de las artes visuales.

Tenemos cada vez más galerías, espacios, revistas de arte y cultura, y también artistas. Pero ¿se ha formado un nuevo público? No sé qué opine acerca de mi inexperta percepción: veo que se han abierto más espacios debido al número de artistas pero que al mismo tiempo se están cerrando porque el público no es tan grande, no hay una proporción coherente entre los artistas y el público interesado. ¿Qué opina de esto?

Con respecto a la gran cantidad de espacios y de artistas me preguntas si se ha formado un nuevo público. Tú piensas que se han abierto más espacios pero que al mismo tiempo se cierran porque el público no es “tan grande” y que no hay una “proporción coherente” entre ambos. Podría comenzar respondiéndote con el ejemplo de la lectura de poesía que tú misma organizaste en el centro cultural “El colibrí”: Me dio mucho gusto ver la gran concurrencia y cuántos jóvenes tan jóvenes acuden a compartir la lectura de sus textos literarios y con qué atención los escuchan los otros jóvenes presentes. Es un nuevo espacio para intercambiar ideas y conocer lo que escriben sus coetáneos (y por lo que me di cuenta no todos se conocían sino que allí fue el primer día que se encontraban) y un espacio al margen de autoridades, de funcionarios, de instituciones académicas, y de gurús o líderes de grupos o “consagrados”. Un espacio absolutamente joven. Y me imagino que no será el único y que habrá otros espacios y grupos homólogos. Eso me parece realmente significativo.

Ahora bien, no tiene nada de extraño que estos grupos o movimientos aparezcan y desaparezcan porque, como se ha observado con claridad desde el siglo antepasado, la historia de las expresiones culturales se ha construido en parte a través de la formación y luego natural desarticulación de generaciones y grupos que tienen en común sus proyectos en un tiempo y luego sus antiguos integrantes continúan por otros rumbos, uno de los cuales podría ser integrarse a un grupo nuevo o mantenerse al margen. En Yucatán se ha hablado, por ejemplo, de generaciones como Voces Verdes, el Grupo Platero, el grupo del Centro Yucateco de Escritores y la Red Literaria del Sureste. En artes visuales, de la generación de Eduardo Ortegón (+), Gabriel Ramírez, Alonso Gutiérrez etc., del grupo Art’Ho, los fotógrafos que trabajaron el proyecto Imagen Alterna o el colectivo experimental Deysi Loría entre muchos otros. De los grupos y personas que he mencionado ya varios incluso fallecieron, otros siguen activos.

Por otra parte, quizá nos parece que surgen muchos y que desaparecen en igual medida porque también estamos más enterados de lo que pasa.
Con respecto a la apertura de espacios físicos, particularmente galerías, centros culturales y foros para artes escénicas y musicales en efecto parecería haber una especie de abundancia. Hay gran entusiasmo en grupos de diversas áreas que trabajan proyectos que operan con algunos apoyos públicos y mucho esfuerzo independiente. Me ha llamado la atención cómo han tenido éxito las iniciativas que buscan financiamiento a través de recursos de la sociedad civil como las fondeadoras en línea, tanto para ayudas individuales concretas, incluso por asuntos de urgencia hospitalaria o salud, como para proyectos de mejora e infraestructura en los propios foros. Todo esto habla de una sociedad que experimenta cambios en un país en el que los recursos económicos para la cultura y sus protagonistas se reducen cada vez más desde la cúpula federal (y quizá en una tendencia mundial generalizada).

Un difícil camino es la profesionalización de este quehacer, a lo que aludo para terminar esta respuesta, apegándome a dos importantes observaciones del maestro Alberto Arceo en la entrevista que le hiciste en este mismo espacio: por un lado, que no puede ser un parámetro la danza de los números de las cifras oficiales; son sólo dígitos que no transparentan del todo la realidad, aún creyendo en la honestidad de las cantidades que se revelan. Por el otro, que en efecto no tenemos un estudio serio y profundo sobre arte y cultura que pueda respondernos qué es lo que de verdad sucede, qué tanto “aparecen” y “desaparecen” los espacios de expresión, qué hacen, qué producen, qué proponen. Qué artistas y creadores se forman aquí o fuera, si realmente su principal fuente de ingresos es su quehacer artístico por llamarle de algún modo o si se “auto subvencionan”; si dependen de taquilla, de venta de obra, de arreglos musicales y grabaciones de jingles, si trabajan por encargo o a partir de propuestas originales, si tienen becas y financiamientos nacionales o de fondeos internacionales o por patrocinio o clientes privados. Y ese estudio sería sólo el principio de un camino de conocimiento que permitiría entendernos mucho mejor y dejar de ser aunque bien intencionados, todavía muy intuitivos e improvisados.

Por último, ¿contra qué compite el arte?

Es una tautología. Con respecto a los públicos, compite con el entretenimiento o con actividades de ocio o no; o bien que en el mercado compite con un sistema comercial abaratado en el que los criterios para la fijación de precios son a veces incomprensibles; o que compite en los medios de difusión con otra índole de contenidos, etc. En fin no es una pregunta totalmente completa, quizá habría que precisar más para poder contestarla.

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