Cementerios, exhumaciones y antropología física: Los espacios de muerte en Mérida

Por Belem Alejandra Ceballos Casanova
Fotos por Luis Cruces Gómez

Mucho se ha cuestionado sobre el papel del antropólogo y su utilidad en la sociedad actual. No se diga ya del antropólogo físico cuya imagen queda reducida a un personaje de serie televisiva en la que resuelve crímenes y, donde a ojo de buen cubero, logra descifrar enigmáticos designios.

Según Lagunas (2006: 213), en México este desconocimiento de la labor del antropólogo físico se debe a que ha permanecido instalado en los laboratorios de osteología, en los museos o en los centros de investigación sin que se haya dado a conocer públicamente lo que puede hacer, lo cual además ha redundado en que no desempeñe a plenitud el papel que le corresponde dentro de la sociedad.

cemeterey11

El antropólogo físico, por mencionar una descripción sucinta, es quien se encarga de la caracterización de rasgos osteológicos para la identificación de la población de origen, del sexo, la edad al momento de la muerte, las patologías y lesiones, así como las causas de la muerte. Ciertamente su contribución se encuentra principalmente en el campo de las ciencias forenses aunque su labor no es como se demuestra en las series transmitidas sino que requiere gran precisión a través del uso de toda una metodología científica. Pero también es quien funge como especialista en las excavaciones arqueológicas para comprender los rasgos biológico-culturales de los antiguos pobladores (Barrales 2008: 5; Lagunas 2006: 211).

¿Qué sucederá cuando en Mérida ya no haya espacios en los cementerios?

Sin embargo, en ocasiones existen problemas cotidianos en las cuáles el antropólogo físico podría jugar un papel esencial. En primera instancia, sabemos que les corresponde a las autoridades del Estado ser las primeras en conocer qué tipo de profesional debe prestar sus servicios para abordar ciertas situaciones, si bien no necesariamente para resolver un problema, sí para que un servicio sea otorgado de la mejor manera posible. Aunque también sabemos que en no pocas ocasiones las autoridades pasan de largo frente a aquellos que podrían realizar contribuciones útiles.

Una de estos problemas se ha observado en los últimos años, aproximadamente desde el 2010 hasta el año en curso, con respecto a la falta de espacios en los cementerios de la ciudad. Mérida cuenta con cinco cementerios: el Cementerio General, el cementerio Xoclán, el Panteón Florido, Jardines de la Paz y Chuburná; y con treinta y tres en sus respectivas comisarías (Rico 2015). Sin embargo, de entre estos cinco cementerios en Mérida, solamente el de Xoclán posee espacios disponibles que se calcula que tendrán un funcionamiento de aproximadamente cinco o seis años antes de llenarse.

Ésta falta de espacios no solamente se ha detectado en Mérida, también comienza a afectar a algunos poblados, en los cuales ha salido a relucir el aprovechamiento de los osarios para optimizar al máximo los espacios; aunque en otras ocasiones los restos simplemente son sacados de las tumbas y depositados a las afueras del cementerio en total abandono y sin mayor trato, o incluso son extraviados –tal es el caso de Chemax- (Le Guen 2008: 114), lo cual crea contrariedades de salud pública.

cemetery

El trato indigno a los muertos

A esto se suman otras circunstancias: el descuido de muchas tumbas que llevan más de una o dos décadas de abandono y dejan a la total intemperie los restos óseos de los inhumados; problemas económicos de los usuarios para costear la permanencia de los restos en sus tumbas y que lleva a trasladar dichas osamentas a la fosas comunes ya repletas, y finalmente la in-aplicabilidad del mismo reglamento del servicio público de panteones (Fuentes 2007) al momento de la exhumación de las fosas así como la inexistencia de un protocolo o un método adecuado para realizar tal procedimiento. Todo lo anterior ha devenido en un trato indigno de los restos mortuorios.

A la vista de esta situación surgen diversas cuestiones: ¿es posible brindar una solución viable a la falta de espacios en los cementerios de Mérida? ¿No tendría un campo abierto el antropólogo (físico y social) para intervenir en éstos contextos?¿Causaría algún perjuicio esta falta de espacios en las prácticas arraigadas de los ciudadanos al modificar las formas de enterramiento? ¿No conformaría labor del antropólogo mediar en éstos escenarios para llegar a una resolución aceptable?

La postura del ayuntamiento de Mérida ha sido de búsqueda de nuevos espacios para la creación de otro cementerio, aunque la urbanización ha ocasionado que cada vez haya menos espacio en la ciudad como para destinar terrenos a una nueva necrópolis.

cemetery1

E incluso recurrir al establecimiento de plazos de exhumación de los restos no ha sido una actuación viable, ya que las osamentas que son desenterradas terminan en las fosas comunes ya atestadas. En 2014, se propuso que las incineraciones fueran la solución ante la inminente falta de espacios que habrá en unos años (Ricardez 2014), sin embargo esto atenta de cierta forma a las prácticas tradicionales o al pensamiento conservador de los habitantes de Mérida, ya que se sigue prefiriendo la inhumación, en especial por motivos religiosos.

Precisamente en ésta salvaguarda de la dignidad de los restos mortales se encuentra la importancia de contar con un profesional, ya que cabe mencionar las quejas en contra de los encargados de las inhumaciones y exhumaciones que despojan a los fallecidos de sus pocas pertenencias valiosas (medallas, anillos, aretes, etc.). Incluso se ha sabido de casos en los que al re inhumar individuos a las fosas, los restos son empujados al interior de forma brusca “pisándolos” sin ningún tipo de respeto o incluso revolviendo los restos de tumbas que contenían dos o más sujetos. Supongo que se piensa, que después de todo, son los olvidados.

cemetery3

El antropólogo físico y social en los espacios donde hace falta

La participación del antropólogo físico en los cementerios sería de gran relevancia en la investigación académica no solo del campo antropológico, sino desde el punto de vista de otras ciencias como la medicina, la biología, la odontología, la arqueología biológica –o bioarqueología- e incluso las ya mencionadas ciencias forenses.

Se ha podido profundizar  muy poco en las investigaciones sobre todo en temas de salud en los que es necesario contar con los restos óseos y se termina por recurrir a la información oral que los familiares puedan aportar con respecto al fallecido, o incluso a las muestras arqueológicas que distan mucho de las características que hoy día posee la población; y por tanto se llega a resultados no idóneos o inaplicables al pretender vislumbrar efectos de problemas de salud actuales –como la diabetes o la obesidad- en restos óseos prehispánicos que no presentaban dichas patologías al menos con tanta frecuencia.

Mediante el mantenimiento de una ética profesional y el consentimiento familiar y legal, el antropólogo físico podría llegar a crear una fuente de datos para subsanar las dudas planteadas acerca de los restos óseos de la población vigente. Por tanto, frente a casos de restos no reclamados, una propuesta basada en la observación de colecciones de universidades es que con el debido trámite, dichos restos podrían ser de utilidad para la elaboración de una base de datos que brinde información acerca de la defunción y las características óseas de la población del estado de Yucatán.

De hecho, algunas universidades ya llevan a cabo este tipo de procedimientos, tal es el caso de la Facultad de Ciencias Antropológicas. Incluso en casos en los que los familiares prestasen el permiso del análisis de los restos humanos, pero no consintieran que una universidad o institución se quedara con ellos, los datos obtenidos podrían conformar una base de datos fotográfica o digital solamente empleada con fines de investigación, que igualmente sería de importancia.

cemetery4

Indudablemente las concepciones acerca de la muerte así como los tratamientos que se han proporcionado a los cuerpos y los lugares destinados para el enterramiento han variado a través del tiempo dependiendo de circunstancias diversas. En el área maya los cuerpos eran inhumados debajo de las viviendas; posteriormente y con la llegada de los españoles, los enterramientos pasaron a ser realizados en las iglesias y después se desplazaron a los cementerios, generalmente alejados de la población para evitar la propagación de enfermedades. Todos estos cambios fueron generados como fruto de la modernización y tenderemos a seguir observando modificaciones con el paso del tiempo.

Definitivamente lo que se pretende en el caso expuesto es brindar un mejor trato a los restos óseos abandonados creando espacios libres en el cementerio. Se propone en conclusión un acercamiento sensible al modo de pensar y a las preferencias de los familiares de los fallecidos para el tratamiento y forma de inhumación de los cuerpos en el futuro, contando con el dato plus que esto generaría al analizar los restos como una muestra referencial. Cabe hacer hincapié en que la falta de espacios en los cementerios es un problema cada vez más común en distintos lugares, ya no solamente en Mérida y en los poblados de Yucatán sino que al ser una situación vinculada a la urbanización, irá conformando un problema común en otras ciudades.

Other Articles

spot_img
spot_imgspot_img