Del Chemulpo al henequén, 114 años de la migración coreana a Yucatán

Por Jesús Cámara Ríos

Ilustración de Mariana Polanco

De todos los movimientos migratorios que han ocurrido en la península de Yucatán, el más triste es la llegada masiva de coreanos al territorio yucateco. La historia de su arribo y estancia en esta región famosa internacionalmente por su producción henequenera parte de engaños y desamparo. En el año 1905, poco más de millar de coreanos llegaron a nuestro estado en busca de una mejor vida, los barcos que los trajeron a México salieron del Puerto Chemulpo, ubicado en la ciudad Hincheon y navegaron durante casi 50 días hacia el territorio nacional, atracando en suelo oaxaqueño a través del puerto de Salina Cruz. Posteriormente viajaron en tren hacia Coatzacoalcos, Veracruz, para embarcarse nuevamente con rumbo a la tierra prometida. 

El grupo de mil 33 coreanos, entre los que se encontraban adultos y niños, eran en su mayoría provenientes de familias de campesinos, que llegaron a México para trabajar en los cultivos. La situación fue principalmente aprovechada por los hacendados henequeneros, descendientes de españoles en Yucatán, que en busca de mano de obra barata traída desde aquella península asiática, los “emplearon” para realizar trabajos forzosos en situación de esclavitud. El objetivo era aumentar la producción de fibra y artículos derivados del henequén de manera obligada, al lado de los pocos indígenas mayas que tuvieron que seguir realizando las mismas actividades después de la Guerra de Castas.

Este desplazamiento masivo se llevó a cabo por la situación política y económica que su país vivía debido a la invasión japonesa. El éxodo hacia distintas partes del mundo se realizó incluso antes de la separación de la península, en lo que ahora conocemos como la República de Corea (Corea del Sur) y la República Democrática Popular de Corea (Corea del Norte). Hoy, a más 100 años de distancia, muchos de los descendientes de aquellos migrantes aún permanecen presentes en varios municipios de Yucatán, algunos incluso conservando sus apellidos originales.

En enero de 2019, año que se conmemoran 114 años de su llegada, se llevó a cabo la plática Anécdotas e Historia sobre la inmigración coreana, realizada por Javier Corona Baeza y Genny Chang Song, descendientes de esta comunidad establecida en nuestro estado. Durante su presentación, señalaron que este grupo de asiáticos llegaron a Yucatán a través del puerto de Progreso.

La investigadora Chang Song y Corona Baeza señalan que el británico John Mayers, enviado por las familias hacendadas de Yucatán, viajó al continente asiático en busca de mano de obra china. Esta resultaba más productiva que la de los campesinos mexicanos, en la poda y extracción de fibra del llamado oro verde —que era el producto más exportado de México en ese tiempo—. Debido a una mala negociación culminó en la compra o contratación de un millar de coreanos que fueron enviados a Yucatán para ser encerrados en el Cuartel de Dragones, ubicado a un costado de la iglesia de La Mejorada, antes de ser entregados a sus nuevos dueños.

En el estudio titulado La migración coreana en Yucatán. Procesos de integración y movilidad social y geográfica, la investigadora del Centro Hideyo Noguchi de la UADY, Claudia Dávila Valdés, documenta que para alentar dicha emigración, en los diarios coreanos se utilizaron campañas publicitarias que distorsionaron la realidad. Presentaron a México como la “tierra de las oportunidades”. Los migrantes firmaron un contrato, en el que se comprometieron a trabajar en las haciendas durante cuatro años, sin saber realmente a lo que serían expuestos.

Según el historiador Alfredo Romero Castilla, en el documento se establecía que el empleador se encargaba del traslado, brindaría agua potable, una casa, leña y hortaliza a los inmigrantes. En caso de enfermedad, el contratante pagaría la atención médica y las medicinas. El salario se recibiría de manera semanal, siendo equivalente a 75 centavos por cortar dos mil pencas, 40 centavos por cada mil adicional, 25 centavos por desyerbar y se contemplaban otras actividades como plantar henequén, leñar y desbrozar el campo. Fue bajo esta promesa que la comunidad coreana se embarcó sin saber que no regresaría

Los primeros cuatro años fueron los más difíciles, debido a que desde su llegada tuvieron que acostumbrarse a una nueva vida con idioma, comida, costumbres y un clima distinto, además de las duras condiciones en las que vivieron durante su contrato en las haciendas.

En entrevista para Canal Once, Chang Song y Romero Castilla cuentan que sus problemas comenzaron al finalizar su contrato, en el año 1909, cuando los trabajadores fueron retenidos al intentar recuperar su libertad, por cobros no estipulados, que cubrían gastos por calzado, ropa y alimento. Muchos tuvieron que trabajar por un año más en las haciendas, pero en 1910, con los conflictos entre Corea y Japón, seguidos por el estallido de la Revolución Mexicana, provocaron que el gobierno de Porfirio Díaz hiciera a un lado la posibilidad de repatriar a la comunidad flotante de coreanos.

Ante la imposibilidad de regresar a Corea, Dávila Valdés documenta que muchos migrantes decidieron quedarse en las haciendas y casarse con la comunidad mayahablante. Debido a su rápida dispersión por el territorio de Yucatán, así como a la ausencia de mujeres coreanas y  de una cadena migratoria, hubo una asimilación cultural que desencadenó en un rápido mestizaje entre coreanos y la población yucateca.

Posterior a los periodos de conflicto, muchos coreanos emigraron hacia el centro y norte del país, otros más lograron llegar a Cuba y Estados Unidos, pero los que conservaron su residencia en Yucatán optaron por establecerse en municipios como Motul, donde los más afortunados iniciaron negocios lejos de las haciendas

Los que se mezclaron entre los mayas comenzaron una vida libre de persecuciones, pero primero debieron castellanizar su identidad. Según el libro de entradas y salidas del Hospital O’horán, eligieron nombres bastante recurrentes como Francisco, Pedro y María. Lo común era que se cambiaran el nombre de pila conservando sus apellidos, pero algunos otros decidieron también cambiarlos por opciones más comunes como Martínez o García.

La siguiente migración masiva de coreanos a México se llevó a cabo en 1980, cuando llegaron políticos, doctores, investigadores, entre otros profesionistas. Sin embargo, los que de manera obligatoria se establecieron en Yucatán se adaptaron con el tiempo, realizaron actividades comunitarias entre ellos, llevaron a cabo prácticas religiosas y aprendieron a hablar maya y español. También crearon hospitales, asociaciones, comunidades, congregaciones religiosas, incluso escuelas que buscaron preservar su cultura.

El 4 de mayo de 2019, el alcalde de la ciudad, Renán Barrera, declaró esa fecha como el Día de Corea en Mérida. Según sus declaraciones, sin mencionar las prácticas de esclavitud, la efeméride conmemora la valentía de los que llegaron en el barco a Salina Cruz, en justicia a su trabajo, al amor por nuestra tierra, por el apego a sus tradiciones, la adaptación y colaboración con la sociedad yucateca. 

Según el censo de 2010 realizado por el INEGI, los habitantes provenientes de Corea del Sur establecidos en México ascendía a 3,960, el triple de los que llegaron en 1905. En Yucatán, la descendencia de la comunidad coreana aún está entre nosotros. Viven con el hermanamiento entre la tierra que esclavizó a sus antepasados y el país al que no pudieron volver.

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